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El humor al poder

Taquigrafía con emojis

17-5-2020-Senado
Instruir a algunos senadores acerca de las sesiones virtuales, fue más difícil que enseñarle a pronunciar bien el español a Anamá Ferreira. | CEDOC PERFIL

En las últimas semanas, he estado trabajando a tiempo completo para algunos de mis clientes que necesitan aprender cómo se deben mencionar ciertas cosas en tiempos de cuarentena. Sobre una “filmina”, les ilustro algunas pautas básicas, como que en lugar de “ir a dar una vuelta” hablen de “paseos recreativos”, que en vez de “mandarse a guardar” opten por referirse al “aislamiento social” y que reemplacen la expresión “pescarse el virus” por “contraer Covid-19”. Pero todo depende de cuál sea el perfil del dirigente: para aquellos que se sienten más identificados con el tono de un Trump o un Bolsonaro, frases como “gripecita” o “virus chino” pueden provocar un golpe de efecto favorable en el electorado.

Otro dolor de cabeza (¡pero sin fiebre!) ha sido el aprendizaje del manejo de las herramientas tecnológicas por parte de concejales, legisladores, diputados y senadores, que de repente se han visto conminados a actualizar los recursos que tenían a su disposición. En el caso de algunos miembros de avanzada edad de la Cámara Alta, que no voy a individualizar por cuestiones de ética profesional, pretendían realizar videollamadas desde una PC Commodore 64 o desde un Nokia 1100. Con ellos, llegar a la explicación de cómo debían hacer para pedir la palabra y para votar durante las sesiones virtuales, fue un proceso más difícil que enseñarle a pronunciar bien el español a Anamá Ferreira.

Por supuesto, en este tipo de debates se pierden algunos condimentos picantes como las chicanas o los guiños y gestos cómplices entre bancadas, pero algunos ya han propuesto que se ponga en funcionamiento un chat con emojis, en paralelo a la visualización de la pantalla principal. Aunque la idea tuvo una aceptación generalizada, los taquígrafos pusieron el grito en el cielo, ya que aducen que las hojas donde toman nota quedarían así sembradas de caritas sonrientes, de pulgares arriba, de dedos mayores levantados y de un arsenal de íconos visuales muy difíciles de reproducir con una birome y un papel.

De todas maneras, hay que reconocer el esfuerzo que han hecho nuestros representantes para adaptarse a las circunstancias y garantizar el funcionamiento de los cuerpos legislativos, cuyo rol es fundamental en el sistema democrático, porque… ¿qué sería de la república sin aquellos que levantan su mano como si la tuvieran enyesada cada vez que el Ejecutivo envía algo para que sea aprobado? No se concibe un sistema constitucional que pueda sobrevivir sin la garantía de esa independencia de poderes, en la que cada uno de los tres, casualmente, está de acuerdo con los otros y saca adelante iniciativas sin derecho al pataleo.

En lo que van a tener que esforzarse un poco es en la coordinación de la salida de la cuarentena, porque al paso que vamos, necesitaremos un vademécum para saber cuándo nos toca ir a buscar pan, cuándo nos corresponde ir a la peluquería, cuándo tenemos que ir al súper y cuándo estamos autorizados a ir a la ferretería para ver si tienen el coso que va metido dentro del cosito y que se enrosca con esa cosa más grande. Yo ya tengo la agenda del teléfono saturada de alertas para sacar a pasear el perro, para  hacer trámites en el banco y para ir a comprar un slip nuevo y un par de pantuflas, que es la vestimenta más utilizada en estos días, además de los buzos y los pantalones de jogging salpicados de manchas de pintura.

Más allá de estas vicisitudes hogareñas, lo que estoy viendo en la realidad nacional es un crecimiento de la figura de los vices, a los que se solía relegar como meras figuras decorativas, cual si fueran los enanitos de jardín en la política. A la fuerte presencia de Cristina Fernández como vicepresidenta, ahora se suman las constantes apariciones del vicegobernador Manuel Calvo y del viceintendente Daniel Passerini.

Esto bien podría inspirar la revalorización de otros personajes opacados en su protagonismo, como Sancho Panza, Robin, Bernardo, Dodó, Burruchaga, Pichichus, los Susanos y hasta el propio Watson, a quienes la historia ha condenado a un injusto segundo plano. Tal vez la pandemia, entre otras consecuencias, promueva que los segundos puedan ser primeros… aunque más no sea por un rato.