Perfil
CóRDOBA
UN AÑO DE CONFLICTO BÉLICO

Partes de una guerra ¿interminable?

Un año después del inicio de la invasión ordenada por Vladimir Putin, Ucrania recibe cada vez más apoyo de la Otan para hacer frente a Rusia. El papel de EE UU y Noruega en el sabotaje a gasoductos, otro eje de tensión en el conflicto.

19-2-2023-Putin
PUTIN. En febrero de 2022 anunciaba el inicio de “operaciones militares especiales” en el territorio de Ucrania. | CEDOC PERFIL

No fue una ofensiva relámpago en la que el objetivo militar se conquistó en cuestión de días o semanas. No se circunscribió a la disputa por territorios o a la invasión de una nación soberana con el propósito de derrocar a su gobierno e instalar un régimen amigo o proclive a los intereses del actor, a priori, más poderoso de la contienda. Tampoco ha sido la mera resistencia unilateral y estoica de un pueblo bajo la conducción de un estadista preclaro o heroico.

Ni se puede decir, a esta altura, que la última guerra en las entrañas de Europa se reduzca a la puja entre dos países, a una batalla entre dos ejércitos, a una pulseada entre dos gobernantes que, de modo opuesto y en momentos distantes, pero con argumentos a veces similares, construyeron poder con arengas y apelaciones a un orgullo nacional herido o amenazado.

Ha pasado ya un año desde aquella noche o madrugada de febrero de 2022 en la que el presidente ruso, Vladimir Putin, anunciaba el inicio de “operaciones militares especiales” en suelo de su vecina Ucrania.

Los argumentos de que las acciones no significaban una invasión sino que obedecían al propósito de proteger a la población mayoritariamente prorrusa de la región del Donbás y al deseo de democratizar y “desnazificar” al gobierno de Kiev, fueron un eufemismo que recibió el inmediato rechazo de las potencias occidentales. El posterior reconocimiento de Moscú a las independencias de Donetsk y Lugansk aceleró el estallido de un conflicto que, en las semanas previas, parecía reducido a mutuas demostraciones de fuerza entre los actores que ya se habían enfrentado en una guerra inconclusa en el este ucraniano desde hacía ocho años o un poco más.

No se puede soslayar el papel activo de Occidente y, en especial, de Estados Unidos en las revueltas populares de la ‘Revolución Naranja’ primero o el ‘Euromaidán’ después, ni tampoco los pasos dados por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) en su expansión hacia las fronteras de una Rusia que, tres décadas después del colapso de la Unión Soviética, buscaba recuperar peso en un contexto de mundo multipolar.

El Kremlin desempolvó más de una vez la promesa de no ampliarse más que la Alianza Atlántica le hiciera en 1990 al último presidente de la URSS, Mijail Gorbachov, fallecido en agosto del año pasado.

Los unos y los otros. En cierto modo, los alegatos de Putin acerca de una ofensiva en defensa propia de su país contra un gobierno cuya voluntad era sumar a Ucrania a la Otan y albergar sus bases, no difieren de los tantas veces esgrimidos por diferentes potencias occidentales para justificar ‘guerras preventivas’ o ‘ataques democratizadores’. Solo que, a veces, aquellos ocurrieron y siguen ocurriendo en naciones o regiones periféricas que no tienen la misma atención mediática que las que están a un puñado de horas de las grandes capitales de Europa.  

A un año del inicio formal de las hostilidades y con cifras muy contradictorias en torno al número total de muertos y heridos entre militares de ambos bandos y civiles, queda cada vez más claro que el conflicto no enfrenta únicamente a dos países o gobiernos. No es una mera disputa de poder entre dos individuos. No se trata solo del septuagenario Putin, exagente de la KGB y mandatario de perfil autocrático que fue artífice del reposicionamiento de su país en el concierto internacional. Ni hay únicamente un protagonismo excluyente del exactor y comediante de 45 años Volodomir Zelenski, quien no abandona su remera color caqui y su trinchera de la TV y las redes sociales, desde donde libra sus acciones psicológicas para insuflar ánimo a su tropa.

Frente al poderoso aparato militar de Moscú y sus supuestas intenciones expansionistas y hegemónicas que se denunciaron en Washington, Londres, Berlín o París, no está solo la resistencia de las y los ucranianos sino la intervención de la Alianza Atlántica. Aunque siempre negó ser parte directa en el conflicto armado, el involucramiento de la Otan se hizo cada vez más evidente con el correr de los meses.

A sus sanciones diplomáticas y económicas contra Rusia, los aliados contrapusieron ayudas a Kiev y la colaboración abierta y explícita en materia de inteligencia, logística y envío de armamentos y pertrechos militares. Y también acciones encubiertas que hoy vuelven a ser noticia y amenazan con hacer escalar el conflicto a otras dimensiones.

Sabotaje en el Báltico. Más allá de los cruces retóricos agitados en los últimos meses en torno a una posible derivación de esta guerra en un conflicto nuclear, el sabotaje a los gasoductos Nord Stream 1 y 2, destinados a llevar gas natural desde Rusia a Alemania y el resto de Europa, volvió a ser portada de diversos medios en estos días por una investigación periodística.

Seymour Hersch, ganador de un Pulitzer en 1970 por sus trabajos sobre la Guerra de Vietnam, publicó en The New York Times que las averías sufridas por los estratégicos ductos en el mes de septiembre pasado, se debían a una acción de sabotaje en la que intervinieron buzos de la marina de Estados Unidos, colocando en julio los explosivos, y Noruega, detonándolos dos meses después.

La operación secreta –que el gobierno de Joe Biden y el secretario general de la Alianza, el noruego Jens Stoltenberg niegan– se habría concretado durante ejercicios militares que la Otan realizó en 2022, como cada año, en el Mar Báltico. Rusia, que denunció el hecho como un acto de terrorismo internacional, espera que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se pronuncie esta semana, entre el miércoles y viernes, sobre el hecho.

El Nord Stream 2, emprendimiento conjunto entre Rusia y Alemania, se había concluido en 2021 para ampliar el suministro de gas a Europa que ya se hacía a través del Nord Stream 1. Tras el inicio de la guerra en Ucrania, el canciller alemán, Olaf Scholz, canceló la puesta en marcha del nuevo gasoducto y el papel de Estados Unidos para el abastecimiento de gas en el Viejo Continente creció de modo sustancial.

Como en cada guerra hay quienes obtienen grandes ganancias entre escombros y tumbas de inocentes. La industria armamentística prueba nuevos modelos y el negocio de la reconstrucción espera que las balas se silencien para dar paso a una tarea que estiman que demandará más de 200 mil millones de dólares. Por lo pronto, el Fondo Monetario ya prepara un 10 por ciento de ese monto para un primer préstamo a Kiev.

Final incierto. Ha pasado un año ya y los misiles y las bombas siguen cayendo. Putin, al que diversas fake news auguraban escasos meses o semanas de vida, sigue en pie. Zelenski visita países que le prometen apoyo para seguir sosteniendo los combates aunque no todos se entusiasman con su urgencia de ser aceptado como miembro de la Otan y la Unión Europea.

Suecia y Finlandia golpean también la puerta de esa Alianza ante la renuencia de integrantes que se oponen, como Hungría y Turquía.

Las negociaciones y los negocios, públicos y secretos, se reflotan con este aniversario que quizá devuelva a las portadas de los medios de información los rostros de angustia de más de siete millones de desplazados o el miedo de quienes sobrevivieron hasta aquí sin poder huir. No aparecerán tal vez los más de 141 millones de pobres que el mundo sumó este año a raíz de la crisis energética derivada de la guerra. Ni los que perecerán en hambrunas por crisis alimentarias agravadas.

Mientras, algunos de esos medios especulan por estas horas con quién está ganando o proyectan a futuro un nuevo mapa con nuevos trazos y actores de fuste. 

Mientras, el canciller chino, Wang Yi, dice que su país prepara una “iniciativa de paz” para que el mundo no se sumerja en una nueva Guerra Fría y la Otan replica que si gana Putin lo de Ucrania puede replicarse al este de Asia.

Mientras, expertos que no fueron capaces de predecir la magnitud de este conflicto, auguran que lo peor está por venir. Ojalá vuelvan a equivocarse.