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ENTREVISTA

José María Pérez Villalobo: “A la Justicia Federal la manejan familias patricias”

Con 79 años se retiró de la Justicia Federal, dónde trabajó 22 años como juez, por una cláusula constitucional que el Gobierno nacional y la Corte Suprema decidieron ejecutar.

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MIRADA CRITICA. Pérez Villalobo afirma que en la Justicia Federal encontró la “Sagrada Familia Cordobesa”. | Fino Pizarro

Fanático hincha de Belgrano y autodefinido peronista, José María Pérez Villalobo vivió el 28 de febrero su último día como juez en el Tribunal Oral Federal 2 (TOF2) luego de 22 años en ese rol. 

Su historia personal está marcada por acontecimientos históricos. Desde su padre, el coronel Jesús María Pérez Villalobo, quien en el ´55 terminó detenido en el penal de Magdalena, hasta su exilio interno en Salta después del golpe del ´76. 

Estudió Abogacía en La Plata y en Córdoba, militó en la Juventud Peronista e ingresó a la Justicia provincial en 1960. En el ´74 fue designado fiscal del 9º turno. Allí tuvo la causa en la que el por entonces subjefe de la Policía de la Provincia, Julián Chiappe, declaró todos los detalles del movimiento de insurrección que, días después, terminó derrocando al gobernador Ricardo Obregón Cano. Pérez Villalobo recuerda que después de escuchar ese relato, se entrevistó con el gobernador para informarle sobre la situación. 
En Salta fue cofundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. En 1991 fue presidente de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán hasta que en el ´96 fue designado vocal del TOF2. 

—Se fue pero, ¿quería irse? 

—No, quería seguir. Sentía que todavía estaba en condiciones físicas y psíquicas para continuar pero, a lo mejor, es egoísmo no pensar que la vida tiene etapas y que hay otras personas con más condiciones y juventud para ocupar los lugares que los viejos dejamos. Con el hecho consumado, espero que la gente que nos reemplace sean mejores que nosotros. 

—¿Y qué opina del modo en que debió retirarse? 

—Dentro de todo fue suave. Sabía que había una cláusula constitucional que daba lugar a los magistrados para que se quedaran hasta los 75 años, pero fue de cumplimiento tardío, a raíz de la presentación del doctor (Leopoldo) Schiffrin. La Corte se expidió y puso como término máximo los 75 años sin reparar que (Carlos) Fayt había estado hasta los ´90 y que otra integrante de la Corte (Elena Higthon de Nolasco) había presentado un amparo por el cual se queda más allá del límite de edad. 

—Hay un juez que sigue, Ricardo Bustos Fierro… 

—Pidió prórroga y seguirá hasta los 85 años o más. El trato no es igualitario. A una persona mayor como él le dan cinco años. A la Constitución la mueven muy fácilmente. 


—¿Qué balance hace de sus años en la Justicia? 

—Siempre se dijo que la Justicia provincial es la cocina y la federal es el living comedor. No es así. En la federal encontré lo que se llama la “Sagrada Familia Cordobesa”. No solo por apellidos, sino también por identidad ideológica. Una gran beatitud, conservadurismo, familias patricias que manejan la Justicia federal. Yo no soy de la Sagrada Familia. 

—¿Cuáles son las deudas de la Justicia Federal en Córdoba? 

—En Derechos Humanos fue pionera con 10 juicios de lesa humanidad. Pero está en deuda porque no hubo mea culpa de ningún integrante por haber sido cómplices de la dictadura militar. Los casos de Ricardo Haro, Miguel Angel Puga, Carlos Otero Álvarez, que fueron casi copartícipes de los militares en fusilamientos, desapariciones y robo de bebés. Y varios de ellos eran del servicio sacerdotal de urgencia. O sea, ¿qué relación había entre los militares y este grupo de católicos reaccionarios, que ocuparon cargos importantes en la época en que se mataba? 

—Hay una causa que se le inició a usted y a otros jueces del tribunal de la Megacausa III en Santiago del Estero ¿es un nuevo revisionismo? 

—Todos esos hechos fueron vistos por la Cámara de Casación. No observó ninguna irregularidad ni delito. Si hubiera visto alguna ilicitud podría haber mandado fotocopia a la fiscalía para que inicie una investigación. No hizo nada. Esa causa está en el juzgado y fui citado a indagatoria para fines de marzo. No me quita el sueño porque sé cómo he actuado. 

—¿Qué siente en este segundo día en que no fue a tribunales? 

—Me costó, pero la razón me dice que hay que dejar espacios para que otros los ocupen. Me convencí sacando mis libros del despacho, los escudos de Belgrano, los cuadros de Cuba con el Che, Perón, Evita, la foto con Baltasar Garzón. No dejé la ideología afuera cuando entré a tribunales, la llevé conmigo. No fui un militante pero sí un hombre sensible a lo que ocurría. Mis ideas sirvieron para mejorar fallos y las relaciones con el personal y los colegas.