“En el umbral del Proceso, no había evasión posible. Esas canciones, en todo caso, formaban una cuerda de equilibrista para caminar sobre el naufragio”, escribe Martín Graziano en Tigres en la lluvia, el libro dedicado a “El jardín de los presentes”, el tercer disco de Invisible. En esa dialéctica entre estar presente y ser invisibles, la banda liderada por Luis Alberto Spinetta entonaba como súplica o refugio: “Parado estoy aquí, esperándote. Todo se oscureció. Ya no sé si el mar descansará”. Era 1976.
Antes, en 1973, el mismo año en que el peronismo regresaba a gobernar el país de la mano de Héctor J. Cámpora, Pescado Rabioso, la banda conformada Spinetta, David Lebon, Black Amaya y Carlos Cutaia, se separaba. A partir de entonces “El flaco” se junta con Pomo Lorenzo y empiezan a pensar la posibilidad de armar un trío bien rockero. Machi Rufino, que al igual que Pomo, venia de tocar con Pappo, recuerda que el día que Spinetta lo fue a buscar para armar lo que sería Invisible “tocó el cielo con las manos”.
En ese entonces los dos estaban prestándole atención a Cream, Black Sabbath, Led Zeppelin y Jimi Hendrix Experience. A la par el clima social era de una violencia in crescendo agobiante. “Una de las cosas que me quedaron grabadas es cuando me llevaron en cana por averiguación de antecedentes y vi un cadáver en el patio de la comisaria, manando sangre. Un tipo de unos treinta años, tirado boca abajo sin siquiera un manto, con un par de agujeros de bala y, a su alrededor, una especie de lago de sangre. Esas cosas me marcaron, sin dudas. Con esa sangre allí, ¿qué podía haber? Yo me veía ahí, en el patio, cagándome de frío, y me preguntaba: ¿Qué hago acá? ¿Qué pasa?”, recordaba el propio Spinetta.
Ahora a 46 años de aquel último disco, se lanzó la segunda edición de Tigres en la lluvia de Martín Graziano, editada por Vademécum, una versión ampliada del libro que había salido en 2017. El autor también escribió Cancionistas del Río de la Plata. Después del rock: una música popular para el siglo XXI (Gourmet Musical), Estación Imposible, Expreso Imaginario y el periodismo contracultural (Gourmet Musical), entre otros.
Despedir a Luis Alberto Spinetta
En febrero 2012 Graziano se encontraba en plena preproducción de la película “Charco, canciones del Río de La Plata” de la que fue guionista y productor periodístico. Mientras discutía en un auto con Carla Sanguinetti, productora del filme y Andrés Mayo, productor ejecutivo, y el músico Pablo Dacal, sobre cuáles serían los próximos rodajes, uno de ellos recibe llamado. Se escucha un “¡No!”. Luis Alberto Spinetta había muerto.
La onda expansiva de esa pérdida hizo que todos se bajaran del auto y siguieran su camino separados. “Me tomé el Plaza para volver a La Plata desde Capital. Llegué, me fui el chino de a la vuelta y me compré un whisky. Eran las 6 o las 7 de la tarde, era de día porque además era febrero. Entré, serví whisky, puse 'El jardín de los presentes', empezó y me largué a llorar como un nene”, recuerda el autor.
El detalle no menor es que el rodaje que estaban planeando en plena discusión en el auto, era el de Vera Spinetta cantando “Quedándote o yéndote”, escrito por su padre. “Estábamos todos como diciendo bueno, no se va a hacer y ella fue quien decidió hacerlo igual; habían pasado diez días de la muerte de Spinetta”, recuerda Graziano.
Vera cantó acompañada del músico Fer Isella y con solo tres personas del equipo de producción. De ese momento Graziano recuerda: “Durante la grabación estábamos todos en una especie de gran comunión, de concentración, digamos como conteniendo el aire, pero, justamente la canción que tocó es de dejarse ir también, de entregar y dejarse ir de comunión con el mundo que en un punto para mí la música de Spinetta es eso”.
Salirse del algoritmo: tres años consecutivos, tres discos diferentes
Invisible duró desde 1974 a 1976, recién en el último año modificó su formación con la incorporación de Tommy Gubitsch. Cada uno de los discos: "Invisible" (1974), "Durazno Sangrando" (1975) y "El jardín de los presentes" (1976), es muy diferente del otro. Mientras que el primero es más rockero - blusero, el segundo es más progresivo experimental y el tercero es una vuelta a la canción con pinceladas tangueras.
¿Qué explica tantos cambios en tres discos de una misma banda realizados en tres años consecutivos? Hay algo de sonido de la época -en el ’73 también salía The dark side of de moon de Pink Floyd, por ejemplo-, pero también se puede hacer una aproximación sociológica.
En aquellos años pre internet, los estímulos a los que estaba expuesta cada persona eran más aleatorios que en la actualidad, más allá de que siempre existieron los circuitos, los grupos de pertenencia, un modo de escuchar y de ser generacionales, pero no existían, como ahora, los estímulos programados previamente de acuerdo a la identidad volcada en algoritmos. Las posibilidades de conocer algo diferente eran más amplias y azarosas y eso puede explicar que la misma banda creara obras tan disimiles de un año a otro, claro que con una línea conductora por la forma de tocar y componer.
Tommy Gusbitsch, el ingreso disruptivo
“Luis era un tipo extremadamente inteligente e intuitivo. Mi relación con la música tanguera era manifiesta, clara y estaba muy presente. Lo vio clarísimo y era lo que esperaba de mí: ese aporte, ese costadito como de acá con lo que él reanudaba en una forma aparentemente menos ambiciosa. Era la época en la que se hacían temas que duraban todo el lado de un disco, pero la necesidad era volver a la canción y a cosas aparentemente más simples. Creo que la vigencia de ese disco tiene que ver justamente con eso. Luis quería retomar lo que ya era: un gran compositor de canciones” cuenta Gubitsch en Tigres en la lluvia.
Sin embargo, aunque Spinetta tuviera ganas de incorporar lo que le interesaba en la música, su público se resistía. Durante el show en el Luna Park de 1976 cuando Juan José Mosalini se disponía a tocar el bandoneón comenzaron los silbidos. “Hay que abrir las cucas, muchacho”, se quejó Spinetta, según detalla el libro. Pero la cosa no terminó ahí, Mosalini recibió un monedazo en la frente que lo dejó sangrando. Spinetta se dirigió al músico y le dijo: “Mandate y tocá media hora si querés, hacé lo que quieras, reventalos a todos”.
Mientras tanto Invisible iba dejando de fluir como hasta entonces, la banda obtuvo mucho éxito, en relación a lo que se esperaba en aquellos años, la figura de Luis Alberto era endiosada y la situación generaba ruido hacia el interior. Además, el ingreso de Tomás, aunque no había sido a la fuerza, empezaba a transformarse en una razón para que la convivencia ya no cuajara.
Al entonces joven Gubitsch las tensiones en el grupo no llegaban a afectarlo. “Al final del primer Luna Park supe que mi padre tenía leucemia en un estado avanzado. En aquel momento no había tratamiento posible. Toda la época de Invisible estuvo marcada por ese hecho, que jamás compartí ni comenté con los otros tres miembros del grupo. Todos los problemas, ya sean personales, de egos (…) no tenían la menor importancia: yo tenía 18 años, mi viejo se estaba muriendo y yo iba a verlo al hospital antes de los ensayos preguntándome cuál sería nuestra última conversación”, cuenta en el libro.
Miguel Grinberg
El pasado 4 de marzo falleció Miguel Grinberg, poeta, escritor y uno de los periodistas fundamentales en la historia de rock nacional. Martín Graziano reflexionó al respecto: “Le tendría que haber dedicado el libro a él. Es una persona de referencia, la primera persona que yo entrevisté para este libro fue a Miguel y también fue la primera persona que entrevisté para el libro del Expreso y al que le pedí el prólogo del libro de Cancionistas fue a Miguel. Miguel, a diferencia de muchos, era un activista más que un periodista, aunque también ejercía el oficio”.
“Aunque no fue tan trascendente en esta etapa de Spinetta -él estuvo muy vinculado durante la presentación de Artaud-, pero con Invisible no tuvo mucho contacto porque no tenía mucha relación con Pomo y Machi”, aclara el autor. Sin embargo, destacó: “inmediatamente después de que cierra la historia de Invisible la primera entrevista que da Spinetta es a Miguel, que es la que aparece en Cómo vino la mano”.
“Es una entrevista tremenda; la entrevista a Spinetta es un poquito después de año nuevo del ‘77, está Dante recién nacido y hay como un ulular de patrulleros en las calles. Spinetta con un estado de ánimo…medio te das cuenta que era una cosa como biliosa, tirando mierda para todos, estaba muy enojado. No solo lo frustró la experiencia de Invisible, si no del rock y él pone como un coto ahí”.
“Al final de Invisible fue completamente cortar y de hecho todos los músicos con los que se va a relacionar a partir de allí no son músicos de la extracción rockera: Leo Sujatovich, Diego Rapoport, Pedro Aznar, vienen como de otro núcleo. Eso de un modo viene desde la incorporación de Tommy Gubitsch: Tommy, era muy chiquito, de otra generación, de una segunda generación, que no había segundas generaciones en el rock todavía”.
El mes de Invisible
Este mes, además de la segunda edición de “Trigres en la lluvia”, la discográfica Sony lanzó el disco-en formato vinilo y cd- del material grabado en los shows de Invisible de los días 21 y 22 de noviembre de 1975 en el Teatro Coliseo.
De aquellas noches de noviembre del ’75 se rescataron dos temas del primer álbum como “El diluvio y la pasajera” y “Azafata del tren fantasma”, las dos canciones de uno de sus simples: “Oso del sueño” y “Viejos ratones del tiempo”, más “Durazno sangrando” y los, por ese entonces, adelantos de “El jardín de los presentes”: “Perdonado (niño condenado)” y “Que ves el cielo”.
Rock y ficción
“Martín Graziano logra algo inaudito: para dar cuenta de un fragmento de la historia de Invisible, hace que su prosa se vuelva invisible. De esa mimetización surge un libro poderoso donde sentimos que no estamos leyendo sini viviendo los acontecimientos que marcaron a una banda y una época intensa”, dice Fabián Casas en la contratapa del libro.
El autor, además de libros sobre música publicó en 2019 un libro de ficción titulado Sanputa y actualmente se encuentra escribiendo una novela cuyo escenario, justamente es la escena de la contracultura de los sesenta y setenta.
“El jardín de los presentes era esa vela. A la sombra de la historia, sus canciones de tres minutos son salmos. Estampitas para poner en la mesa de luz junto a las fotos de los afectos. El disco era un misal para los muchachos que, mientras esperaban el colectivo en la noche honda del Proceso, inventaban sus propias ceremonias y les infundían su propia vida. Así palpita el dios que fuiste”, concluye Tigres en la lluvia.