“Ya no escribo canciones, ahora me dedico a la narrativa”, dice el exministro de Relaciones Exteriores sobre “Qué son esas palabras”, la letra de aquella canción que popularizó Juan Carlos Baglietto décadas atrás.
Hombre vinculado desde siempre a las letras y con un paso obligado por la política, la música nunca dejó de serle ajena, tanto que su nuevo libro empieza con una canción de Agarrate Catalina (La Violencia). “Es perfecta. Al inicio del libro digo que si el lector quiere ahorrarse de leer cuatrocientas páginas, escuche esa canción”, señala.
Admirador del escritor chileno Roberto Bolaño y preocupado por el uso de las palabras, en Rojo Sangre encontró el “tono” del lenguaje villero gracias a las más de 3.000 páginas de llamadas telefónicas que desgrabó para lograr la verosimilitud en el texto.
Familiarizado con el mundo que describe en Rojo Sangre -fue titular de Sedronar entre 2011 y 2013-, Bielsa dialogó con PERFIL Córdoba.
—¿Qué es lo que te gustaría que sucediera con este libro?
—Me gustaría que fuese un libro respetado, que perdurara en los anaqueles. Pero a eso lo resuelve la gente y las épocas. Para mí, la mejor obra sobre el holocausto judío es una trilogía de Primo Levi que publicó en los 50, con una edición de seiscientos ejemplares que no se terminaron de vender y que estalló en la década del 70 y se transformó en un libro que se vende mucho. Tiene mucho que ver con los estados de conciencia: tan cerca de la guerra, nadie quería oír hablar de ella. Cuando empezaron a conocerse los horrores, la gente empezó a prestarle el oído.
—Entonces nadie quería oír hablar de la guerra y hoy nadie quiere ver la marginalidad de la que hablás. ¿Por qué, como sociedad, miramos para otro lado?
—Tiene que ver con los hábitos de las clases medias aspiracionales, que se parecen más a las clases de los desposeídos pero que no quieren parecerse. También, con una sociedad de consumo donde parecer es más importante que ser. Hay otras explicaciones vinculadas a la condición humana: ‘mientras a mí no me toque’… En Argentina no puede ni debe haber hambre porque no hay razones: no ha habido catástrofes naturales más que nosotros mismos. Estamos atravesando una época en donde la novedad nos hipnotiza, como si fuese un fenómeno circense…
—Pero hay una naturalización de ciertos procesos también.
—Sí, hasta que te toca. Para salir a la calle, no hay como la clase media. La tragedia argentina es la abundancia; en Rosario hay 300 mil personas en situación de villa. El Estado construye de las avenidas hacia las zonas urbanas y no se mete adentro de la villa. Y en la medida que se siga construyendo fuera de ellas, lo que hace es construir un muro virtual que se transforma en una frontera cultural. El concepto de frontera cultural intraurbana va a ser más importante que el de frontera geográfica, porque tenemos mucho más que ver con un uruguayo que con un argentino que vive ahí. Si uno no quiere tener inmigración de países vecinos, tiene que tener políticas públicas a l respecto, no ser xenófobo.
Me parece una imbecilidad decir que el delito está vinculado a la extranjería. El libro trata sobre eso.
—¿Volverías a la política?
—Yo no dejé la política, ella me dejó a mí. Hay un gobierno que ganó, con el que no coincido y al que no voté, pero creo que hay que dejarse de joder. Podés ser exitoso en la actividad privada sin olvidarte de los que sufren.
—¿Cómo ves es el rol del periodismo hoy?
—Están los que hacen los que tienen que hacer, que son muy pocos porque eso implica estar al margen de las mieles, y los que no hacen lo que hay que hacer. Yo le dedico el libro a tres periodistas que escriben sobre el narcomenudeo en Rosario; colgaban notas en internet y el diario se las bajaba. Lo cuento en la novela. Respeto al que hace lo que tiene que hacer aunque, le cueste y no respeto al que la pasa bien y nada más. El mundo no es para pasarla bien todo el tiempo, el mundo es para hacer lo que hay que hacer.
El lenguaje y el poder metafórico de 200 palabras
Rafael Bielsa resalta que en las clases más marginadas el único verbo que se escucha es el presente, aun cuando hablan del pasado. ¿La razón? No hay futuro porque no existe la cultura del trabajo, no hay memoria, no hay concepto de familia, ni mesa familiar: “Un día entré a una casa en una villa y había sillas contra la pared, entonces pregunté dónde estaba la mesa. Y la señora me dijo: ¿qué mesa? Acá el que no viene comido, no come”. Entonces, ¿cuál es el largo plazo? La próxima dosis y salir a buscar guita para conseguirla.
Otro rasgo que le preocupa es la deserción escolar: “Cuando yo era pibe ir a una escuela pública era un orgullo, a los privados iban los burros, los que tenían que pagar para pasar. Ahora pareciera que la educación pública es una vergüenza. Yo tengo mucha gratitud porque mi país me pagó lo que soy, y tengo que devolver a eso. Yo creo en la política porque es el instrumento que te permite formar esa experiencia en una conciencia colectiva”.
Términos como “fisurado” o “rescatate” (que quiere decir que estás secuestrado por la droga) se ponen de manifiesto dentro del lenguaje villero y la potencia metafórica de las no más de doscientas palabras que manejan es increíble.
“Y hay otro fenómeno: el televisor y la radio encendidos las 24 horas, que te dicen: comprá, comprá, comprá. Los franceses dicen: entender todo es perdonarlo todo. Y cuando vos entendés, tenés una mirada benévola, amorosa”.-