CORONAVIRUS
Evitar abusos

Apps de delivery con nuevas regulaciones

En la Ciudad de Buenos Aires se busca combatir a los oligopolios y cuidar al trabajor

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En primera persona: mujeres del delivery. | Unsplash

En la década del ’90 no dimensionamos el futuro que se venía. La llegada de los hipermercados fue recibida a puro festejo: los precios bajos, la concentración de productos y ese aire de paseo –todo podía resolverse con una visita semanal en la que se cargaba el auto a tope- parecían la solución ideal para poner fin al histórico abuso de precios de los almacenes. Pocos años después, cuando estos híper se quedaron con el 70% del mercado, se desnaturalizó la venta de alimentos. Los precios volvieron a las nubes con criterios incluso inmobiliarios: varían según el lugar que el producto ocupa en las góndolas. Delegamos el segmento a un oligopolio –hoy parcialmente roto por los chinos y por la aparición de supermercados menores- y, mientras tanto, llevamos años debatiendo cómo la comida puede llegar a ser tan cara en un país tan barato como la Argentina.

Apps de delivery en cuarentena: más pedidos, poca protección y temor al contagio

Con el cambio de siglo volvieron los festejos: MercadoLibre se posicionó como una empresa fantástica que da a cualquier persona la posibilidad de comprar y vender lo que quisiera sin moverse de su casa siempre que tuviera una conexión a internet. Hoy, consolidada como el único jugador de relevancia en ese segmento, cobra comisiones de hasta 35% del valor del producto, lo que termina encareciéndolo. El mismo efecto de la góndola se trasladó al mundo virtual.

La pandemia expandió la explosión de un nuevo servicio: los llamados de delivery de última milla. Esas aplicaciones que permiten que una persona con una caja característica y reconocible pueda ir caminando, en bicicleta o en moto a un comercio, recoja lo que compró el usuario final y se lo lleve hasta su casa. El formato tiene múltiples ventajas: permite a los comercios de barrio expandir su alcance y en los tiempos de aislamiento, en particular durante los primeros días, fue clave para facilitar la compra de productos esenciales cuando colapsaban las páginas web y los sistemas logísticos de los supermercados.

Desde el punto de vista de los trabajadores, se exige, por ejemplo, que la app proteja a sus repartidores, entregándoles de manera gratuita la ropa, el casco y la caja

Esta vez, en lugar de festejar apresuradamente, decidimos aprender de las experiencias anteriores apenas se encendió la luz amarilla. Este formato, que comenzó con comisiones del 18%, saltó hasta casi el 35% en cuarentena, presionando a comercios absolutamente dependientes de la modalidad y al borde de la quiebra. Los resultados quedaron rápidamente a la vista: la misma hamburguesa que en un local se consigue a 400 pesos, en la app figura a 550. El recargo del sistema pasa al consumidor y la inflación queda en manos de la concentración de la renta.

Por eso, desde la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, propiciamos y aprobamos una regulación que apunta a evitar abusos en diversas direcciones. Desde el punto de vista de los trabajadores, se exige, por ejemplo, que la app proteja a sus repartidores, entregándoles de manera gratuita la ropa, el casco y la caja (en especial si tiene una publicidad de la empresa) y haciéndose cargo de los seguros correspondientes. Desde la óptica de los comercios, se retrotrajeron las comisiones al 20 de marzo y se dispuso una cláusula que advierte que podría suspenderse la actividad de la aplicación si ejerce prácticas anticompetitivas o se cartelizan.

Se trata de la primera vez que la Ciudad emite una norma para poder combatir a los oligopolios. Eso sí es motivo de festejo.

*Diputado LCABA (Partido GEN).