CULTURA
Murió a los 97 años

Carlitos Balá: del "dictador honesto", la censura y la patota cultural al reconocimiento unánime

El cómico fue considerado un ícono de los tiempos de la dictadura militar, pero también sufrió la censura en aquellos tiempos. Opiniones controvertidas y ocaso de un estilo de hacer humor.

Homenajes a Carlitos Balá 20220923
Carlitos Balá | Facebook Carlitos Balá oficial

Los homenajes y la unanimidad en el reconocimiento a Carlitos Balá parecen monolíticos. Y no solo por su muerte, sino que ese reconocimiento unánime lleva varios años. Sin embargo, esto no siempre fue así. Bueno, como siempre pasó en la Argentina.

Es que el humor “sano y familiar” que siempre caracterizó el cómico nacido en el barrio porteño de Chacarita, tuvo sus años de esplendor y de mayor éxito en la década del '70. Programa de televisión, películas, discos, teatro, circo, revista de historietas, muñecos, careta y cuanto producto de “merchandising” (aunque todavía no se lo llamara así) lo tenían en el centro de la escena.

Y esos años, coincidieron con la época más oscura de la sociedad argentina. Fue la época de la dictadura cívico militar que asoló al país.En esos años, Balá, junto a Palito Ortega, fueron protagonistas de algunas de las películas emblemáticas. En 1976 protagonizaron “Dos locos en el aire”, una tierna historia de amor y de humor donde Angel Magaña y Palito formaban parte de la Fuerza Aérea, simpáticos, exigentes y con sentido del deber (¿obediencia debida?), pero "nobles".

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Después fue el turno de “Brigada en acción”, en 1977. Hoy da escalofríos pensar en las brigadas de la dictadura y su accionar. Pero con Balá y Palito, conscientemente o no, fueron parte de un “blanqueo” del accionar de las fuerzas policiales, que en la película tenían honor, ética y un poco de humor.

En aquellos tiempos, paradojas nacionales que nunca faltan, Carlitos también sufrió la censura. En su programa de televisión, entre otros personajes, empezó a hacer un nene travieso, inquieto, que le repetía a Lita Landi “Mamá, cuándo los vamos?”. Pues bien, eso fue considerado como “mal ejemplo” para los niños por algún censor de la dictadura y Balá tuvo que dejar de hacerlo.

Con la llegada de la democracia en la década del ’80, Balá fue cuestionado por su trabajo en esos años oscuros y el mensaje implícito que pudo dar. Quizá por eso, contó en varios reportajes que le gustaría hacer algo completamente diferente a lo que acostumbraba. Años de reconocerse por el flequillo característico, proponía hacer una película de cárceles, con un personaje pelado completamente, quizá inspirado en el Kutz de Marlon Brando en Apocalypse now, dirigida por Francis Ford Cóppola.

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También por esa época, repetía un concepto que estaba bastante arraigado en ciertos sectores de la sociedad, que empezaban a conocer los horrores de la dictadura. “Necesitamos un dictador honesto”, una idea horrible, paternalista y antidemocrática, que entendía que la sociedad no estaba preparada para votar, y que necesitaba un autócrata para regir sus destinos, pero que no cometiera crímenes de lesa humanidad ni fuera corrupto.

Con la democracia, su popularidad fue perdiendo fuerza. Algunos pensaron que “había caído en la volteada” de la llamada “patota cultural alfonsinista”, un eufemismo para explicar por qué algunos personajes populares durante los años más duros de la dictadura, fueron perdiendo lugar en los tiempos de la democracia. Muchos pusieron el grito en el cielo alegando que eran "censurados".

El paso del tiempo y los cambios sociales son inexorables. También es cierto que su humor fue cada vez más infantil. Balá había comenzado como un humorista para todos, pero con los años se había dedicado más al público más chico. Y lo que le causaba gracia a un nene de 10 años en 1978, a los que tenían 10 en 1985 ya no los divertía.

Su trabajo fue cada vez más “de nicho”, cada vez más apuntado a los más chiquitos, de ahí su famoso “Chupetómetro”, por el que alguna vez quisieron pagarle las empresas fabricantes de chupetes para que “corriera” la edad en que los chicos debían dejarlo, a lo que se negó terminantemente: “Estamos hablando de la salud de los pibes…”, respondió.

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Los cuestionamientos fueron quedando en el olvido y volvió la unanimidad en el reconocimiento de su arte y de su forma de hacer reír. Ya no fue primera figura, pero sí invitado especial en infinitos proyectos para chicos y para grandes. Lo invitaron desde Piñón Fijo y Panam hasta Tato Bores y Julián Weich. Fue reconocido por las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires y del club de su barrio, Chacarita Juniors, del que fue un gran difusor, aunque conoció la cancha cuando pintaron un mural en su honor, hace pocos años.

Con Carlitos Balá se va definitivamente una época, una forma de hacer humor, un prócer del arte popular que dejó chistes y frases características que medio siglo después siguen siendo utilizadas y reconocidas por todos los argentinos.