CULTURA
Un rincón de paraíso

Los tesoros ocultos del Museo de la Cárcova

En la Costanera Sur de la Ciudad de Buenos Aires se encuentra esta institución centenaria que hoy alberga la colección patrimonial de la Universidad Nacional de las Artes. Más de 300 piezas representativas del arte egipcio, helénico, romano, mesoamericano y renacentista.

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Imágenes del Museo de Calcos y Escultura comparada Ernesto de la Cárcova, que depende de la Universidad Nacional de las Artes (UNA), ubicado en Av. España 1701. | Laura Navarro

En una tarde apacible llegamos a la Costanera Sur, en Puerto Madero, en la Ciudad de Buenos Aires. Dejamos atrás las nereidas de Lola Mora, y atravesamos una feria. Y a un costado, la Reserva Ecológica, con sus  animales, pastizales y bañados. Y a unos pocos pasos, en Av. España 1701, el Museo de Calcos y Escultura comparada Ernesto de la Cárcova, que depende de la Universidad Nacional de las Artes (UNA). Nos acercamos a la entrada, mientras un suave viento acicala los árboles cercanos y alimenta nuestra expectativa.

Abrimos una puerta, entramos en una primera sala. Valeria, en recepción, nos da una primera orientación.

Luego, experimentamos un salto en el tiempo. Asombrados, vemos una colosal escultura. En un principio lo vemos de espaldas. Luego, de frente  descubrimos sus proporciones armoniosas, sus adustas facciones, sus ojos incisivos llenos de voluntad de  combate. Es un calco. La perfecta copia en yeso del David de Miguel Ángel Buonarrotti, cuyo original de mármol blanco respira ahora en la Galeria della Academia, en Florencia.

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Nos recibe Luciana Delfabro, directora del museo, conversamos en su oficina y, con mucha amabilidad, nos ofrece una mirada de los tesoros del museo. Y nos dice: ”el Museo tiene muchas instancias de fuerte resonancia. La primera es reforzar la importancia de la educación artística para cualquier país. Por eso la importancia de que el Estado destine presupuesto para que esto suceda. Las adquisiciones de este museo existen gracias a una política de Estado que se propuso posibilitar una experiencia sensible para los estudiantes al estar frente a determinadas obras (de ahí la función de los calcos)”; y su "experiencia estética en todo sentido”.

Luciana nos destaca el valor de las colecciones  en el museo; lo mismo que sus talleres de oficios: “cerámica, grabado, litografía, tipografía, conservación,  restauración...” También el gabinete de fotografías y estampas. Y nos refiere que se abrió al público “actividades como las “Tardes de taller en el paraíso”, nombre con el que fue conocido el Museo por los estudiantes cuando era escuela”.

Y un proyecto constante en el museo, también  nos dice, es “investigar acerca de nuestras colecciones pero también dialogar con la investigación artística que es un modo muy particular de conocimiento sensible que es el que los artistas y las universidades de arte promueven”.

Luego Luciana nos hace conocer los talleres: el Taller de restauración, un espacio de una íntima atmósfera de un arte único y protegido; y concluimos en el taller de fotografía y estampas, a cargo de Julia Mendioroz, quien nos asegura que cuando ya el tiempo daña la materialidad de una obra, entonces “intervenimos la pieza respetando su originalidad y autenticidad”.  En la colección reposan obras de artistas distinguidos como Benavidez Bedoya, Aida Carballo, Liliana Porter, Alicia Orlandi, Sassone. Y “dentro de las fotografías encontramos las placas de linterna mágica (antiguas diapositivas de vidrio); fotografías que evocan “la formación artística en nuestro país”, que se intenta “preservarlas para las generaciones futuras”.

 

El calco de la historia

El hoy museo fue una escuela de arte fundada por decreto nacional en 1921. Una institución para el estudio y formación artística. Espacio consagrado a la educación en artes, y que hoy alberga la colección patrimonial de la Universidad Nacional de las Artes. Un lugar que, según palabras de su fundador Ernesto de la Cárcova, es un “ambiente de libertad espiritual de intensísima labor y de alto ideal artístico”, cuyo propósito es crear “un rincón de paraíso”.

Milena Gallipoli es Doctora en Historia por la UNSAM y encargada de la investigación del patrimonio del Museo de la Cárcova, y autora de la tesis de doctorado, “La Victoria de las copias. Dinámicas de circulación y exhibición de calcos escultóricos”. Milena nos asegura que “la colección de calcos se fue conformando a partir de diferentes procedencias y donaciones. En un principio, Ernesto de la Cárcova obtuvo una partida presupuestaria para adquirir calcos a diferentes talleres europeos que llegaron al país entre 1926 y 1927 y formaron la colección originaria. A este primer corpus se le fueron sumando ejemplares de otras instituciones como el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti”.

Muchos de los originales de los calcos de yeso del museo se hallan en la Academia de Florencia, y otros museos como el Británico de Londres; el Louvre de París; o el Nacional de Antropología de México.

En un principio, durante buena parte del decurso del siglo XX, el arte en tanto copia “experimentó un periodo de letargo, en el cual la gran mayoría de los calcos estuvieron en depósitos, se donaron o se destruyeron”. Luego, la tendencia se revierte con un giro de timón hacia mejores aguas. Las copias son acariciadas con otra actitud: se valoriza su inventario, estudio y exhibición. 

Y la ambición educativa de estas revalorizadas colecciones de calcos, entre los siglos XIX y XX, y en el contexto de museos-escuelas, era “presentarle a artistas, estudiantes y al público una colección “universal” con todos aquellos ejemplares que se consideraban claves para el desarrollo de las artes. Los calcos anulaban las distancias porque reúnen obras de múltiples lugares y tiempos. Sin viajar, en la propia ciudad, uno puede visitar una parte del mundo, desde una esfinge egipcia hasta un relieve maya. Y la función principal era permitir el acceso y educar a partir de esa reunión”, nos agrega Milena.

 

Las muchas actividades de un museo 

Los tesoros artísticos del Museo de la Cárcova flotan en un mar del tiempo de más de cuatro milenios que abarca diversos continentes y periodos. 

El museo en la costanera sur de la ciudad da lugar también a Muestras homenajes a diversos artistas, y con la invitación a artistas contemporáneos para realizar sus propias obras en interacción con el patrimonio del museo, además de las producciones artísticas de los estudiantes y graduados de la UNA.

En el museo se ofrece una Diplomatura en mediadores y guías de museos, con la orientación de la Profesora Adriana Ortolani. Y el museo es ámbito para conferencias, cursos, exposiciones temporarias, conciertos, y espectáculos de diversas artes.

Luciana Delfabro nos refiere también la importante proyección social del museo, su interacción con el contiguo barrio Rodrigo Bueno, y las numerosas visitas de alumnos de escuelas primarias. También se gestionan visitas reducidas de estudiantes guiados por sus profesores o profesoras en el conocimiento encantado del arte allí vivo; todo lo cual condice con la promoción de la educación artística inherente a la institución.

 

La huella de un creador

En el museo aún palpita el espíritu de su creador: Ernesto de la Cárcova (1866-1927), autor de la notable pintura Sin pan y sin trabajo, claro exponente del realismo artístico. Profesor de la Universidad de Buenos Aires, empecinado difusor de las artes, participó en programas de embellecimiento de la ciudad de Buenos Aires, e incluso durante la primera guerra mundial, con espíritu solidario, colaboró en el Hospital Argentino de París. 

Considerado un gran maestro, su funeral suscitó una gran concurrencia. La Asociación Amigos del Arte le rindió homenaje mediante una exposición póstuma que mostró su obra consistente en treinta y cinco pinturas, medallas y dibujos. El destacado escultor José Fioravanti le dedicó un busto de bronce. Y en el museo, el espacio “Ernesto y la Carcova”, exhibe la primera etapa de la Escuela Superior de Bellas Artes (ESBA), con fotografías que evidencian esos orígenes.  

 

El David, y el David digital de la Cárcova en el Chaco

En el Chaco, el escultor Fabriciano Gómez, ya fallecido, convirtió a Resistencia en ciudad de las esculturas. Un museo a cielo abierto, que se amplía con nuevas piezas en cada nueva Bienal escultórica, realizada en la capital  chaqueña. 

Gómez  abrigo el deseo de una nueva copia del David del Museo de la Cárcova. El museo concedió a la Fundación Urunday la autorización para acometer el prodigio, mediante una réplica con una técnica no invasiva como el escaneo 3D. Este procedimiento de alta tecnología consiguió un 99%” de fidelidad respecto al calco del David, de la obra de Miguel Ángel, realizada entre 1501 y 1504. 

Más allá de su fama como pintor de El juicio universal en la Capilla Sixtina, el artista florentino se consideraba a sí mismo un escultor. Su concepción de la creación escultórica era remover lo accesorio para que la “figura ideal” aprisionada en la piedra saliera a luz.

El origen del calco del David, los detalles de su llegada al país y su periplo posterior son inciertos. Cuando en 1908 llegó una importante donación alemana de calcos para el país, en la nota de envío no figuraba la obra. Antes, el artista Eduardo Schiaffino, creador del Museo de Bellas Artes, compró en Europa varios calcos, pero en el catálogo de las piezas adquiridas tampoco figuraba la copia de la gran obra. Según Milena Galipolli, el calco del David actualmente en el museo “fue donado por la Escuela Nacional de Educación Técnica Nro. 6 Manuel Belgrano, en 1964”.

La artista que dirigió el equipo para consumar la magia de la impresión en 3D del David en Buenos Aires, es Gisela Kraisman. La réplica tecnológica abre nuevas puertas a la conservación y restauración del patrimonio escultórico. Los gemelos digitales mediante el escaneo y la impresión, desde el beneficio de una tecnología emergente como herramienta para un concepto “futurista“ de preservación y duplicación de obras.

Al morir la luz de un día, la nueva versión de la obra magna del Renacimiento se inauguró como aparición casi sobrenatural en la Bienal de Esculturas 2024 en Chaco. Entonces, al decir de Alejandro Bellotti, editor en Perfil, que cubrió este evento: “el despliegue de la noche sobre el día descoloca los sentidos, sacudidos a la vez por ráfagas de emoción contenida. El vuelco es asombroso. En lo alto, el colosal David ahora descubierto y abrigado con alabanzas y aplausos, queda emplazado como la obra número 668 en Resistencia, la Ciudad de las Esculturas…”.

Un hecho histórico. La clonación  digital de quizá la máxima obra renacentista. Algo que Miguel Ángel nunca pudo entrever ni en el más visionario sueño de iglesias y arcángeles suspendidos en el aire de un fulgente cielo.  

Las muchas variaciones  de una obra que alentó el nacimiento de la modernidad en su gradual distanciamiento del Medioevo. El David, la figura que honra la recuperación del arte clásico griego, con su vena de armonía, proporción, idealización del cuerpo con diversas significaciones filosóficas posibles que impregnan el mármol tallado con suavidad y energía. Por ejemplo, el neoplatonismo y la contemplación de formas ideales que el arte luego proyecta y corporiza en el mundo físico. Así, por su armonía inspirada en un modelo superior, el humano se dignifica y exorciza  de la culpa del pecado original de la tradición cristiana. 

El David como dimensión simbólica del humanismo renacentista. Y el David de rostro severo, bajo el control de sus emociones como posible vestigio neoestoico de firmeza ante el peligro. Incluso la mirada de lince de la gran obra podría simbolizar la firmeza en la defensa de la independencia florentina ante la amenaza de la opresión.

 

El tesoro en las salas

La riqueza del museo se amalgama en cinco salas, las de arte gótico, renacentista y manierista (aquí resplandece el David, y también la Piedad y El Moisés), o la sala de arte griego arcaico, clásico y helenístico; o la sala de arte romano, románico y gótico; la de arte Mesoamericano y andino; y la de arte egipcio, antiguo, mesopotámico y oriental. Aquí mucho nos sorprende la misteriosa y maravillosa estatua ibérica La dama de Elche.

 

En la visita de las salas

Cuando llegamos al museo, observamos a un grupo de visitantes que escuchan con mucha atención a Damián Accoce, Profesor en Artes Plásticas con Orientación en Pintura, guía en el museo desde 2005, especializado en el Renacimiento. Junto con otros colegas, expone el valor de las calcadas gemas artísticas a los visitantes, nacionales o extranjeros. Sorprendidos, los recién llegados descubren que en un lugar de la ciudad de Buenos Aires resplandecen magníficas réplicas de numerosas obras esparcidas en el mundo.

En las salas antes mencionadas reposa el patrimonio actual de calcos del museo, alrededor de más de 300 piezas. En el pasado llegaron a ser más de 500. Sobre sus obras preferidas Damián nos dice: “una de mis piezas favoritas es el Zodiaco de Dendera, que es un bajo relieve egipcio, cuyo original en piedra arenisca estaba situado en el techo del templo dedicado a la diosa Athor en Dendera, Egipto; ahora, el original está en el Museo de Louvre. Es una pieza que habla de la circularidad del tiempo.”

Otra obra que Damián señala como muy significativa se encuentra en la sala de arte Mesoamericano y andino, y es el Teocalli de la guerra sagrada “que es una obra descubierta por el arqueólogo mexicano Alfonso Caso, entre 1926 y 1928. En la cara posterior de la pieza está el Águila sobrevolando el cactus de hojas planas del nopal que hoy es símbolo de México, y también de la historia de la ciudad de México; y con conexiones posibles con la lucha entre el bien y el mal, en su dimensión cristiana y europea: el águila que representa a Cristo, y la serpiente  como símbolo del mal”.

En la sala del arte griego arcaico y helenístico irradia su aura la copia de la famosa Victoria de Samotracia, cuyo molde fue obtenido de la obra original en el Museo del Louvre. La restauración de la copia es mérito del área de restauración a cargo de Marisa Coniglio, Nazaré Dos Santos y Marcela Minkévich, en ocasión de la reapertura del Museo De La Cárcova en 2012, tras tres años de cierre de puertas para su puesta en valor.

Luego de la reapertura se realizaron muchas muestras temporarias, y de homenaje de artistas (como la consagrada a Antonio Berni). Y exposiciones en torno a la defensa de los derechos humanos; varias ediciones del "Festival de la luz"; muestras colectivas fotográficas, o actividades con El Palais de Glace.

 

En el jardín

Y salimos al jardín. Allí, vemos la tierra y los árboles, los pájaros ágiles, el cielo poblado por ligeras nubes. Como flores, en el jardín  brota el monumento a Velázquez, en bronce y mármol de Mariano Benlliure Gil. O el grupo escultórico del francés Corneille Van Clève, Grupo de Versalles, tres niños en risueña y dinámica amalgama que desde la década del 30' contemplan cada día de vida del museo; o también se esparcen otras obras escultóricas de grandes maestros ligados a la anterior Escuela Superior en el museo, como, entre otros, Antonio Pujía, o Antonio Sassone. Y en el jardín, el agua de  una fuente hipnotiza la mirada, y a un lado, una sucesión de murales, uno de Ricardo Carpani, y de otros artistas como Carpita o Diego Perrota.

En el jardín, nos preguntamos por el significado  de los calcos preservados.

Nuestra era de la viralización, con sus  copias y reproducciones de imágenes en  pantallas, producen una creciente  desmaterialización de la realidad física.

“En cambio -nos dice Milena Gallipoli-, los calcos tienen un carácter objetual, material y de escala que nos devuelve a la presencia de la obra, más allá de que estemos mirando una copia”. Y los calcos como lo duplicación de las obras “no sólo nos pueden enseñar sobre la historia del arte, sino también a cuestionarla y darla vuelta, inclusive a través  de su propio carácter de copia”.

En la filosofía del arte del siglo XX, la diferencia entre el original y la copia se torna opaca, borrosa. Por ejemplo, Walter Benjamin, en  “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica", sostiene que, en el contexto de la reproducción técnica contemporánea, el original pierde su aura y singularidad, por lo que la copia puede equipararse en su densidad de significado al original. 

Por otras vías argumentales, otros artistas o pensadores arriban a costas semejantes, como Andy Wharhol, la artista visual Hito Steyerl y su posición de que, en una época de lo que llama “la imagen pobre”, la distinción entre original y copia colapsa; o Jean Baudrillard, en El sistema de los objetos (la copia puede llegar a ser más real que el original).

Y antes de despedirnos, volvemos a mirar, arrobados, el David, su condición de calco se deshace mientras el de Florencia y el de Buenos Aires parecen fundirse en una sola presencia poderosa. La distancia y el tiempo entre las obras también  se desvanece. Lo antes lejano y separado puede percibirse como en un solo punto, en una suerte de Aleph borgiano, que  permite la percepción simultánea de muchos mundos del arte. Los muchos mundos abiertos para quienes quieran contemplarlos, en una rara convergencia, en el Museo de Calcos y Escultura comparada Ernesto de la Cárcova.

Juan de vigilancia, y una hermosa gata que vive en el museo, nos saludan al final, justo antes de abandonar el lugar del mucho arte. Y antes de volver a las calles y su grito de asfalto.

 

(*) Filósofo,  escritor, docente, su último libro La red de las redes, ed.Continente. Página cultural: estebanierardo.com