CULTURA
Silvina Ocampo

Cercano Oeste

La librería y editorial City Lights, con sede en San Francisco –la más representativa de la contracultura estadounidense, responsable de publicar "Aullido" de Allen Ginsberg–, continúa ampliando sus horizontes narrativos, esta vez de la mano de la extraordinaria cuentista argentina.

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En octubre, la legendaria editorial y librería estadounidense City Lights –referente indiscutible de la contracultura en ese país– publicará dos libros de Silvina Ocampo, hasta ahora nunca traducidos al inglés. | juan salatino

Hubo un tiempo en el que la literatura se clasificaba en buena o mala. Hubo un tiempo en el que el canon establecía las convenciones de producción literaria aceptada y hubo un tiempo en el que las voces de la razón eran blancas, masculinas y heterosexuales. La literatura estaba dominada por una visión del mundo muy pequeña que demandaba un estilo de escritura específico y estereotipado para cada grupo social. Este contexto literario estaba sostenido por un panorama político que ubicaba a Estados Unidos en el centro del esquema mundial. Después de la Segunda Guerra, el país se convirtió en el mayor prestamista, lo que ayudó a consolidar su economía, convirtiendo su suelo en un terreno fértil, próspero y lleno de “oportunidades”. Solo restaba crear un nuevo paradigma que se adaptara al rol que el país debía asumir en ese momento. El modelo de vida y la cultura oficial promulgaban el ideal de la vida doméstica, que incluía la incorporación de la tecnología a la cotidianidad, el auto como símbolo de pertenencia social y la estandarización de la arquitectura. La imagen de la mujer, reforzada a través de la publicidad, estaba directamente relacionada con la familia y el hogar. La mujer estadounidense de los años 50 sonríe, limpia, espera al marido y cría a sus hijos.

Sin embargo, a mediados de los años 40 aparece un grupo que rechazaba los modelos impuestos por esta sociedad materialista, rígida y poco auténtica. Estos jóvenes, que sentarán las bases de lo que luego se conocería como el movimiento hippie, compartían una idea de cultura diferente y la manifestaban a través de sus escritos, mientras escuchaban jazz, experimentaban con drogas, practicaban la filosofía oriental, ejercían la libertad sexual y recitaban poemas. Así nace la llamada Generación Beat, una filosofía libertaria, visceral, alternativa a los estándares estadounidenses de mediados del siglo XX.

En un principio, el grupo estuvo conformado por Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William Burroughs y Lucien Carr, pero después se unieron otros personajes como Neal Cassady, Carl Solomon, Peter Orlovsky y Lawrence Ferlinghetti. Los beats rompieron con los esquemas sociales, pero también con las pautas de escritura formales. Criticados por T.S Eliot y Truman Capote, estos escritores utilizaban la verborragia como método de expresión dándoles voz a todos aquellos que habían quedado rezagados en el proyecto de orden social estadounidense. Se trata de poesías en verso libre, novelas escritas a partir del fluir de la conciencia, exposición de experiencias personales, descripciones sin prejuicios, mensajes de protesta, prosas espontáneas, caracterización de tabúes, personificación de la marginalidad, exploración de la conciencia espiritual y alteración de la puntuación tradicional.

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En 1955, Ginsberg escribe Aullido (Howl) y Lawrence Ferlinghetti envía un telegrama a Ginsberg en el que, copiando la nota que Ralph Waldo Emerson mandó a Walt Whitman, escribe: “Te saludo al comienzo de una gran carrera. ¿Cuándo puedo obtener el manuscrito de Howl?”.

Sin embargo, pasaría un tiempo hasta que el poema saliera a la luz. Howl fue llevado a juicio por considerarlo una obra obscena; es decir, por poner en relieve las principales fallas del sistema americano. El juicio falló a favor de Ginsberg y de su editor, y en 1956 se publica el poema. Así, la editorial de Ferlinghetti, City Lights Publishers, pasa a convertirse en un emblema de resistencia social y cultural.

El viejo beat

Lawrence Ferlinghetti, el último sobreviviente de la Generación Beat y uno de los principales referentes del movimiento literario que nació en los 50, cumplió cien años el pasado 24 de marzo. Poeta, librero, editor, traductor, artista, ensayista y activista simboliza la lucha contra el elitismo cultural y la bandera de las grandes causas sociales. Su poesía es directa, ágil, ligera y política. Con un tono mundano y descripciones de la vida cotidiana, Ferlinghetti piensa el arte como una forma de compromiso social.

Su vida no fue fácil: los padres, ambos inmigrantes, tuvieron destinos trágicos. El padre murió seis meses antes de que él naciera. Cuando Lawrence tenía dos años, la madre sufrió un colapso nervioso y se internó en un neuropsiquiátrico. El niño se crió con sus tíos hasta que se separaron y la tía se mudó a Francia, donde Lawrence pasó casi toda su infancia. Poco tiempo después de volver a Estados Unidos, la tía encuentra trabajo como institutriz francesa de una familia adinerada. Los Bisland criaron al niño como propio, tanto es así que cuando la madre biológica quiso reclamar su tenencia, el niño eligió quedarse con su familia adoptiva.

El joven Ferlinghetti estudió periodismo en la Universidad de Carolina del Norte y en 1947 obtuvo una maestría en Literatura Inglesa por la Universidad de Columbia. En 1950 finalizó su doctorado en la Sorbona y en 1953, junto con Peter Martin, fundó City Lights, la primera librería dedicada a la venta de libros de bolsillo, lo que significaba poner la literatura en circulación, permitiendo el acceso de grandes libros a todo el mundo. Dos años más tarde fundó la editorial que entonces pasó a llamarse City Lights Bookstore & Publishers, y sacó un primer catálogo bajo el nombre de Pocket Poet Series. Las publicaciones incluían Pictures of a Gone World de Lawrence Ferlinghetti (Imágenes de un mundo perdido), Howl (Aullido) de Allen Ginsberg, Poems of Humor and Protest (Poemas de humor y protesta) de Kenneth Patchen, Thirty Spanish Poems of Love and Exile (Treinta poemas españoles de amor y exilio), una colección de poemas que incluía autores como Lorca, Alberti, Machado, Neruda, Serrano Plaja, Guillén y Brull, y True Minds (Mentes verdaderas) de Marie Ponsot. Al catálogo se sumaron traducciones de Kenneth Rexroth y poemas de Denise Levertov.

Es posible que A Coney Island of the Mind (Un Coney Island de la mente) sea uno de los libros de poesía más populares de Estados Unidos, con más de un millón de copias vendidas.

El epicentro progresista

Desde sus comienzos, City Lights, ubicada en San Francisco, California, se erigió como un emblema de la poesía estadounidense, como el epicentro del pensamiento progresista y como símbolo de la contracultura de los 50. Sus inicios marcaron el rumbo de lo que luego sería su bandera: la divulgación de diferentes voces. Allí se juntaban los jóvenes beatniks a discutir su arte y buscar formas que permitieran al movimiento literario transformarse en uno social.

El proyecto estaba inspirado en las librerías europeas que no solo vendían libros, sino que también los editaban. El interés principal de Ferlinghetti era que la literatura pudiera representar a todos los grupos sociales y que los libros se convirtieran en objetos prácticos y accesibles, por eso su principal foco estuvo puesto en que las tapas fueran de papel. Como buen poeta, Ferlinghetti buscaba inspirar, inspirar a una nueva generación a que leyera poesía y a que todos pudieran tener acceso a ella.

City Lights continúa siendo hoy un centro de propagación cultural. No solo editó Howl, sino otros manifiestos como Search and Destroy, the Authoritative Guide to Punk Culture (Búsqueda y destrucción, la guía autoritaria de la cultura punk); tal como explica Peter Maravelis, coordinador de eventos de la librería: “City Lights es el nexo donde se une lo político con lo literario, nuestro trabajo es mantener viva la vanguardia”.

Hoy en día la editorial, dirigida por Elaine Katzenberger, quien se desempeña como editora y directora ejecutiva desde 2007, lleva publicadas cinco series: Poet Pockets, un catálogo dedicado a los clásicos como Kerouac, Ginsberg, Cortázar y Prevert; Open Media, una serie destinada a promover la libertad, la justicia y la democracia social a través de la publicación de los disidentes más radicales de estos tiempos como Noam Chomsky, Tim Wise y John Gibler. La colección City Lights Foundation se especializa en textos relacionados con la historia y la cultura de San Francisco. City Lights/Sister Spit edita literatura feminista y queer; uno de sus títulos principales es Rad American Woman A-Z (Mujeres estadounidenses innovadoras A-Z). La serie Spotlights se ocupa de visibilizar a los jóvenes poetas y de actualizar el canon de poesía local. La última publicación de Pocket Poets, Heaven is All Goodbyes de Tongo Eisen-Martin, es un libro tan política y estilísticamente revolucionario como lo fue Howl en su momento. “Nuestro objetivo es mantener la integridad de la práctica, buscar todo lo que sea nuevo y emocionante, representar voces que no hayan sido escuchadas y buscar literaturas de otros países”, agrega Elaine.

Actualmente, City Lights cuenta con veinte empleados, entre los que se incluyen un responsable de marketing y otro de publicidad, un editor de poesía, un asistente de editorial, un auditor (que se ocupa de los pagos de la librería y los asuntos fiscales tanto de la librería como de la editorial), un editor que trabaja desde Nueva York, que se encarga de todo lo que es no ficción política, y un gerente de producción y diseñador, que trabaja a distancia desde Austin, Texas.

La voz de las minorías

Como parte de su proyecto de expansión de horizontes literarios, City Lights publicará en octubre dos traducciones de quien probablemente haya sido una de las cuentistas latinoamericanas más importantes, Silvina Ocampo. Se trata de la primera traducción al inglés de su primer libro, Viaje olvidado (Forgotten Journey) y del último, La promesa (The Promise), cuya traducción estuvo a cargo de Suzanne Jill Levine, Katie Lateef-Jan y Jessica Powell. Katie Lateef-Jan explica que la razón por la que eligieron el primer y el último libro de Silvina es completamente deliberada: “Escogimos estos libros en parte porque eran los que menor atención habían recibido de los críticos y traductores, pero en mayor medida porque representan la larga y diversa carrera de Silvina de una forma poderosa. Ambos son exploraciones feministas de la vida y de la poca fiabilidad de la memoria”.

Al ser interrogadas sobre las estrategias que utilizaron para conservar el castellano rioplatense de la autora, Jessica Powell cuenta que, desde su punto de vista, lo que resalta la argentinidad de Silvina (la de una era, un círculo literario y una clase social en particular) es su tipo de humor tan especial. “Silvina tenía un humor de calidad, una sensibilidad peculiar e impasible, expresada en bon mots, juegos de palabras y nombres de personajes. Un ejemplo es el nombre de un personaje de La promesa que se llama “Genaro Vino”, como “vino” es la tercera persona del singular del pretérito perfecto simple del verbo “venir”, la traducción de Genaro Vino no debía representar su nombre y apellido sino una declaración de su paradero. El narrador entiende que su apellido da lugar a malentendidos, por eso para preservar el humor tuvimos que pensar en un nombre que también fuese ocurrente en inglés, si hubiésemos dejado “Vino” el chiste se hubiera perdido. Concluimos en “Genaro Hascomb”, entonces cuando uno de los personajes dice “Genaro Hascomb” y otro personaje responde “Where is he?”, habremos preservado la broma y el humor de Silvina”, aclara Powell.

Elaine Katzenberger añade que siempre ha tenido un interés personal en la ficción latinoamericana y que City Lights publica literatura traducida desde sus comienzos en 1953: Ferlinghetti y Peters editaron la poesía de Julio Cortázar a través de la serie Pocket Poets. Katzenberger también comenta que la idea de publicar a Silvina Ocampo nació a partir de una conversación con las traductoras: “Cuando me enteré de que los dos libros en los que estaban trabajando eran el primero y el último, enseguida supe que esto sería un “evento editorial” y que podríamos despertar interés y entusiasmo. ¡Y parece que lo hemos logrado!”, afirma Elaine.

Ambas publicaciones son una muestra de la contribución cultural de esta editorial tan emblemática que sigue apostando a visibilizar distintas voces y que nos recuerda que no hay arte sin riesgo.

Amor por Buenos Aires

Mariana Enríquez publicó La hermana menor. Un retrato de Silvina Ocampo (Anagrama).

—¿Qué diferencias encontrás entre sus cuentos, poemas y novelas?

—A qué se debe puntualmente no lo sé, pero algunos escritores son más cuentistas que novelistas. Su poesía no me entusiasma y, especialmente comparada con los cuentos, resulta muy formal, hasta pomposa, en la mayoría de los casos. Ella era una cuentista, como Borges. Creo que en la literatura rioplatense el cuento siempre fue un género cultivado y respetado, y ella está en esa tradición.

—Sin ánimo de caer en la clásica victimización (hermana de, esposa de, amiga de), ¿considerás que Silvina Ocampo tiene el lugar que se merece en nuestra literatura?

—En Argentina sí, definitivamente: Silvina durante muchos años fue el ejemplo, diría el único, de mujer escritora, y la literatura académica sobre su obra es francamente muy extensa. Fuera de Argentina apenas es conocida. Lo que es curioso, porque uno supondría que, en todo caso, esas relaciones la hubiesen ayudado.

—¿A qué se refiere Ernesto Schoo cuando afirma que Silvina “nunca deja de ser argentina, (…) siempre es argentina?

—A que Silvina era una mujer que aprendió el francés antes que el español; estudió pintura en Francia; por su enorme fortuna podría haber vivido en otro país y desentenderse por completo, o no tener interés, en su país. Pero aunque definitivamente no es una escritora política –si exceptuamos sus poemas antiperonistas que, creo, se deben más a una cuestión de clase que a un interés genuino, como en el caso de su hermana Victoria–, siempre vivió en Buenos Aires, iba de vacaciones a Mar del Plata, sus cuentos transcurren acá, le interesaba cómo hablaba la gente de acá en particular, le fascinaba el paisaje de la pampa, amaba Buenos Aires, estaba enamorada de este país.