El resultado de las elecciones PASO hizo que mejorara la percepción sobre la economía en la sociedad cordobesa. Según una encuesta hecha en agosto en la provincia, por las consultoras D’Alessio Irol y Berensztein, un 64% piensa que está mejor que en 2016 y un 70% que dentro de un año será más positiva su situación. En julio, 49% consideraba que era mejor que un año atrás, 47% que era peor y 64% estimaba que mejoraría en los siguientes 12 meses.
Desde los búnker políticos, los estrategas tienden a leer estos resultados como un reflejo de que “la economía ya no es tema de preocupación” o, lo que es más arriesgado aún, que “la economía ya es materia aprobada”.
Lo cierto es que la economía comenzó a dar sus primeras señales de reacción, pero la transformación estructural que requiere es tan profunda que aún quedan grandes reformas a concretar. Además, sobreviven importantes desafíos a superar antes de que se pueda hablar de un ecosistema en crecimiento sostenido.
Podemos señalar al menos tres frentes a los cuales estar atentos para comprender el sentido de las tendencias que se aproximan y sus impactos.
Dólar no encuentra piso. Esta semana, la divisa verde ya perforó la base de los $17 cuando paralelamente el gobierno nacional presentó el Presupuesto 2018 con un dólar promedio de $19,30. Esta brecha entre lo que muestra la realidad y lo que es deseable macroeconómicamente marca la magnitud del problema.
Lo que está pasando es que los inversionistas buscan pesificar sus carteras para aprovechar las tasas de interés que ofrece el Banco Central. La consecuencia es un tipo de cambio atrasado que perjudica a la actividad productiva; en particular, a la exportación. Para la economía cordobesa este es un factor de alto riesgo.
“El atraso cambiario genera pérdida de competitividad, por mayores costos en dólares. El impacto es diferente en cada sector, e incluso entre distintas actividades dentro de un mismo rubro”, afirma el economista Gastón Utrera, de Economic Trends. Y ejemplifica: “Si hoy tuviéramos el tipo de cambio real alto de fines de 2007, los costos en dólares serían 44% más bajos en centro de contacto y software, 35% más bajos en autotransporte de cargas y casi 20% más bajos en actividades metalúrgicas como mecanizado”.
Presión fiscal. Está poniendo en riesgo a los motores del empleo. El peso de la carga impositiva global que hoy llega al 42%, se prevé baje al 33% en un período de cinco años, anticipó el ministro de Hacienda de la Nación, Nicolás Dujovne.
Aun haciendo ese esfuerzo quedaremos entre seis y siete puntos por arriba de la presión impositiva que tienen economías vecinas, como Uruguay o Chile.
El gobierno nacional no se puede comprometer a hacerlo más rápidamente porque –lo admitió esta semana– antes debe ajustar el gasto en $100.000 millones. Las provincias tampoco pueden acelerar el paso hasta no saber cómo quedará el régimen de coparticipación y logren hacer su propio ajuste. Tendrán resto las Pymes para esperar el reacomodo del sector público?
Según un estudio del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) que circuló en los últimos días entre asociados de la Cámara de Micro, Pequeña y Mediana Empresa (MPM), entre diciembre de 2015 y septiembre de 2016, las empresas grandes de más de 2.500 empleados redujeron personal a una tasa mensual de 9,30%; mientras que las Pymes, de entre 101 y 2.500 trabajadores, mostraron una tasa de despidos de sólo 1,01%. Este último segmento de empresas es el que está amortiguando la situación laboral y, por ende, social; pero, probablemente ya sin mayores márgenes de acción.
“La presión impositiva que soportan las Pymes es tan grande que aún aquellas que se han modernizado tecnológicamente no logran morigerar la caída de la rentabilidad”, advierte la Fundación Observatorio Pyme.
Competitividad. Desde el retorno de la democracia, en 1983, el PIB aumentó en la Argentina a un ritmo de 2,2 % anual acumulativo. Este año, en medio de un gran optimismo, se espera un 4%, y para el próximo un reacomodo a la baja: 3,5%. Para superar la pobreza, el país debiera crecer al 6% anual, durante una década.
En los últimos 35 años, Chile vino creciendo a una tasa del 5% anual. ¿Qué diferencias tenemos con el vecino? “Para encontrarlas, conviene focalizar en debilidades y fortalezas de competitividad”, explica Jorge Vasconcelos, Investigador Jefe del IERAL.
Utilizando el ranking del World Economic Forum, los ítems en los que Chile saca mucha ventaja corresponden a Calidad de las Instituciones, Infraestructura, Ambiente Macroeconómico, Eficiencia del Mercado de Bienes y de Trabajo, Desarrollo del Mercado Financiero, entre otros.
Según Vasconcelos, “la agenda para el día después de las legislativas de octubre necesita incorporar estas referencias, ya que sin competitividad no podrá asegurarse el crecimiento. El desafío es de una magnitud incomparable con el hecho de estar o no en Rusia 2018”.