Ambos proyectos tienen en común una mirada nueva sobre las formas de acercar la cultura a públicos diversos.
Sus ejes de desarrollo están atravesados por modelos colaborativos y de coworking como instancias de creación y enriquecimiento, hasta eventos que cruzan públicos a partir de actividades multidireccionadas y que ponen en pie la defensa de las más disímiles expresiones culturales.
Nilo Galpón de arte. Ideado por Lucrecia Cáceres (arquitecta) y Ana Sol Gigena (artista, gestora cultural y profesora de teatro), la idea se materializó en diciembre de 021, aunque se gestaba desde hacía algún tiempo, tomando como modelo proyectos que existen en otras partes del mundo. “Queríamos montar un coworking exclusivo para artistas, diseñadores y emprendedores. Es un formato novedoso que, si bien está dedicado a la formación y a la exposición de obras, hace foco en la producción de los artistas”, empieza contando Cáceres.
Con esa premisa, le dieron vida a un galpón de 400 metros cuadrados ubicado en la zona norte (Francisco de Olea 5753) que se convirtió en una suerte de gran oficina con atelier, baños, cocina y espacios comunes, para que los artistas trabajen.
“El espíritu del proyecto es el trabajo colaborativo entre todos los que habitamos el espacio. Tenemos 11 atelier que se alquilan mensualmente y es donde los artistas trabajan y producen su obra; actualmente tenemos 10 alquilados. Les damos una llave a cada uno y ellos manejan sus horarios”, detalla la arquitecta que estuvo a cargo de la refuncionalización de todo el espacio. Además, el galpón cuenta con un área técnica, piletas de acero inoxidable para lavar pinceles y herramientas de trabajo y un área de proveeduría “con la idea de que el artista pueda incluso hasta embalar su obra”.
El proyecto y el espacio son muy versátiles y se adaptan constantemente a las necesidades de los artistas. “Mucha gente viene a conocer el espacio sin saber bien qué busca y nosotros nos adaptamos para poder dar soluciones a un rubro que está muy desprotegido. Por eso estamos todo el tiempo generando alternativas. Ahora estamos lanzando una nueva convocatoria que se llama Nilo Conversa, para ayudar a los artistas en todo lo que tiene que ver con lo digital”.
El espacio cobija a artistas de diferentes rubros, que hacen desde collage, pintura, grabado e ilustración hasta esculturas. “Uno de los atelier está ocupado también por dos diseñadoras que hacen artefactos de iluminación y trabajos con hormigón”.
Otro de los objetivos de Nilo es profesionalizar el arte y en ese marco este mes dictarán dos capacitaciones sobre manejo de redes y prensa, abiertas a todos los artistas más allá de quienes conforman el coworking.
En materia de financiación –no tienen ayuda estatal– el grueso proviene de los alquileres de los atelier (cada año becan a dos artistas con el 50% del precio de la renta) y los espacios de formación, que se alquilan por hora. “Muchos artistas lo alquilan para dar sus tesis, sus trabajos finales de carrera o clases de pintura y cerámica”.
Si bien desde el año pasado forman parte de Faro, la Asociación de Galerías, a la hora de encuadrarse se ubican en el rubro de ‘Nuevas economías del arte’.
“No somos una galería porque somos un proyecto que tiene diferentes áreas, no nos dedicamos exclusivamente a la venta de obra de arte, solamente comercializamos las obras que se exponen acá. Entonces, por ejemplo, si en una convocatoria tenemos tres artistas, durante el tiempo de esa muestra representamos y vendemos sus obras; entonces ahí sí oficiamos como galería, pero si no, todos los artistas que están acá venden su obra sin ningún tipo de comisión por parte de Nilo”, asegura.
El año pasado aplicaron a Mercado de Arte Contemporáneo y fueron aceptados, “pero no se dio por la cancelación de la feria, así que a fin de año montamos en uno de los atelier una simulación de lo que iba a ser el stand en la feria MAC y fue un cierre bastante lindo”.
A la hora de definir el espíritu de Nilo, Cáceres hace hincapié en cierto quiebre entre el artista y la sociedad: “Nosotros ponemos mucho énfasis en que el público en general venga porque queremos transmitirles que estos son espacios accesibles, que tienen entrada libre y gratuita y que el arte no es tan lejano como pasa a veces con los museos y con esa idea de que el arte es solo para los que entienden o los que saben”.
SOCIAS. Lucrecia Cáceres y Anita Gigena se asociaron para crear un espacio de coworking para artistas.
Sindicato de Maravillas. Hace algún tiempo, Luciano Delprato junto a algunos socios y amigos pusieron en pie Alta Gracia Bar & Comedia, que funcionó durante cinco años en el barrio de Güemes y estuvo abocado a expresiones escénicas de pequeño formato, sobre todo comedia, stand up e improvisación. “Pero al momento de renovar el contrato en ese lugar, surgió la posibilidad de comprar un local y decidimos encarar un proyecto para armar ahí el bar y además una sala de teatro tradicional, que es mi metier porque soy director de teatro y dramaturgo”, recuerda Delprato.
Así, compraron el galpón donde hasta 2007 había funcionado la emblemática sala de teatro independiente ‘El Cuenco’, que ahora está ubicada en Alta Córdoba. “Compramos el lugar hace unos cuatro años y arrancamos el largo periplo de transformarlo en un teatro bar, con una sala para 120 personas”, detalla.
Con María Paula Delprato (productora de teatro), Hernán Cruz Tazzioli (Casa Babylon), Federico Galíndez (Fundación Bonino), Jorge Monteagudo (actor y dramaturgo) y Elías Huespe (Alta Gracia Bar & Comedia) como socios, el próximo 22 de marzo, Sindicato de Maravillas abrirá sus puertas con un evento inaugural y a partir del 23 ofrecerá programación para el público.
Si bien no cuenta con aportes provinciales o municipales, el proyecto recibió un fuerte espaldarazo del Instituto Nacional del Teatro (INT) y de capitales privados. “Estamos gestionando siempre nuevos apoyos porque es un espacio pensado no como un negocio con fines de lucro solamente, sino también como un servicio a la cultura de la ciudad; nos parece que debería ser de interés tanto provincial como municipal que este tipo de espacios estén abiertos. Así que vamos a ir a buscar aportes ahí también porque el proyecto es muy grande y sin la sinergia entre los privados y el Estado es muy difícil de llevarlo adelante”, explica el dramaturgo.
La programación de Sindicato de Maravillas se asentará sobre tres grandes áreas: las artes escénicas de distintos tipos como el teatro, la danza “y otras actividades escénicas más borders”; una fuerte apuesta gastronómica y de coctelería, ya que el resto-bar va a funcionar con independencia de la programación, y por último “vida nocturna, con programación de trasnoche con bandas en vivo, eventos y todo lo que hace al funcionamiento más vinculado a un club nocturno”, sintetiza.
—¿Cómo surgió el nombre?
—Nos parecía interesante pensar en los sindicatos como lugares donde la gente se reúne para protegerse y defender derechos. En este caso, la idea era abrir un lu-ar que pudiera defender el derecho de lo que llamamos Maravillas: la cultura, el arte, la diversión, el encuentro social; todo lo que hace al entramado sociopolítico que se genera en torno a las artes escénicas. Queríamos que hubiera un sindicato que defendiera nuestro derecho de acceso a la cultura, a la diversión, a las formas de imaginar de manera diferente la realidad, que es en definitiva a lo que nos ayuda el teatro y las artes en general. Nos parecía que era una propuesta interesante, divertida, con sentido político y poético.
SINDICATO DE MARAVILLAS. Seis socios fundadores abrirán el próximo 22 de marzo las puertas de un espacio dedicado a la cultura y la diversión.