La renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque del Frente de Todos en Diputados sacudió al mundo político en los últimos días. No solo por las reacciones que provocó en la coalición de gobierno (todavía no del todo dimensionadas), sino también en la oposición, que ahora debate qué postura fijará de cara a un eventual acuerdo con el FMI. En ese sentido, el analista político Lucas Romero, director de Synopsis Consultores, no duda en afirmar que la movida de Máximo provocó “un cisma” en el Frente de Todos y marca un deterioro muy marcado en las condiciones de gobernabilidad, tras una de las decisiones más trascendentes que había adoptado Alberto Fernández desde que asumió el poder.
—¿Cuánto repercute en el Frente de Todos la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de Diputados?
—Es un nivel de fisura, dentro del oficialismo, hasta ahora nunca visto. Estoy convencido de que nunca llegaron a este nivel. Alguno me podrá decir que la carta de Cristina de septiembre post-PASO fue muy fuerte, pero junto a este son los dos momentos más delicados del oficialismo. Lo que el episodio representa tiene que ver con un actor protagónico de la coalición de gobierno, y aquí hago una aclaración: no tengo información, pero estoy casi seguro de que el pensamiento de Cristina está muy cerca al de Máximo respecto a lo que este cuestiona sobre el acuerdo, porque marca una diferencia en la decisión más importante que tomó Alberto Fernández en todo su ciclo.
—La prioridad siempre fue acordar con el Fondo.
—Sin dudas. No había decisión más relevante de esta gestión que cerrar el acuerdo con el FMI. Ahora, si en esa decisión el oficialismo muestra fisuras creo que estamos frente a la diferenciación más profunda del oficialismo y se la estoy asignando en parte a Cristina, porque ella no tiene margen para expresar lo que piensa Máximo, pero seguramente está más cerca de la posición de Máximo en el sentido crítico, sobre cómo se dio la negociación y cómo fueron los resultados. En estos puntos estamos frente a un cisma que no es fractura, pero marca un deterioro muy marcado en las condiciones de gobernabilidad. Reitero: Alberto decidió, por primera vez, imponer su voluntad sobre la de Cristina y de Máximo, cuando dice “el Presidente soy yo”.
—Más allá de estas diferencias. ¿Máximo está pensando en un 2023 sin Alberto?
—No lo está pensando, lo dijo. En un párrafo de la carta dice de manera contundente: “Permaneceré dentro del bloque para facilitar la tarea del Presidente y su entorno”. Resulta curioso cómo llama al Ejecutivo. “Es mejor dar un paso al costado para que de esa manera él (por Alberto Fernández) pueda elegir a alguien que crea –y mira cómo lo define— en este programa del Fondo Monetario Internacional”. Es fuerte porque el gobierno se cuidó en todo momento de decir que este era un programa de Argentina y no del Fondo. “No solo en lo inmediato —esto de elegir a alguien que crea en el programa del Fondo— sino también mirando más allá del 10 de diciembre del 2023”, dice Máximo en la carta de renuncia. No hay otra forma de interpretar este párrafo que Máximo esté diciendo: “Esto se termina el 10 de diciembre y a partir de allí habrá otra historia”. Es una especie de carta de defunción, sin ruptura, del Frente de Todos tal cual lo conocimos hasta aquí.
—¿Cuáles son las opciones que le quedan a Alberto?
—Es complicado, porque hay que ver si toma con más firmeza el volante de su gobierno o decide, en condiciones de absoluta debilidad, llegar a este acuerdo. Con un tema para nada menor sobre este acuerdo, que desde los términos económicos todo el mundo lo celebra, pero desde lo político es muy malo.
—¿Por qué es malo desde lo político?
—La reacción de Máximo y el eventual malestar de Cristina es porque ambos creen que con este acuerdo se pierden las elecciones del 2023. Si ellos consideran que con este acuerdo se pierden las elecciones, es absolutamente racional y lógico lo que están haciendo. Y probablemente querrán que las diferencias sean explícitas porque eso les va a permitir decir: “Nosotros les advertimos”.
—¿El gobierno cede más de lo que dijeron el Presidente y Guzmán?
—Este acuerdo obliga al gobierno a ajustar en los próximos dos años, menos que los otros dos, pero va a haber ajuste, superior largamente al punto del PBI, aunque podría ser un punto y medio. No hay que mirar el déficit del 2021, porque ese déficit tiene ingresos extraordinarios, con lo cual en la inercia del gasto vas a tener un esfuerzo bastante importante este año y el ajuste en el año electoral, que es poco —0,6— es ajuste al fin. Y hay dos datos políticos: en las últimas dos elecciones en Argentina, los oficialismos ajustaron el gasto y perdieron las elecciones. Y hay un detalle en el que nadie se detuvo demasiado: acá no es que el FMI patea los vencimientos 10 años y dice “acá está el programa y ahora hay que cumplirlo”. No. Lo que se acordó fue un período de dos años y medio en el que el FMI le va a ir dando a la Argentina la plata para cubrir los vencimientos del acuerdo de (Mauricio) Macri y cuando da la plata, Argentina está asumiendo nueva deuda: es una cuestión contable. Pero desde el punto de vista político es tremendamente relevante porque esos desembolsos van a estar sujetos a la aprobación de las revisiones trimestrales. Si Argentina no aprueba una revisión, el FMI va a tener que dar un waiver y si no lo da, entramos en default. No es que el país despejó el riesgo de default por un buen tiempo y va a poder gobernar tranquilo y respetar el acuerdo con el Fondo. Es al revés: va a tener que cumplir a rajatabla el programa del Fondo para no entrar en default.
—¿Por qué diseña el acuerdo de esa manera el FMI?
—Porque se está garantizando ante el riesgo político del incumplimiento. Desde el Fondo han dicho: “No me van a cumplir ni el primer asterisco del acuerdo. En 2023 lo que van a querer es ganar las elecciones, entonces le ato la plata para pagar los vencimientos que tienen que afrontar a la aprobación trimestral del programa”. Y esto cuestionan Máximo y Cristina, porque supongamos que la inflación esté por encima de las expectativas, así como está planteado, sin posibilidades de emitir o de financiar un mayor gasto, el gobierno va a estar atado de pies y manos para dar un bono a los jubilados o una AUH para cubrir una mayor asignación a los sectores más vulnerables. Deberá tener un cumplimiento razonable del acuerdo, ni que hablar si nos metemos en el tema tarifas.
—La renuncia de Máximo lo que hace es generar más desconfianza…
—Antes de la renuncia de Máximo, inclusive. Me pareció muy subjetivo el tuit de Gita Gopinath (directora del Departamento de Estudios del FMI), quien un domingo a la tarde citó las condiciones del acuerdo que se habían conocido el viernes reforzando la idea de que parte del consenso de que el gobierno aceptó era ir a una reducción fuerte de los subsidios. ¿Qué vieron desde el FMI? El viernes de la semana pasada, cuando le preguntaron a Guzmán si estaba previsto modificar el sendero del aumento de tarifas, el ministro dijo que no. Cómo que no, se habrán preguntado en el Fondo.
—Desde el gobierno se insiste en que no habrá ajuste.
—Es un acuerdo muy delicado: la síntesis que se podría hacer es que se evitó el default y ahora está, en los términos de Máximo, Alberto Fernández y su entorno atrás de esto, porque los gobernadores y (Sergio) Massa podrán colaborar y esto va a salir. No hay riesgo de que no salga, porque me inclino a pensar que la mayoría de los opositores no van a estar en contra del acuerdo, en todo caso se van a abstener. Van a decir: el oficialismo no está consustanciado en esto, menos vamos a apoyar nosotros. Nos abstenemos porque no hay consenso político. Va a salir con una aprobación muy floja desde lo político y esto sin interiorizarnos en cómo impacta en los mercados, porque lo que se ha hecho acá es ganar tiempo. El FMI construyó un puente hasta el 2023 para ver si las condiciones en ese momento son distintas y permiten sentarse seriamente con un gobierno argentino a negociar un programa de reformas estructurales que corrija los problemas estructurales de la Argentina.
“Schiaretti asoma como una alternativa a una oposición más federal”
—¿Qué rol le va a Schiaretti a nivel nacional?
—Es un interrogante en esta etapa. Sin posibilidades en Córdoba, uno lo imagina con aspiraciones de saltar al plano nacional. Hay un liderazgo ausente no cambiemita, que puede asumir en algún punto alguna representación más federal. En Juntos por el Cambio mirá de dónde son los posibles candidatos; (Martín) Lousteau, (Patricia) Bullrich y (Horacio) Rodríguez Larreta son de Ciudad de Buenos Aires, y Facundo Manes, de Provincia. Sumá a (Alfredo) Cornejo y (Gerardo) Morales, pero hay una ausencia de liderazgos federales, y la ventaja de Schiaretti es que es un gobernador peronista. Ante la debacle de este gobierno, se plantea que Schiaretti pueda ser el receptor de un peronismo que sale alarmado del derrumbe de esta coalición que formó CFK para ganar las elecciones del 2019, pero ha tenido muchas dificultades para funcionar. Creo que está atento. Todos sus movimientos a nivel nacional están calibrados para protagonizar la escena nacional, después veremos si como candidato o acompañando algún espacio. Lo que tiene que hacer primero es garantizar que siga gobernando el PJ en Córdoba.