Hay una máxima que siempre les repito a quienes requieren mis servicios: “Es preferible tragar sapo que hacer sapo”. Tantos años de prédica han hecho extensiva esta sentencia y hoy toda la clase política la aplica sin miramientos. Como buenos profesionales que son, pueden abrazarse con el enemigo y acusar de traidores a sus íntimos, aunque sin faltarles el respeto… a las encuestas. Bien sabemos que son el único indicador al que cualquier candidato debe atender, por encima de la inflación, la cotización del dólar o los resultados que se tienen que dar para que Argentina pase a la siguiente ronda en la Copa América. Una vez cumplido el ritual de la presentación de las listas, ahora viene lo mejor de la campaña. Las chicanas, los insultos, las fake news, los carpetazos, las escuchas telefónicas y todo ese arsenal de golpes bajos del que tanto disfrutamos los asesores de la clase dirigente. Gracias a nuestras instrucciones, aquellas aburridas sesiones de comité, aquellos mitines en los que solo se escuchaban marchitas partidarias, se han convertido en un deslumbrante espectáculo mediático, disfrutable desde el hogar o desde el lugar de trabajo, tan solo interactuando con el teléfono. Pero nuestra contribución no ha terminado ahí. Algún día nos agradecerán por haber introducido en la política a figuras del espectáculo y del deporte, quienes con su colorido han desplazado a aquella militancia en blanco y negro del siglo 20. Que en los programas de chimentos ahora también se preocupen por los avatares de la política nos llena de orgullo, porque significa que llegamos al hombre común, al ciudadano de a pie; a ese que no sabe a quién va a votar para Presidente, pero discute como un erudito los fallos del jurado de ‘Corte y confección’. Lo reconozco, nos falta procurar una mejor llegada entre la juventud. Los chicos no escuchan ni a los padres, ni a los profesores, ni a Siri, ni a las indicaciones de la gallega del GPS. Para c ombatir ese déficit hemos iniciado una experiencia piloto con candidatos que han aprendido a rapear sus discursos sobre una base de trap, hablando como puertorriqueños. Practicamos sobre todo con las palabras que más les cuesta pronunciar, como “expoltaciones” o “invelsiones”. Hemos trabajado con focus groups y notamos un cambio en el auditorio: algunos pibes llegan a concentrar su atención en la arenga electoral durante más de 5 segundos, una hazaña que no consiguen ni siquiera las publicidades previas a los videos de los youtubers. Para finalizar, una sugerencia gratis dirigida a Cambiemos, Juntos por el Cambio, Cambia Todo Cambia, Cambiame-Cambiate o como quiera que se llamen. Acordaron que el radical Mario Negri vaya de cabeza de lista para que se aplaque el ánimo díscolo que reinaba en la UCR local, pero fue como echarle nafta al fuego. O como mostrarle la bandera de Suecia al Tano Pasman. Más que repetir aquello de “calma radicales”, quienes buscaban evitar que los dirigentes indignados fuercen unas Paso, deberían haber empezado a tratar al actual presidente como el ‘Peludo’ Macri, en referencia a don Hipólito Yrigoyen. Cuando aluden al diputado que supo ser referí, deberían decirle ‘Pocho’ Baldassi, para que inconscientemente se piense en Eduardo César Angeloz. Y al hablar del jefe de Gabinete nacional, yo les diría que lo apoden como el ‘Chino’ Peña, en tácita asociación con el apelativo de Ricardo Balbín. Mediante esta simple táctica de confusión, tal vez ayuden no solo a que el sapo sea ingerido con mayor facilidad, sino que además tenga sabor a salmón rosado. En esto, Hacemos por Córdoba ha dictado cátedra: el gobernador Juan Schiaretti podría haber usado cualquier otra denominación para su propuesta, pero se aferró a la de ‘lista corta’, que es una que a todos nos suena conocida… porque es la que utilizamos ahora cada vez que vamos al súper.