La llamada Cuarta Revolución Industrial es el proceso acelerado de convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas. Esta convergencia genera ya innovaciones disruptivas en biotecnología, terapia génica, robótica, impresión 3D, internet de las cosas, energías limpias, inteligencia artificial, big data, entre otras.
Esta cuarta revolución tiene una velocidad, alcance e impactos nunca antes experimentados. Afectará radicalmente la calidad y esperanza de vida, las maneras de enseñar y de aprender, los tipos de trabajos y profesiones, los modos de emprender, producir, comerciar y distribuir, las formas de cooperar y convivir entre humanos y artefactos.
Estas tecnologías llamadas exponenciales, por la aceleración de sus desarrollos y propagación, además de sus inocultables impactos positivos, también pueden acrecentar desigualdades en el acceso a ciertos beneficios y profundizar la iniquidad de ingresos y la exclusión, si no se avanza en mecanismos institucionales y políticos que atemperen esos impactos negativos. Son capaces de crear nuevos mercados donde antes no existía nada y volver obsoletas actividades productivas enteras, empleos y oficios.
Inteligencia Artificial. Es una de las tecnologías exponenciales insertas en la Revolución Industrial 4.0. Consiste en sistemas tecnológicos flexibles y adaptativos (digitales, mecánicos y electrónicos) capaces de interpretar datos de su entorno y reproducir actividades, habilidades o capacidades asociadas a humanos. Los robots son una de las materializaciones más difundida de la IA. En el plano industrial, en 2017, más de un millón trescientos mil robots estaban operando en fábricas. Tres cuartas partes, instalados en sólo cinco países, siendo Corea, Alemania y Japón los de mayor densidad de robots por obrero industrial. En América Latina existen casi 28.000 robots. Paradójicamente los países con mayor densidad de robots (Corea del Sur y Alemania) tienen a su vez la tasa de desempleo más baja. En los servicios, la acelerada incorporación de robots virtuales, está
transformando las tareas administrativas en empresas y gobiernos, la atención al público y las experiencias de usuario, los servicios financieros, el transporte y turismo, el comercio electrónico y la enseñanza, entre otros.
Esta transversalidad propaga el fenómeno de hibridación entre seres humanos y robots donde la complementación y coexistencia es inherente a ambos. La hibridez es el signo predominante de la convergencia de tecnologías físicas y digitales que da lugar al fenómeno de “cobotización” (convivencia humano-robot) que transforma la vida laboral al interior de las empresas.
Muchas de las tareas que realizan los robots reemplazan acciones humanas requieren, a su vez, el soporte y la complementación de otras actividades humanas más complejas. Algunos señalan que más que reducción de trabajadores habrá reconversión laboral hacia tareas más especializadas y personalizadas.
Inclusión e igualdad de acceso. Uno de los expertos más reconocidos, Carl Frey, señala que el 57% de los empleos en los países de la Ocde corren riesgo de automatización, pero también que cada nuevo empleo tecnológico crea 4,9 puestos de trabajo. Habrá destrucción de ciertos tipos de empleos antiguos y sustitución por otros nuevos. De allí que sea clave la reconversión, entrenamiento y formación de recursos humanos para capacitarlos en las nuevas acciones en convivencia con robots y en aquellas tareas donde las habilidades de los seres humanos no puedan ser sustituidas aún. Los robots alivian a las personas de tareas rutinarias, mecánicas, esforzadas y peligrosas. Pero son los seres humanos los que deben crear las condiciones para redescubrir y jerarquizar el aporte humano con todo su insustituible potencial.
El verdadero desafío es lograr una adecuada hibridación humano-robot. Tecnologías inteligentes, sistemas automatizados, algoritmos matemáticos y programas de computación requieren de la directa acción humana y viceversa. Y esto sólo será posible si la educación y la capacitación hacen su trabajo bajo la firme decisión política de no excluir a los reemplazados de los beneficios sociales de la innovación.
Manuel San Pedro
Especial para Perfil Córdoba