Nick Cave no es el cantante australiano, sino el escultor, bailarín y performer norteamericano que aprendió a coser en el Instituto de Arte de Kansas, del que egresó en 1982. También le enseñaron a bailar y como estas dos disciplinas, por separado, no satisfacían del todo su manera de expresión, creó Soundsuits. Trajes para bailar, esculturas de tela y accesorios; o las dos cosas al mismo tiempo.
Han pasado veinte años desde el primer traje+sonido (1992), concebido en respuesta a la brutal agresión al taxista Rodney King a manos de la policía de Los Ángeles, y que desembocaría en una ola de protestas por la ciudad. Ese mismo día, horas después del suceso, Cave recolectó pequeños palos en un parque, y confeccionó con ellos una manta de diminutos bastones de madera que servían de segunda piel y sonaban al chocar entre sí. Esto supuso la némesis de un cuerpo de trabajo que acompañaría al artista a lo largo de su carrera y que abría un nuevo y poderoso camino de investigación discursiva.
Este artista, que nació en Missouri y se crio entre muchos hermanos y solo con su madre, hace rato que viene dando puntadas a una originalísima reunión entre moda, body art y folclore de África, India y Japón, al tiempo que acompaña la lucha contra la discriminación racial de las últimas décadas. Porque además de recubrirlas con pelo humano teñido, telas de distintas procedencias, las hace “sonar” por medio de adminículos metálicos que incrusta en sus soundsuits. De ahí el neologismo de su nombre, que une las dos disciplinas.
Emparentado con las esculturas sociales de Joseph Beuys, pero con otro contenido político, no tan explícito, un poco de tradición transformer, ya que dentro del traje se borran todas las categorías y mucho de mezcla, pasaje entre las diferentes artes, son las pistas para entrar en el universo de Mr. Cave. Un artista que ya está pensando en que sus trajes sonoros están listos para formar una orquesta del presente.