CULTURA
CRÍTICA

La posibilidad de otro cielo

Angelito Autor: Horacio Rosatti Género: novela Otras obras del autor: Ensayo sobre la muerte; Ensayo sobre la justicia; Ensayo sobre el prejuicio; La palabra de la Corte Suprema; Tratado de derecho constitucional; El origen del Estado Editorial: Sudamericana, $ 5.999

Horacio Rosatti
Horacio Rosatti | CEDOC PERFIL

Angelito

Autor: Horacio Rosatti Género: novela Otras obras del autor: Ensayo sobre la muerte; Ensayo sobre la justicia; Ensayo sobre el prejuicio; La palabra de la Corte Suprema; Tratado de derecho constitucional; El origen del Estado Editorial: Sudamericana, $ 5.999

Existe aquí una intervención tímida inicial titulada “El problema”. Son tres páginas iniciales que introducen al lector en las dudas del narrador, y a la que siguen dos de la parte inicial. Sin duda, entonces, la novela en sí, el artefacto lingüístico, se constituye en una continuación: “Varias veces tuve experiencias en las que intenté, con la ayuda de un tercero, viajar al pasado para poder descubrir la verdad”.

Eureka. Se tensó el resorte del mecanismo autónomo de la escritura en una frase que desafía los bordes de la imaginación que, en la lectura, será fidelidad con el objeto novela. Pero objeto no en tanto producto para el consumo en la ironía de la crítica ligera, ágrafa: la estructura de tríptico, la sagrada tríada del mito en el sacrificio, no tiene destino secular. Elude la comparación sobre si el Ángel es un Forrest Gump nativo que pierde su identidad por estar donde no se debe. Porque, ¿quién está en el momento adecuado para dar testimonio de los que no tienen voz? ¿Quién tiene derecho a tomar la voz de un otro para esgrimir que le da significado? O peor, que la misma trascienda por lo escrito en el pulso del fantasma que se dice autor.

Dicha trampa Rosatti la desactiva, y es más, así Angelito es una novela que rescata tres sentidos (o elementos) que constituyen la inocencia de un orden superior, pero sin dictamen claro: visión, escucha y tacto. Al fin, estamos en el plano de la existencia, donde el realismo diluye intenciones en la confusión del niño que pregunta por qué, una y otra vez. Colapso de lo niñal de Witold Gombrowicz, infancia torturada en E l n i ñ o proletario , d e Osvaldo Lam - borghini, los niños perros desenfrenados en la obra de Pablo Farrés . Y para colmo, el niño ángel de Rosatti tiene tod as las preguntas sobre el funcionamiento de la memoria para sacudir la verdad insoportable.

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Ahora bien, y para bien: ¿de qué está hecha la lengua argentina? ¿Existe más allá de su propagación informal en el eterno retorno de la educación? Sí, hay un origen que va del descalabro histórico del romanticismo en plena guerra civil al cocoliche inmigrante en la desesperación por ocultar algo, borrar la identidad, reinventar el pasado, olvidar el hambre, o desterrarla. Angelito toma estos desafíos conjeturando, incluso filosofando, entre los insólitos bordes de las escenas que le tocan en suerte y desgracia, y así aparece el innegable muro del racismo argentino. Alias cabecita negra, alias cabeza de termo, más por el contenido que por el color (lo negro, como paradoja, fue borrado para siempre). Una definición social que atraviesa a la lengua, la marca a fuego, le pone un cencerro díscolo como piercing condenatorio.

A la manera en que ocurre, también, en las novelas de Ariel Luppino –¡Paraguayo!, por ejemplo–, Angelito queda atrapado en la confusión de los significados. En el significado más importante tal vez, el que nos acerca al origen, en este caso, el que se constituye en esta llanura que ya no soporta humor alguno. Pampa arrasada, laberinto sin paredes cuyo centro es el indiviso espacio de la singularidad del sujeto, siempre omitido. Pero el carácter del personaje ángel también se “desangela”, pierde su virtud diluyéndose en el sinsentido de la existencia misma.

 

En los límites del absurdo, aquí advienen otro tipo de referencias, acaso históricas en la literatura, que remiten al origen de la novela contemporánea y la materialidad de la prosa. Aparece El cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin, también Las alas del deseo) película alemana de 1987 dirigida por Wim Wenders, con guion del mismo y Peter Handke. Pero esos ángeles no son los nuestros, y sí la paradoja que Kant plantea en Nuevas observaciones para una explicación de la teoría de los vientos (sobre Homenaje a Kant, José Sazbón comp., Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 2016), donde la lengua germana constituye el primer acercamiento a lo fantástico de lo que será la novela alemana que tendrá como precursor (y salto temporal hacia el pasado) a Franz Kafka, escritor checo y judío, cuya obra sobrevivió al Holocausto sin eufemismos.

Es decir, la novela alemana surgió antes que la lengua alemana (inversión de lo que ocurre en Argentina, donde la lengua debió esperar por su novela), vale decir: la lengua también es un suceso político que se deforma en la Historia. El desplazamiento temporal anterior, los saltos entre épocas, transiciones sutiles y a la vez detonantes de la imaginación, hacen que Angelito se convierta en un personaje astrofísico: de Ícaro artificial a piloto de la tormenta del sinsentido, como caída libre en los vuelos de la muerte al ataque cuasi suicida en la Guerra de Malvinas. Naves como sombras, aviones negros, regresos y partidas imperceptibles: el oído del personaje detecta advenimientos, autenticidades discursivas del líder, así como percibe la indefensión del héroe de la Patria, hecho cadáver a merced de la furia. No hay descanso ni bajo la lápida.

Mientras en el cielo y desde él, se constituye el ojo crítico, como hombre-ojo que no habla. Este último suscita un re-visionismo, la otra carnadura de la lengua argentina y su deuda: ¿qué tiene nombre? Y de Kafka llega la desolación ante el destino: el circo ambulante de América (Amerika, en alemán, también El fogonero o El desaparecido), el misterioso tramoyista que es el destino humano ante la sorpresa de lo desconocido, la turbia mutación de lo sensible, el estupor ante el abandono frente a la brutalidad de la maquinaria social. Angelito va y vuelve con el circo, hace equilibrio en la concisión de la prosa de Rosatti, que también es una herramienta del jurista kafkiano, acaso homenaje al desajuste de las palabras en los sucesos irreversibles que generan los hombres. ¿Algún lector antepone resguardo porque un juez supremo de la nación sea novelista? Justamente (y el término no es ocioso), vale la lectura para anticipar que esta irrupción no será la única, sino que se instala como una virtud: hay saber en esta narración, un saber generoso y austero.