En el verano de 2012, escribí un texto sobre una muestra colectiva llamada Doce (12), que hacía referencia a la cantidad de artistas participantes, y estaba en una pequeña galería que había abierto un par de años antes. Los veinte metros cuadrados, una suerte de pasillo en la calle Güemes, pertenecían a Nora Fisch, una galerista (y curadora) que era “nueva” en el campo artístico de las artes visuales, pero que había estudiado en Nueva York y participado de ese contexto profesional, largos años. Para ese momento, indicaba que “lo que estamos viendo en la pequeña galería de Barrio Norte es el concepto que Nora Fisch le ha impuesto a su galería desde que abrió. Por un lado, lo más evidente y necesario que son sus gustos. Pero eso sería un delicioso capricho si no estuviera acompañado de una decidida visión sobre el arte contemporáneo. Para ilustrar este punto, nada menos que las obras de Amadeo Azar…”. La reseña continuaba con ideas y referencias a los demás artistas participantes, sus modos expresivos, las posibilidades creativas que estaban evidentes en ese formato acotado.
En ese escrito, a modo de recuerdo y recuperación, la cita podría seguir teniendo actualidad, aun cuando la galería de Nora ya no es la misma; ni siquiera es la que se mudó dos años después a la calle Córdoba y es hoy la realidad de muchísimos metros cuadrados más en el barrio de San Telmo. Sin embargo, algo de ese experimento y permanencia está en una lectura múltiple y variada de los artistas contemporáneos. La pervivencia de algunos desde aquellos tiempos, también, es amorosa dedicación, como el caso de Amadeo Azar y Gastón Pérsico, entre algunos más.
En el verano de 2012, escribí un texto sobre una muestra colectiva llamada “Doce (12)”
“Continuaremos con el programa que veníamos desarrollando y los artistas representados, pero en adelante la galería también estará abierta a invitar y colaborar con otros artistas, con galerías del interior o de países limítrofes, con exponentes del diseño, entre otras posibilidades. Nuestro programa siempre incluyó conversaciones y performances, ahora podremos expandir estas actividades”, un adelanto del futuro que da Fisch. La nueva morada es motivo de reflexión: como lo eran los escasos metros del comienzo para sopesar cantidades y formatos, los tres pisos y terraza que señorean la esquina de San Juan y Chacabuco son el desafío para estos tiempos que empiezan, literal, con tres muestras que, de nuevo, modelan una variada lectura del arte que se hace en el presente y entendemos como contemporáneo.
Alejandra Fenochio recibe en planta baja con sus pinturas de gran formato: el under porteño de los años 90, propiamente, al desnudo. Para el subsuelo, unas pinturas pequeñas, de formatos variados, impredecibles y sorprendentes, de una exquisita intimidad. Techos y terrazas, vistas aéreas recortadas y en miniatura, son cielos acotados que caben en una pared. Hay lunas y cielos más poéticos; frutas y verduras. Una miscelánea extraordinaria de una artista secreta y todas voces, que se presenta por primera vez representada en una galería, al tiempo que consagrada por otros recorridos y modos de legitimidad.
Para el subsuelo, unas pinturas pequeñas, de formatos variados, impredecibles
Guzmán Paz (Montevideo, 1988) abre con Opening, tanto título de muestra como instrucción para acceder a sus obras y su mundo creativo. Cajón para extender, cajita para desplegar y ¡ahí está! Sus fantasías y mirada particular, el juego y la trampa al ojo. Mitad engaño, mitad sorpresa. Desafío y entrega, en partes iguales, para descubrir el entramado de las ideas que pasan por la cabeza de un artista singular.
Por su parte, Julieta García Vázquez (Buenos Aires, 1978) habita su espacio con un proyecto desarrollado entre 2011 y 2016 en el barrio de Woensel West, Eindhoven, de Holanda, que fuera realizado en el marco de Van Abbemuseum. Son fotografías y video que registran un modo de “rescate” de una casa en un barrio que iba a ser demolido y la manera en la que se activa un ejercicio comunitario para la preservación de sus partes.
Por último, iniciativas que darán al espacio de exhibición nuevos aires y distintos modelos de interacción: la sala El Abrazo para artistas emergentes y compradores no iniciados, a costos accesibles y la tienda Belleza y Felicidad Fiorito que ofrecerá la producción del colectivo artístico de mujeres residentes en Villa Fiorito, creado por Fernanda Laguna hace 19 años.