“A medida que pasa el tiempo, me doy cuenta que se desconocen muchísimas cosas del Juicio a las Juntas. Por eso la película ‘1985’ sirve para que nos reconozcamos un poco más”, dice Norma Morandini, la periodista y escritora cordobesa que cubrió las alternativas del juicio para el diario O Globo, de Brasil, y para la revista española Cambio 16, de la cual era corresponsal.
“Argentina se democratizaba, el futuro era una promesa y el juicio se hizo a espaldas de la sociedad. Después de vivir seis meses en Brasil, en el exilio, donde vi una pobreza que no imaginaba que existía: yo vivía el idilio con Buenos Aires, que me parecía muy vital. Pero cada vez que salíamos y atravesábamos la Plaza de Tribunales para tomar un café en el Petit Colón, siempre me preguntaba cuál de las dos Argentina era la verdadera: aquella que veía tan vital y civilizada o la otra, oscura y salvaje que se vivía en tribunales, porque ese juicio fue como una Caja de Pandora, por todo lo que conocimos”.
-¿Qué le parece que una película como 1985 sea tan exitosa?
-Celebro la película, creo que hay que recuperar el espíritu del ‘85, que era de confianza y de futuro: nadie le preguntaba al otro si era peronista, radical o comunista. No nos peleábamos, son tiempos para recordar.
-¿Alguien de la película la contactó en el proceso previo?
-Yo le di mi libro a (Ricardo) Darín. Diez años después del juicio escribí un libro, porque a los periodistas no nos dejaban usar el grabador. Fue un juicio púbico, pero la oralidad estaba muy limitada porque teníamos que decir con palabras propias lo que escuchábamos de los sobrevivientes. Era complejo. Tanto, que el único que escribió una crónica memorable fue (José Luis) Borges, con una hondura filosófica que ninguno de nosotros consiguió. Mi libro se llama ‘De la culpa al perdón’ y ninguna editorial lo quiso publicar, tal vez porque contenía la palabra perdón.
-En ese momento nadie hablaba de perdón
-El perdón es íntimo, no público. Lo que es imperdonable es el crimen y en ese sentido las organizaciones de derechos humanos fueron brutales: yo no les respondí porque no considero que sean un tribunal. Solo hablé de perdón, pero de perdón personal, íntimo. Uno es el tribunal de uno mismo.
-¿Ya pudo ver la película?
-No, porque el estreno coincidió cuando me iba de Córdoba a España, donde estoy en este momento. La veré aquí, pero lo que me dice todo el mundo es que salen muy emocionados del cine.
-En el cine cuando Strassera termina el alegato la gente aplaude…
-Bueno, algo así pasó en el juicio. ¿Te imaginás lo que era la sala donde se hacía el juicio? Era como una iglesia, donde los periodistas estábamos en penumbras. Nos desconfiábamos porque sabíamos que estábamos rodeados de espías disfrazados de periodistas y los Falcon todavía estacionaban en la puerta de Tribunales, había mucho miedo. Teníamos prohibida cualquier manifestación y cuando Strasera dijo ‘Nunca más’ todos los que estábamos ahí estallamos en aplausos, llantos y nos abrazábamos. Nunca me voy a olvidar de la cara de (Roberto) Viola, que nos hacía gestos insultándolos y ahí el juez empezó a gritar ¡desalojen la sala!: eso concitó el ‘Nunca más’.
-¿Qué implicó para usted hacer la cobertura para medios internacionales?
O Globo era, y sigue siendo, el principal diario brasileño. En Brasil no hubo juicio a los militares, ni siquiera después, cuando se intentó una Comisión de la Verdad, por lo que mis crónicas iban en las primera páginas. Inclusive ahora me han propuesto traducirlas para hacer un libro, las tengo amarillentas, como se ponen los diarios viejos, y de algunos cuadernos que conservo no me entiendo la letra… era tanto lo que teníamos para escribir. Los corresponsales extranjeros denunciaron que eso era censura, pero yo creo en realidad que había algo de prudencia, por todos los horrores que se escuchaban en el juicio. De todas maneras, nuestras crónicas sirvieron para que el mundo conociera las atrocidades que habían cometido los militares.