“Las olas y el viento y las salas del MAR shalalá”, podría ser una reversión del clásico verso de la canción famosa de Donald que asociamos con la playa y, por ende, con Mar del Plata, la ciudad que es sinónimo de vacaciones, populares y populosas, al tiempo que recorrido arquitectónico, buena comida y espacios culturales. Como el Museo Provincial de Arte Contemporáneo (MAR), que tiene en exhibición las exposiciones Memoria de un lugar, de Jerónimo Veroa; Deriva constructiva, de Camilo Guinot; La prolongación de nuestra inercia, de Facundo Lugea, y TUTURú, de Kami Koni, ganadora del Premio Trimarchi.
En Tentativa de agotar un lugar parisino, George Perec describe todas aquellas cosas y eventos cotidianos que alcanza a ver durante tres días en la Plaza de Saint-Sulpice, ubicada en el VI Distrito de París. Es un experimento de escritura in situ, un site specific literario, publicado en 1972, que puede ser leído como un inventario o catálogo que tiene algunas reflexiones e intentos de poner orden al caos de lo que el autor ve por medio de la escritura. Memoria de un lugar, curada por Cecilia Rabossi, tiene algo de esa tentativa de agotar un lugar, en este caso la desembocadura del río Quequén y las costas de Necochea, ciudad de nacimiento de Veroa. En ese sentido, memoria de origen personal, recuerdo emotivo, ligado a la acepción jurídica de la palabra, como escrito simple para dejar constancia de, por ejemplo, el cumplimiento en un testamento. Con los mapas, pinturas, mural, impresiones sobre tela, video, Jerónimo Verao se hace cargo de esa memoria testamentaria de las ruinas de esa costa y esa costa en ruinas. Indaga en las razones, planifica estrategias, apela a la sensibilidad. Es un cartógrafo impenitente y contumaz; esta muestra es de una porfiada belleza.
El futuro de un ruinoso esplendor que modela vivienda y formas de vida para lo que vendrá
Si una de las operaciones de la vanguardia –la histórica que la descubrió, la segunda que la amplió– fue transformar los objetos cotidianos en obras de arte, Guinot extrema este procedimiento “metiendo” a la naturaleza en una sala de museo. Las ramas, que son el resultado de la poda, y en todo caso, desperdicio y desecho, son el material constructivo de su pieza, que es metáfora de varios procesos. Con maderas de árboles arma una gigante maquinaria orgánica que continúa la marcha de su transformación. A su vez, son una pieza de arte contemporáneo que evidencia las espléndidas formas, retorcidas, onduladas, de perfecto encastre. Las bondades de esa materialidad están exhibidas en toda su magnificencia. El ciclo natural que se corta, en pos de un nuevo crecimiento, se vuelve arte: la madera que funciona en la historia, del hombre, del trabajo y del arte, como ese cuerpo material en el que se puede dar una fundamentación filosófica a la valoración de los fenómenos históricos.
En sala contigua, están La prolongación de nuestra inercia, de Facundo Lugea, y TUTURú, de la artista Kami Koni, curada por Diana Aisenberg. Esta última imagina un futuro desgastado ya que, de esa palabra escrita en la palma de su mano, borroneada por el paso del tiempo, deja su resto: “TUTURú”. El futuro como algo quejumbroso y gemebundo, de un ruinoso esplendor que modela vivienda y formas de vida para lo que vendrá. Por su parte, Lugea indaga la transformación de la materia y construye una serie de esculturas antropomórficas con objetos encontrados, desempolvando el diván. Están en tarimas horizontales, a modo de morgue, aludiendo a criaturas exangües: agotadas en su funcionamiento y alejadas de lo humano. También son el paraguas y la máquina de coser sobre la mesa de disección, una revisión del universo surrealista, en clave especulativa. Ambas muestras, en ese sentido, admiten esa lectura conjunta sobre el fin de los tiempos, los del arte y los de la vida.
Las muestras podrán visitarse de martes a viernes de 10 a 16 y sábados y domingos de 14 a 20. Lunes y feriados cerrado. Av. Félix U. Camet y López de Gomara, Mar del Plata.