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CóRDOBA
59a EDICIÓN EN VENECIA

La Bienal que yo vi

El Director del Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia- Casa del Virrey Liniers visitó la Bienal de Venecia, que en su 59° edición estuvo bajo la curaduría de la italiana Cecilia Alemani, quien configuró bajo el título ‘La leche de los sueños’ una fantástica conversación de base surrealista.

Bienal de Venecia
OBRAS. Remedios Varo, Leonora Carrington, Leonor Fini, Mrinalini Mukherjee, Edith Rimmington, algunas de las obras en exposición. | Cedoc Perfil

Por Tomás Ezequiel Bondone

Tras una declaración explícita de condena a la invasión rusa sobre Ucrania, surge este año la 59a Bienal de Venecia bajo el título ‘La leche de los sueños’ en la que la curadora italiana Cecilia Alemani configura una fantástica conversación de base surrealista y en cuyos diálogos se originan una serie de interrogantes con múltiples evocaciones.

En este preciso momento histórico en el que se ve amenazada la supervivencia misma de la humanidad, resuenan también muchas otras cuestiones que han dominado las ciencias, las artes y los mitos de nuestro tiempo. ¿Cómo está cambiando la definición de lo humano?; ¿cuáles son las diferencias que separan lo vegetal, lo animal, lo humano y lo no humano?; ¿qué tipo de responsabilidades tenemos hacia nuestra gente, hacia el planeta en quevivimos o hacia otras formas de vida?; ¿cómo sería la vida sin nosotros?

Estas son algunas de las preguntas que guían esta edición de la bienal, cuya exploración particular se centra en tres grandes temas: las representaciones de los cuerpos y sus metamorfosis, la relación entre individuos y tecnologías y los lazos que se tejen entre los cuerpos y la tierra.

A partir de este primer encuadre conceptual, emerge un recorrido por las zonas de los Giardini y el Arsenal, donde poco más de 200 artistas de todo el mundo muestran sus obras. Subyace en ellas una mirada crítica a la idea universal del ‘hombre de la razón’ y afloran otros mundos con seres o formas permeables, híbridas, múltiples. Todo resuelto por medio de los más diversos lenguajes y sistemas, de lo bidimensional a lo tridimensional, de lo analógico a lo digital. Y esa es una de las virtudes de esta gran exhibición, donde la sorprendente variedad se dispone en armonía apelando fundamentalmente a las experiencias de lo sensorial.

En esa línea y dentro de las representaciones nacionales, sobresale el contrapunto entre el estruendo logrado por Marco Fusinato en el pabellón australiano y el conceptualismo situado propuesto por María Eichhorn en el pabellón alemán. Próximo a ellos se erige el gran pabellón central con el imponente ‘Elephant’ (1987) de Katharina Fritsch o el site specific de Cecilia Vicuña, ambas artistas premiadas con el León de Oro a la trayectoria.

En salas contiguas de este espacio central se despliega lo que podría ser el ‘núcleo histórico’ de la bienal, bajo el título ‘La cuna de la bruja’ con obras de Remedios Varo, Leonora Carrington, Leonor Fini, Mrinalini Mukherjee, Edith Rimmington, Josephine Baker, Rosemarie Trockel o Valentine Penrose. Una oportunidad única para apreciar obras de creadoras casi siempre marginadas de la historia del arte canónico que difícilmente se ven reunidas, en una magistral apuesta curatorial.

Bajo la exploración surrealista del cuerpo y el rechazo a la idea masculina del hombre como centro del mundo y medida de todas las cosas, se instala aquí un hibridismo relacional con una complejidad que transita entre lo enigmático y lo irónico.

Un punto aparte en esta brevísima crónica, merece la presencia de artistas argentinos. En el pabellón nacional se ve muy bien la propuesta de Mónica Heller con su humor absurdo en video animación 3D, aunque su estratégica ubicación queda desaprovechada por la escasa o nula señalización. Por el contrario, el contundente conjunto de obras de Gabriel Chaile ‘Genealogía de la forma’, adquiere una visibilidad privilegiada dentro del corredor central del Arsenal, en sintonía con los ejes conceptuales de la muestra general.


Visitar y recorrer la bienal demanda tiempo y energía, pero todo es compensado, desde la calidad y claridad de la ‘Guía breve’ impresa, hasta los puntos de descanso bajo la sombra estival veneciana.