“El arte en tiempos de guerra es también una respuesta más a las tres preguntas planteadas por Cecilia Alemani en la declaración de la exposición The Milk of Dreams (La leche de los sueños). Los artistas en Ucrania y los artistas ucranianos fuera del país están experimentando una transformación humana. Junto a esta experiencia tienen una visión propia del cuerpo humano y su metamorfosis, de la relación entre el ser humano y las tecnologías y entre el cuerpo humano y la Tierra. Cuerpos que llevan meses temblando junto a las murallas domésticas y de la ciudad. La tecnología mata y protege todos los días. Cada día cambia o se fortalece la relación del ser humano con las plantas, los animales, la tierra y lo no humano, y todo esto no es un sueño”.
Este texto presenta La Plaza de Ucrania en la 59ª Bienal de Venecia (labiennale.org), que hoy abre al público hasta 27 de noviembre, y corresponde a la edición del año pasado postergada por la pandemia. El homenaje a Ucrania es un monumento cubierto con sacos de arena, referencia a la práctica de guerra en las ciudades de dicho país para proteger las obras de arte de los bombardeos. La curaduría pertenece a Borys Filonenko, Lizaveta German, Maria Lanko, sobre el diseño de la arquitecta ucraniana Dana Kosmina. Cabe aclarar que Alemani es la curadora de la Bienal y el título al que refiere pertenece al libro de Leonora Carrington traducido con mejor énfasis como Leche del sueño, edición facsimilar con sus dibujos publicada por el Fondo de Cultura Económica en 2017. El mismo contiene relatos para sus hijos, a modo de aclaración a los dibujos que los inquietaban. Es más, no se trata de literatura infantil, todo lo contrario.
Que la pintora y escritora de origen británico sea el punto de partida de esta muestra es atinente. Feminista, antifascista, surrealista, frecuentó a Breton, Picasso y Dalí por su romance con Marc Ernst, mucho mayor que ella y quien la abandonó en Francia a su suerte ni bien los nazis ocuparon el país, lo que derivó en una depresión y posterior internación psiquiátrica a instancias de la familia, seguida de fuga y radicación en México, donde mitigó el sufrimiento con su amiga, la artista surrealista española Remedios Varo (referente a la cita inicial se recomienda ver el cuadro Ciencia inútil, pintado por ésta en 1955). En 1940 Carrington escribe La trompetilla acústica, novela que se publicará en francés a mediados de 1970 y en la que habita Varo.
Alemani agrega otro componente a la Bienal y aclara que la exposición tiene por objeto “desafiar el ideal occidental, supuestamente universal, del hombre blanco, guiado por la razón, que durante tanto tiempo ha servido como medida de todas las cosas”. Por tanto, entre los doscientos artistas invitados, la mayoría son mujeres o personas no binarias. Y aquí reaparece Maria Lanko, directora de la galería The Naked Room en Kiev, quien escapó ni bien comenzó la invasión rusa con varias obras, entre ellas, los 78 embudos que forman parte de la instalación del artista ucraniano Pavlo Makov titulada Fuente del agotamiento, exhibida en el salón de su país en la Bienal. Viajó en auto durante seis días, atravesando Rumania, Hungría y Austria hasta llegar a Italia. Entonces, ¿estas mujeres estaban locas o fueron valientes?
Tal vez la respuesta está en el lado B de Venecia en cuanto al arte. En la isla San Giorgio Maggiore, un monasterio es sede de la segunda muestra, Homo Faber donde, entre otras artesanías, se exhibe el reloj Atmos Régulateur Cherry Blossom. Éste encarna lo siniestro como perfección, omite las biografías (el pasado) así como toda presencia para su funcionamiento (el presente), y plasma el futuro haciendo vívida la sentencia de Einstein: el tiempo es lo que se mide con el reloj. Tal mecanismo, diseñado en 1928 por el ingeniero suizo Jean-Léon Reutter, funciona por cambios de temperatura o presión atmosférica. Mide el tiempo para la eternidad que, como corresponde al agotamiento de la filosofía, prescinde de toda presencia humana.
Aquí es donde la Bienal de Venecia sugiere que el surrealismo sobrevive gracias a las mujeres pese al tiempo, vale decir, la sensibilidad femenina lo mantiene vívido. Mientras que en la historia del arte, por creativas, transgresoras, osadas, disruptivas, fueron reprimidas por la psiquiatría a través de la electricidad o la química (insulina). Y que la locura no es un síntoma, sino un estigma. También que la soledad nos espera a todos, más allá de la muerte en formas abyectas. Debemos entonces revisitar la obra de la artista surrealista de origen irlandés, nacida en Paraná, Entre Ríos, Mildred Burton (1942-2008).