No es el tipo de hombre que se diluye en la multitud. Desde la ventana del Club Groucho, uno de los clubes privados más chic de Londres, que reúne a escritores, cineastas y artistas, se lo ve emerger de las calles del Soho como un Godzilla, balanceando sus dos metros enfudados en unos Levi’s azules y una chaqueta al tono. En primer plano, su cabello dorado enmarca una cara larga y delgada, hermosa y horrible, inteligente y amenazante. Una cara que ocupó en 1997 las portadas de los tabloides por esnifar cocaína en el avión presidencial del ex primer ministro británico John Major, después de cubrir su campaña electoral como enviado especial de The Observer.
Pero Self no sólo es el yonqui más célebre de su país: novelista beatnik, epígono de Ballard, satirista swiftiano, periodista endiablado, Self es el autor más personal de la nueva generación de escritores ingleses. Posee un universo propio, fabuloso, obsceno y salvajemente divertido: en Cock and Bull. Dos patrañas, un ama de casa insatisfecha descubre que le está creciendo un pene y viola a su alcohólico marido; en Grandes simios, un pintor bohemio despierta una mañana metamorfoseado en un mono y descubre que los chimpancés son la especie evolutiva dominante; en Cómo viven los muertos, los muertos residen en los suburbios de Londres matando el tiempo con tareas burocráticas y cigarrillos; en The Book of Dave, el diario de un taxista demente es desenterrado y erigido como la nueva Biblia entre los ciudadanos que habitan los restos inundados de Londres.
Self es, en suma, el pintor de la vida apocalíptica moderna: retrata en una corriente de inglés lisérgico los cuerpos irreales, retorcidos y angustiados por la metrópolis. “ Esta es una sociedad decadente, y mi ficción intenta exhibir esa decadencia. Mis libros no son libros felices. Hablan sobre un mundo duro, difícil, perturbador. Mis críticos se preguntan una y otra vez por qué estoy obsesionado con el cuerpo, con un imaginario sexual violento y escatológico. ¡Pues todo el mundo está obsesionado con el cuerpo!”, dice tras la columna de humo de un Camel sin filtro.
—En su última novela, The Book of Dave, hay un paralelo con Grandes simios: pero la transformación no es en monos sino en hamsters. ¿Es la metamorfosis una herramienta satírica, o se trata de una de sus obsesiones?
—Nunca entendí del todo mi obsesión por la metamorfosis. Es una rareza de mi historia personal. El texto que de chico encendió en mí el deseo de ser un escritor fue, sí, La metamorfosis de Kafka. Pero quizás haya alguna razón psicoanalítica que explique esta obsesión. ¿Es porque soy gay? ¿Es porque padezco dismorfia corporal? Cocteau dijo que todos los artistas son hermafroditas porque el acto de creación es una autoinseminación. No lo sé. Los escritores somos calculadamente estúpidos, como sentenció Flannery O’Connor. Debemos mantenernos en este estado mental de niños. Tengo cuarenta y pico de años y, desde que he escrito mi novela de Oscar Wilde, Dorian, me pregunto: ¿soy gay? ¿Quién más anda por la vida pensando eso? Aunque no me inclinaría por analizar demasiado el tema de la metamorfosis porque, como se dice, ¿quién mata a la gallina de los huevos de oro? Hace tiempo lo entendí, y no dejaré de poner huevos.
—¿Cree en la utilización de la sátira contra la política contemporánea, como lo hizo Swift, por ejemplo?
—Creo, como Mencken, el pensador y periodista norteamericano, que “la sátira debe afligir a los confortables y confortar a los afligidos”. Mi impulso como autor satírico es atacar a la gente que tiene dinero y poder para que haga sentir mejor sobre su situación a la gente que no lo tiene.
—¿Podría describir el mapa de su Londres?
—Una ciudad enorme y vieja, imposible conocerla en su totalidad. Ni físicamente ni, menos aún, psíquica o sentimentalmente. Como Iain Sinclair y Peter Ackroyd, percibo la ciudad como una entidad, como una persona, así que instalarse en ella significa investigar su cuerpo de algún modo. He vivido aquí toda mi vida, habito la ciudad completamente. Ella soy yo, yo soy ella; por lo tanto, el mapa de Londres es una extensión de mi entendimiento sobre mí mismo.
—Como fabulista urbano, ¿cree que es importante la fidelidad geográfica o prefiere que los lectores experimenten la Londres real como una especie de ficción?
—Su pregunta corta el corazón de mi teoría estética, porque no creo, como dice Stendhal, que el “arte sea un espejo vuelto frente a la realidad”. Supongo que mi Londres es una substitución de Londres. Espero que los lectores crean en mi Londres, que algunas de las cosas extrañas en mis libros son también verdaderas: los chimpancés como la especie evolutiva dominante, los muertos vivos caminando entre nosotros... Es todo parte del mismo mundo creíble. No estoy tratando de engañar a los lectores, es lo que creo. Pienso que la realidad supera ampliamente a la ficción, que nunca será tan extraña como el mundo.
—En Junk mail medita acerca de la vida informe de los escritores. ¿Es su trabajo literario el que provee una forma a la suya, como Lacan sostiene sobre Joyce?
—Generalmente, la vida de los escritores carece de forma. No están interesados, a diferencia de los músicos y de los artistas visuales, en las trampas del estilo. Pero decir que tu trabajo es lo que te define es bastante peligroso. Lo que le da forma a mi vida es lo que le da forma a la vida de todos: el amor, la muerte, el matrimonio, los hijos. ¿Qué le dio forma a la vida de Joyce? Nora Barnacle, desde luego. El le dice a ella: “Tú me hiciste un hombre”. Con respecto a mi imagen pública de enfant terrible, desde que comencé a escribir los críticos han estado diciendo: “Sus libros aluden a él, su voz es tan alta que no nos deja pensar, y todo lo que puede hacer es esta payasada”. Vivimos en una cultura donde el avant garde está muerto, cualquiera puede decir cualquier cosa y nadie está escuchando. Si querés que la gente escuche, lo que tienes que decir debes decirlo en voz alta. Sé que una parte de mi naturaleza es extravagante y extrovertida, que no encaja en Inglaterra. Los ingleses prefieren a los escritores calmos, vestidos con trajes tweed.
—Durante los 90, los novelistas británicos se convirtieron en celebridades mediáticas: Julian Barnes, Martin Amis. Ian Mc Ewan… Desde el escándalo en el jet de Major, ¿cree haber sido víctima de otro tipo de literalism, esa categoría definida por Amis donde el trabajo de un escritor es tratado de un modo menos literario que fenomenal?
—Sí. Pero esto es algo que realmente sucedió, y no puedes luchar contra tu destino. Fui un yonqui durante veinte años. Tengo que vivir con eso. Pero desde fines de los 90 he estado volviendo sobre mis pasos en muchos sentidos. Dejé todas las drogas y, al mismo tiempo, el alcohol. No estaría aquí si hubiera continuado. Pero fumo un montón de tabaco.
—¿Qué ideas tiene sobre la relación entre drogas e inspiración creativa?
—Es un campo complejo. Hay una diferencia entre la gente que tiene un problema con las drogas y el alcohol, y la gente que no. La gente como yo no experimenta, abrimos un laboratorio entero donde podemos instalarnos. La primera vez que tomé LSD o cocaína estaba experimentando, la milésima vez, no. Muchos artistas son obsesivos compulsivos, por eso tienen problemas con las adicciones. Para algunos escritores, afortunadamente, su obsesión es la escritura, su compulsión es escribir. Y realmente es también la mía, las drogas fueron una desviación. Nunca escribiría drogado. El alcohol pone tu cerebro a dormir, la marihuana te vuelve loco, la cocaína también, la heroína es absolutamente imposible. Me levanto temprano por la mañana, trabajo hasta el mediodía en un mal día, en uno bueno hasta la noche... y entonces comienzo a beber algo. Cuando me drogaba, me aislaba para poder trabajar. Probablemente, escribir me salvó la vida.
Hoja de vida:
* Will Self nació en Londres en 1962. Estudió Filosofía en Oxford y trabajó como caricaturista en el New Statesman.
* Desde la publicación, en 1991, de su primer libro The Quantity, se ha convertido en la figura de culto más aclamada y polémica de la nueva generación de escritores ingleses.
* De sus numerosos libros, han sido traducidos al español Patrañas, Mi idea de la diversión, Grandes simios y Cómo viven los muertos. En la actualidad, escribe una columna en el diario Independent, y tinen su propio show de radio y televisión,
* Desde Londres. traducción: Mariana Elizeche y Analía Hounie.