
Han sido enormes las conquistas feministas desde que se conmemora el primer día internacional de las mujeres trabajadoras. Han transformado nuestra sociedad y sobre todo nuestros hogares, una verdadera revolución en ‘las casas’. No obstante, los contextos cambian y demandan que reinventemos este paro internacional feminista y que lo situemos. En argentina sabemos bien de adversidades, no obstante siempre es un panorama distinto al cual enfrentarse y que además tiene un impacto diferencial en nosotras.
La profunda crisis económica que atravesamos, con una inflación del 100 por ciento pero con aumentos en alimentos y productos de canasta basica superior a esa cifra, la desconcertante situación de subempleo y precarización, porque pese a tener dos o tres trabajos no superamos la línea de pobreza y el miedo de no saber si llegamos a fin de mes o cuál será el próximo aumento, pero también la brecha en la tasa de desocupación entre hombres y mujeres jóvenes es más del 5 por ciento y si de población trans se trata, la vulnerabilidad es mayor, a tal punto que el 90 por ciento de las mujeres trans subsisten ejerciendo el trabajo sexual.
A su vez, estudiamos más, somos mayoría entre quienes egresan en este país, pero seguimos teniendo una brecha del 26% en los salarios con respecto a los varones.
Y la mayor de todas las desigualdades: más del 70 por ciento de las tareas de cuidado, esas que no son reconocidas ni remuneradas, como la crianza de hijos e hijas, el cuidado del hogar, la atención de personas con discapacidad o de personas mayores recae sobre nosotras, determinando trabajos y profesiones más precarias, con menor acceso al mercado laboral. Ni hablar que al indagar acerca de los hogares que están a cargo de una sola persona, encontramos que son monomarentales.
Además, estamos siempre alertas porque sabemos que sin independencia económica, estamos presas de las violencias que a veces existen en nuestros hogares. Las precariedades de nuestras vidas se suman y sólo son contenidas cuando pudimos tejer redes sociales en centros comunitarios o en organizaciones sociales.
Trabajamos cotidianamente por desmontar el sistema machista y patriarcal que cimenta estas condiciones, pero además miramos con ojos feministas lo que nos pasa y es por eso que este 8 de marzo volvemos a inundar las calles y decimos: ¡El ajuste es violencia! ¡La pobreza es violencia!
Dijimos ‘No al Acuerdo con el FMI’ porque consideramos que la primera deuda de los gobiernos es con nosotras y nosotres. Hemos presentado la iniciativa popular en el Congreso de la Nación para el congelamiento de precios y tarifas.
Nuestra experiencia de lucha feminista es que la participación construye derechos, por eso este 8 de marzo marchamos contra la precariedad de la vida y la falta de salarios dignos, contra las brechas y desigualdades, y contra el ajuste que es violencia.
MuMaLa- Libres del Sur