“Vamos un poco mejor, pero el camino es cada vez más complicado”. Esta podría ser la síntesis del perfil de la economía argentina al inicio del segundo semestre del año. Como ocurre en medio de una tormenta en alta mar, lo primero es recuperar el dominio del timón; aunque, ello no garantiza un viaje placentero hasta alcanzar la orilla. Hoy por hoy, el Gobierno nacional parece que comenzó a tomar nuevamente control del barco. ¿Qué indicadores lo demuestran?
El valor del dólar bajó 5,3% en julio y mostró una tendencia descendente durante tres semanas consecutivas. A nivel mayorista, el viernes cerró a $27,32 y en la plaza minorista de Buenos Aires, a $28. De acuerdo a un informe emitido por BBVA Research, el tipo de cambio nominal “se mantendrá relativamente estable en la segunda parte de 2018” y “se espera que se ubique por debajo de los $33 para diciembre”. De acuerdo a esta fuente, en 2019 el dólar tendrá, incluso, una variación inferior a la tasa de inflación. BBVA proyecta que el peso se fortalecerá en aproximadamente 3% en los próximos 18 meses.
¿Qué se hizo de diferente en el último mes? Según explican fuentes del sector financiero, “(Luis) Caputo, desde el Central, comenzó a manejar la política cambiaria de un modo que el dólar navega entre bandas no explicitadas en conferencias de prensa, entonces el mercado no logra tomarle el tiempo y, por consecuencia, no puede especular en contra”. Desde este frente, “el trader mayor” del Gobierno parece acertar en la pulseada con los mercados.
Desde Hacienda están tranquilos, además, porque coinciden con Caputo que ese manejo del dólar no debe tolerar un nuevo retraso cambiario, porque se volvería a perjudicar a la economía real. “Todo el esfuerzo que están haciendo (los ministros) Dietrich y Santos para que la gente haga turismo interno, no lo vamos a despilfarrar con un nuevo dólar barato para ir a Miami”, comentaba a este medio una fuente de la Nación.
En este contexto, los depósitos en dólares sobrepasaron los niveles previos a la crisis cambiaria y superaron los US$31.000 millones. Un dato significativo es, también, que el ahorrista, que buscó dolarizarse por temor, regresa lentamente a los depósitos en moneda local, atraídos por una tasa que sigue dando buenos rendimientos. Según datos del Central, en julio los depósitos en pesos crecieron $51.500 millones.
Nada es gratis. Cuando el dólar llegó a rozar $30, la tasa tuvo que actuar como antídoto y trepó a 60%. Al 25 de julio pasado, las tasas de las Lebac cayeron 15 puntos y ahora están en el orden del 45%.
Ahora bien, desde la perspectiva y los intereses de las empresas que deben salir, día a día, a ver cómo sostienen su negocio, estas señales no sólo no son suficientes sino que, todavía, resultan graves. Según el Relevamiento de la actividad industrial del mes de julio que difundió la Unión Industrial de Córdoba (UIC), sobre 200 empresas encuestadas, 56% respondió que su actividad disminuyó respecto de 2017, con un 22% que registró caídas de entre el 11% y el 20%.
Para las empresas cordobesas, además, el horizonte de corto plazo se percibe complicado: un 61% considera que cerrará el año por debajo de lo que logró en 2017, y un 59% anticipa contracción de la actividad en el rango del 11% al 30%.
El gradualismo, el ajuste fiscal inconcluso (o nunca encarado hasta ahora) y luego la crisis financiera-cambiaria no resultaron gratis para el sector productivo. Mayo reflejó la primera herida profunda que dejó la crisis del círculo vicioso dólar-inflación-tasas. La actividad económica de ese mes se derrumbó un 5,8 % respecto a igual mes de 2017, lo que representó la mayor contracción en la era Macri. Para junio, la consultora OJF, de Orlando Ferreres, anticipa una baja del 4,5% anual, acumulando de esta manera un alza de solo el 0,9% al cierre del primer semestre.
Al descifrar las razones de ese desempeño de la economía real en junio, OJF explica que el derrape estuvo liderado por el rubro agropecuario, que dio cuenta de una baja del 28%. “Este resultado se trasladó a la industria manufacturera (-5,0%), que padeció adicionalmente de un contexto externo poco favorable. En conjunto, estos resultados impactaron negativamente en el volumen de comercio mayorista, sobre lo que hay que adicionar que algunos sectores de relevancia como la construcción informaron una importante desaceleración”, describe la consultora.
Impacto social. En términos de empleo, esta crisis de la actividad empezó a mostrar su cara más agresiva. Solo en mayo se perdieron alrededor de 27.000 empleos registrados, según el Informe de Indicadores Laborales del Ministerio de Trabajo de la Nación. Otro dato relevante de ese informe anticipa que la expectativa de creación de nuevos puestos de trabajo se ubicó en el peor nivel desde febrero de 2014.
Desde muchos sectores se plantean ¿cuál crisis es la que se evitó acudiendo al FMI, si el resultado es la destrucción de empleo? En realidad, el acceso al préstamo del Fondo no ocasionó la crisis; fueron los desaciertos anteriores de las políticas del Gobierno los que la motivaron. Ahora, la Administración Macri enfrenta el desafío de superar dos crisis de diferentes velocidades: la financiera-cambiaria, que dio un leve respiro, y la de la economía real, que recién empieza.
¿Cuán grave puede llegar a ser la recesión que se transita? Para mirarla descontando el escenario más adverso, vale tomar de referencia el staff-report del FMI, en su hipótesis negativa: de acuerdo a ese supuesto, la economía caería este año 1,3%, lo cual supone una recesión muy profunda en la segunda mitad de 2018. Además, la inflación llegaría al 31,7%, porque el Fondo considera que habrá algo más de devaluación, por un menor ingreso de dólares al país. Para el 2019, el crecimiento sería 0% y la inflación descendería al 21%.