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ANÁLISIS

Pymes y clase media: ¿el desafío de la movilidad ascendente es un mito?

Los argentinos de clase media y baja hacen todos los esfuerzos para llevar la roca a la cima de la montaña, pero antes de lograr el objetivo algo sucede y el peso e inercia de la piedra los arrastra a una situación peor, a la del punto de partida.

13-4-2024-Pymes
. | CEDOC PERFIL

Argentina se presentó desde el momento de su ordenación política, económica y social (en las últimas décadas del siglo XIX), como una tierra de crecimiento y oportunidades. Personas de todo el mundo, principalmente de países europeos, comenzaron a emigrar hacia América de sus lugares de origen en busca de una mejor calidad de vida y un futuro con mayor prosperidad. Escapaban de la guerra, del hambre, la falta de trabajo y la inmovilidad social.

Argentina prometía lo contrario: oportunidades laborales, abundancia alimenticia y movilidad social. En aquel entonces, nuestro país ofrecía todas las condiciones para progresar y la fuerte ola inmigratoria contribuyó a que la economía argentina se ubicara entre las más fuertes del planeta. Este contexto comenzó a deteriorarse progresivamente a medida que fuimos avanzando en el ciclo decenal involutivo, que comenzó hace unas ocho décadas y nos ha llevado a la situación actual.

De esta manera, el 'sueño argentino' se esfumó. A diferencia del 'sueño americano', que pudo desarrollarse a partir del impulso que le dio el denominado 'New Deal', justo en el momento en que las cosas en Argentina empezaban a torcerse e ir cuesta abajo. Ambos países seguimos el camino opuesto.

El mito de la movilidad social en la Argentina
En estas últimas décadas, las personas consideradas como clase baja luchan por ser clase media, con el riesgo latente de convertirse en indigentes. Lo mismo ocurre con quienes se encuentran en la denominada clase media, al pugnar por ser de clase alta, con el riesgo de descender a clase baja.

En un país con crisis cíclicas, ese riesgo latente lamentablemente se materializa para muchas familias, por lo general cada 10 años. Prueba de ello son los índices crecientes de pobreza e indigencia, y una estrechez progresiva de la clase media.

En otras palabras, y como en el mito de Sísifo, los argentinos de clase media y baja hacen todos los esfuerzos para llevar la roca a la cima de la montaña, pero antes de lograr el objetivo algo sucede y el peso e inercia de la piedra los arrastra a una situación peor, a la del punto de partida.

Lo que ocurre en la mayoría de los casos es que cuando una familia de clase baja se acerca a ser de clase media por un instante, o una de clase media parece alcanzar el status de clase alta, los formadores de precio los bajan de clase, incluso a un nivel más bajo del que estaban, si la corrección es fuerte.

El Estado, en cualquiera de sus formas (nacional, provincial y municipal), a través de los impuestos, tasas y otros instrumentos fiscales, como así también por los salarios de empresas públicas, es formador de precios al igual que algunos sectores privados.

Este ejemplo de lo que ocurre en la Argentina en términos de movilidad social, permite graficar de una mejor manera lo que ocurre en el mundo empresarial.

¿Qué ocurre con las empresas?
El ecosistema productivo argentino está determinado por un gen que induce a despreciar a las pequeñas y medianas empresas. Un sesgo que lleva a tener en consideración sólo a las grandes compañías. Esta percepción puede observarse en las organizaciones a las que aspira a trabajar un profesional recién recibido, que por lo general suelen ser las corporaciones de mayor envergadura.

Una concepción que va a contramano del sistema productivo, teniendo en cuenta que las pymes mueven al mundo, como principales creadoras de riqueza y oportunidades laborales. El problema no es tener el deseo de hacer crecer una organización, sino de querer ser una gran empresa sin tener las condiciones para serlo. Como si existiera un mandato social irrenunciable de tener que superar la condición de pyme, por aquel sesgo que comentaba.

Ese mandato impulsa a muchas pymes a pugnar por ser grandes empresas y crecer para poder lograrlo. Cuando alguna lo logra, las empresas grandes reaccionan compitiendo a nivel global. Un ámbito para el cual generalmente esa mediana empresa no está preparada para competir en igualdad de condiciones. Y aquella empresa vuelve al universo pyme o se vende.

En ocasiones, de acuerdo al impacto de caída, no logran mantener el status previo. Incluso, en algunos casos, las empresas medianas que están creciendo pero no pueden competir en el mundo, son compradas y absorbidas por una de mayor envergadura.

De igual modo ocurre con los emprendedores que pugnan por ser medianas empresas. Pero si no se transforman en empresarios de sí mismos y no superan la etapa de estar sostenidos por uno o varios inversionistas (que hacen de padres), corren el riesgo de subir artificialmente. Y cuando no funciona el negocio, vuelven a caer a su status de compañía pequeña (si es que no desaparecen en el proceso). Es sabido que cuando no se puede sostener el ascenso, la caída puede ser estrepitosa. Lo cual aplica en ambos casos.

Algunos aspectos a tener en cuenta
La clave pasa por saber si una empresa cuenta con las condiciones y la genealogía necesaria para poder crecer y competir con el segmento de empresas al cual aspira a llegar, ya que son muy pocas las compañías que logran constituirse como grandes empresas, y cuentan con las características necesarias para poder hacerlo y sostenerse en esa categoría. En este punto, la competencia es un aspecto clave. Más aún en Argentina, donde no tenemos la costumbre de competir. De hecho, gran parte de las empresas no quieren competir y no les gustaría hacerlo.

A nivel mundial, por el contrario, cada persona y cada empresa saben hasta dónde pueden llegar y viven felizmente, de acuerdo a sus ingresos o lo que generan, y a lo que realmente podría lograr. Compitiendo.

Lo importante es tener en cuenta que la competencia real es con uno mismo y consiste en ir superándose día a día. Comprendiendo que cada uno puede ser la mejor versión de uno mismo y que tratar de parecerse a otro puede ser una utopía. Una utopía que si se toma en serio y como realmente posible, puede traer consecuencias complejas para el desarrollo y subsistencia de la empresa.

(*) Experto en negocios y empresas familiares
Consultor, asesor, capacitador, columnista y escritor.