Ester Martínez tiene 76 años y una vitalidad envidiable. Con cuatro hijos varones, 10 nietos y cuatro bisnietos, quedó viuda hace 12 años y se jubiló como directora de escuela hace nueve.
Nacida en la ‘República de San Vicente’, hizo una tecnicatura en comunicación y turismo, viajó a Europa, Estados Unidos y Canadá, y ahora se encuentra haciendo la licenciatura en Ciencias de la Educación. “La vida está para disfrutarla y para hacer cosas. Y yo quiero hacer cosas”, dirá en la entrevista.
Hace poco menos de un año se le ocurrió que los saquitos de té vacíos podrían ser la ‘tela’ que buscaba para plasmar sus pinturas.
Habló primero con la empresa La Virginia pero no tuvo éxito. En cambio encontró las puertas abiertas en Vélez, una empresa familiar que la recibió inmediatamente y se entusiasmó con la idea.
“En Vélez estaban en un proceso de querer cambiar el formato de sus cajas y buscaban algún artista; yo iba con la idea de que me ayudaran a editar un libro que mostrara lo que estaba haciendo y se creó una relación muy linda de afecto, más allá de lo económico”, recuerda la artista que diseñó los sobrecitos que saldrán al mercado en diciembre.
Embarcada en el proyecto de pintar su obra en este formato tan particular, empezó a buscar una editorial. Así llegó a Editorial Babel, que editó Historias mínimas... y una taza de té, presentado en septiembre pasado, en la Feria del Libro.
“Fue una búsqueda para mí, y de pronto encontrar un espacio tan pequeño, me pareció que era una tela que yo podía utilizar. Hice algunas pruebas y cuando vi los resultados el proyecto fue tomando cuerpo; entonces empecé a pensar qué cosas podía decir a través de eso. El libro cuenta la historia del saquito de té, tiene una mirada sobre el siglo 20 -que es el siglo en que yo nací-, muestra cómo era la moda, el arte, el trabajo esclavo: todo a través de imágenes”.
Aunque también hay muchos paisajes locales -La Cañada, el palacio Ferreyra, la Catedral o el Panal- Martínez reconoce cierta predilección por el retrato.
Así, en el libro aparecen personajes como la Mona Jiménez o Rodrigo y el infaltable humor cordobés con el negro Álvarez, Cacho Buenaventura, Doña Jovita y el flaco Pailos.
Pintando en saquitos. Hechos de fibra de papel, el proceso empieza con la artista tomándose el té ya que la ‘tela’ es reciclada. “Luego los hago secar y después de recortarlos, los vacío y los limpio. Esa es mi tela. Es increíble la resistencia que tiene: podés dibujar y borrar. Yo utilizo acrílico porque seca rápidamente”, explica.
El tiempo que le demanda el trabajo depende de la imagen a plasmar ya que hay algunas más simples y otras más complejas. “Algunas me llevan unas dos o tres horas. Hay réplicas de pinturas famosas como Vincent Van Gogh, Frida Kahlo, Pablo Picasso o Quinquela Martín”.
En la actualidad, Martínez toma clases con el artista plástico Washington Rivière: “Con él pintamos en óleo. Viene una vez al mes y trabajamos retratos y naturaleza muerta”, dice al tiempo que se entusiasma con su nueva idea: ya está probando tintas para hacer remeras de autor con sus pinturas.-
