CULTURA
AUDIOLIBROS EN CASTELLANO

Recuerdo de días futuros

El sector que triplicó su incidencia en el mercado editorial en cinco años y viene surfeando la ola tecnológica, llegará a su hogar contando que leyó en vez de oír, tal como ocurría cuando la alfabetización era pobre, y leer y escuchar resultaban conceptos intercambiables. En 2030 conformará casi el 25% del mercado editorial. Hoy se contabiliza un 4% de participación del audiolibro, pero el ecosistema digital, que está entrenando audioescuchas en los casi cien mil podcast que existen en castellano, son el trampolín de la industria del audiolibro que crece a un ritmo de dos dígitos, en títulos y autores. Hablan editores, productores y actores sobre un fenómeno en auge.

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Audiolibros en castellano. | pablo temes

Noche en Buenos Aires y una voz robótica acompaña a los pasajeros. “Puerta a otra dimensión u otra galaxia” arranca recitando el famoso prólogo del best-seller de Charles Berlitz El Triángulo de las Bermudas, de 1974, que el colectivero comparte a más de un escucha, o audiolector, interesado. Por un instante es una vuelta al origen primordial de la literatura, y todos somos hechizados por la voz ubicua, anterior a la palabra escrita. Alguno que otro, en este reciclaje cultural que plantea el audiolibro, el sector que triplicó su incidencia en el mercado editorial en cinco años y viene surfeando la ola tecnológica, llegará a su hogar contando que leyó en vez de oír, tal como ocurría cuando la alfabetización era pobre, y leer y escuchar resultaban conceptos intercambiables. El audioleer abre nuevas galaxias lectoras.

En Villa María, Córdoba se desarrolla un proyecto de reutilizar viejos celulares para que sean canales de audiolibros, destinado a personas mayores o con discapacidades visuales. Personal trainings plantean a sus alumnos escuchar audiohistorias en vez de música para mejorar la “concentración”; y la empresa argentina ReadingU, que provee de audiocontenidos a grandes y pequeñas editoriales desde 2017, percatada lanzó una serie exclusiva en audiofirst para running con aventuras donde hay que salvar al mundo en veintinueve minutos, a la manera de Sarah Connor de Terminator. 

Choferes, cocineros, profesionales con poco tiempo, estudiantes fatigados visualmente, amas de casa en tareas hogareñas, y, en fin, mujeres y hombres antes de dormir, en torno a los cuarenta años y usuarios full de los smartphones, alientan a que los gigantes planetarios Amazon y Spotify se disputen una porción que se prevé, en 2030 será de casi del 25% del mercado editorial. Hoy contabilizamos un 4% de participación del audiolibro, pero el ecosistema digital, que está entrenando audioescuchas en los casi cien mil podcast que existen en español, son el trampolín de la industria del audiolibro que crece a un ritmo de dos dígitos, en títulos y autores. Solamente en nuestro país, en Penguin Random House y Planeta, las mayores competidoras locales en este incipiente nicho, concuerdan en un 70% de alza desde 2020. 

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“Estamos en un momento en que los productos culturales, música, podcast, videojuegos, libros, películas y series compiten entre sí por la escasez de tiempo. Hay una redistribución en el consumo cultural de los tiempos disponibles. En estas condiciones de producción de sentido me parece que los audiolibros son muy valiosos en la difusión cultural”, señala el escritor y editor Esteban Castromán, uno de los directores de proyecto de ReadingU y Zona Futuro, un espacio de reflexión editorial en la Feria del Libro orientado a cómo acercar nuevos lectores. “Primero por una cuestión inmersiva. El audiolibro comparte esta experiencia contemporánea de sumergirnos en la sensaciones. Y además, parecido a la radio o al podcast –su primo hermano–, te permite hacer otras cosas. Entonces vos, en tu tiempo libre, puedes escuchar un audio libro, o una historia de ficción sonora. Y mientras tanto salir a correr, o limpias tu casa”, comenta el audioeditor que convocó para la escritura de audiolibros a Leo Oyola, Leticia Lettieri, Leandro Ávalos Blacha, entre otros, y contó con las voces de la actriz Malena Guinzburg. 

“Además, para quienes ya leen, es una gran oportunidad de ampliar horizontes de lectura probando nuevos géneros, temáticas o autores y así aumentar también el tiempo de lectura habitual”, amplía Denise Menache, productora ejecutiva de Penguin Audio, que tiene entre sus éxitos en audiolibro a Rayuela, de Julio Cortázar, junto a Caos de Magalí Tajes. Eduardo Sacheri, del mismo sello, quien al igual que Claudia Piñeiro audioleyó algunos de sus textos, reconoció públicamente que es un regular consumidor del formato y que aumentó un “par de horas de lectura” gracias al audiolibro. 

Argentina te escucho

“Mi público me ha llevado a un lugar que me ha perdonado de todo, me ha disculpado. Cree que soy un tipo honesto sin ninguna prueba. Cree que tengo destrezas que no tengo, sabidurías que carezco. Pero eso te ayuda. Cuando la gente cree que valés algo, no intentarlo es una pavada, una pérdida de tiempo y de humanidad”, se escucha la frágil voz del Indio Solari en Recuerdos que mienten un poco, de Penguin, las conversaciones con Marcelo Figueras, que en su versión audio contiene éste y otros fragmentos exclusivos. Desde Random House sostiene Menache que “el audio está en un muy buen momento, con la gran oferta de podcast y el crecimiento de la industria de audiolibros, cada vez más personas se animan a probar el formato. La escucha de un audiolibro es un momento íntimo, conectar con la voz que narra es fundamental para querer seguir escuchando, y ese componente que hace tan especial al formato es fundamental. Por eso nuestro foco está puesto en encontrar la voz y la intención perfecta para cada libro”, cierra la productora digital, que con 4.500 títulos es la casa con el catálogo más grande en lengua española y recientemente abrió estudio propio en Buenos Aires. 

Lejos del 42% de lectores chinos que prefieren el audiolibro, o las más de 20% de brasileños y mexicanos en 2022 según Statista Consumer Insights, o de los quince audiolibros mensuales que consumen los ingleses, los usuarios argentinos empiezan a medir entre los audiolectores de Audible/Amazon y Google Play, que por ahora prefieren las plataformas antes que las ventas unitarias. Y por delante del otro gigante, la sueca Storytel, que ofrece un catálogo selecto de autores nacionales que van desde Mariana Enríquez de Anagrama a Ana Ojeda de Bajo La Luna. “En 2018 vino un representante de esta empresa líder europea y compró varios derechos de editoriales independientes, en la Feria de Libro, porque querían entrar en el mercado español”, recuerda Miguel Balaguer, de Bajo La Luna. 

“Según datos de la industria, en idioma español, la producción ha superado los 15 mil títulos con un crecimiento anual de más del 25% en Latinoamérica, la suscripción ilimitada de audiolibros representa más del 85% del negocio”, corrobora Florencia López, responsable de Producto Digital de Planeta. Felipe Pigna, Gabriel Rolón, Viviana Rivero y Jorge Fernández Díaz son algunos de las más buscados por los audiolectores, apenas un poco más de mujeres en la totalidad. Y que actualmente, variando una tendencia inicial atenta a los libros de autoayuda o empresariales, se “puede observar un mayor consumo de lectura de ficción (novela negra y misterio, thriller, ciencia ficción, novelas históricas y románticas), así como también de bienestar; registrándose un incremento de los títulos de novelas juveniles”, cierra. López adelanta que en los próximos años todo el catálogo de Planeta podrá contar con los lanzamientos en físico, ebook y audiolibro.

“No se conocen números en la Argentina de audiolectores, pero es muy bajo en comparación al mundo. Y eso es porque ninguna de las grandes plataformas desembarcaron aún. O sea que ahora podés suscribirte, pero nada está dirigido a nuestro público; incluso a nivel costos, que van de los cuatro a los diez dólares mensuales. Hay una gran oportunidad porque los libros argentinos están excelentemente ubicados en las plataformas internacionales”, acota Juan Pablo Bellini, responsable de ReadingU. Esta empresa argentina, junto a la más veterana Audiolibros Colección –unidad digital de la cordobesa Curva Ediciones Creativas–, fue pionera hace cinco años trabajando para Storytel con el fondo de Penguin y Planeta, y en la actualidad rondan los 1.200 audiolibros realizados para grandes y pequeñas editoriales. 

Como tampoco se conocen los audiolectores de los servicios gratuitos que aparecieron por la misma época, como el de la Universidad Nacional de San Martín, una colección de literatura latinoamericana dirigida por Norma Aleandro. Obras de Hebe Uhart, Juan Filloy y Washington Cucurto se pueden escuchar en la página del Ministerio de Cultura de la Nación, o Spotify, y el CCK dispone en la web de un proyecto audible gratis curado por Lucrecia Martel y Graciela Speranza, con Verónica Llinás y Cristina Banegas. Sumemos el tradicional servicio para no videntes que desde 1985 se brinda en la Biblioteca Nacional de Ciegos y que supera los 1.500 audiolibros leídos por voluntarios. 

Cómo se hace un audiolibro

Afirmaba Irene Fortes, la especialista internacional del área digital de Penguin en español, que “la interpretación para un audiolibro no tiene que ser acusada, pero sí que debe ser una lectura matizada”, y estimaba un costo internacional de alrededor de dos a tres mil dólares en producir un audiolibro. “Desde mi productora La Pianola Audiovisual hicimos una acuerdo con Penguin y realizamos más de 150 libros, porque estiman que será el mercado más dinámico de acá. Nosotros trabajamos con la editorial directamente, no con el autor, y hacemos un casting de voces a elección del cliente. Una vez que ocurre eso, armamos un guión técnico, y que decida el cliente la impronta que desea comunicar”, adelanta Jorge Gentile sobre los procesos de adaptación. Y suma Bellini, “en cuanto a las adaptaciones se tiende más a lo coloquial. Y se apunta más a la acción que a la descripción. Cualquier género es trasladable al audiolibro. Claro que algunos tienen más éxito en audio que otros. Y otros necesitan muchas más adaptaciones, como el libro técnico, con sus gráficos y fórmulas; y otras menos, como una novela, que requiere mínimas alteraciones, que nada alteran el contenido original. Ya tenemos audiocomics, que pasaron de la viñeta al audio”, aclarando el audioproductor Bellini, a la par de Castromán, que las adaptaciones se centran en ritmos y cadencias de lecturas, además de buscar el respeto del tono del lengua nativa del escritor, y que no afectan, en general, la letra impresa del autor.

Contrario a la herencia cultural, en donde existían vinilos, casetes y  CD’s con la voces de los mismos escritores en entrevistas, novelas y poemas, aquella mitológica serie de Eudeba, hoy es reducida la participación de los mismos narradores. Actores de doblaje, locutores y actores son las voces que cada vez más descubren la reciente fuente laboral, al tiempo que celebridades graban audiolibros, como Michelle Obama –quien ganó un Grammy por su audiolibro de 2019–, Julianne Moore y Meryl Streep. 

“Fue una experiencia maravillosa porque pude jugar con la voz, solo con la voz. No fue como teatro leído, es muy distinto. Aprecié la dirección, porque sabía que además de contar la palabra del personaje de María Elena Walsh o Pablo Bernasconi tenía que crear un cuento para niños, crear un mundo”, se entusiasma el actor Luciano Cáceres, quien registró Cuentos fabulosos para chicos curiosos en Penguin. Y dice la actriz Dolores Fonzi, que grabó el celebrado audiolibro por los 120 años del nacimiento de Silvina Ocampo, “Con el audiolibro intentamos que sea entretenido, pero que tenga algo pomposo a la vez. Tratamos de ponerle un tiempo, una pausa, un devenir”.

De los pocos casos de los narradores audioleyéndose, Gentile recuerda a Iosi Havilio en la lectura “fascinado en la cabina” de Pequeña flor, “encontrando una nueva dimensión a su texto que había leído cientos de veces, hallando incluso errores”, confiesa, y a Cristina Pérez con La dama oscura, que “daba una singular carnalidad a una experiencia que la involucró en viajes e investigaciones sobre Shakespeare”. Sin embargo representan menos del 3% de los casos consultados. Aunque cada vez más pretenden tener participación en las trasposiciones de su obra, “en la actualidad no es solamente escribir un libro, mandarlo a la imprenta y a la librería, y ya está. Tenés que estimar las futuras mutaciones, en este caso el audiolibro, hasta diría en las maneras de escribir. Con las dificultades de la industria editorial, empezando con el costo del papel y la distribución, vale la pena preguntarse si cabe un libro de 500 páginas, aproximadamente en unas seis o siete horas en audiolibro a 150 palabras por minuto; con capítulos interminables o plagados de flashback y citas, y ausencia de cliffhanger”, el final en suspenso que explotan las series y, antes, los folletines decimonónicos.  

“Las personas que integran el equipo en la producción de audiolibros son el preproductor, al actor o la actriz de doblaje, un director que dirige al actor, un editor de sonido, y luego un corrector que escucha lo que se lee y lo compara con el original”, sintetizan los audioeditores, una nueva figura que surge en el mercado editorial. El editor de audiolibros es más parecido a un realizador audiovisual que un editor de papel, ya que debe armar un storytelling sonoro, o sea “componer la narración auditiva del libro”, acuerda Castromán. Por lo que sus saberes y competencias mixturan letras con sonidos, una suerte de curador artístico y editorial; y de hecho, varios provienen más del campo audiovisual que editor. Ellos crean nuevos ambientes sonoros para otra novedosa categoría, el audiolector, “el que lee con los oídos”. Como principal rasgo diferencial al lector tradicional se halla su capacidad de atención, volátil, pero expansiva, y, entonces, varían las estrategias editoriales por géneros y públicos para encantar oídos. 

Primero fue la voz

Precio sensiblemente más barato que el impreso, mejoras en el aprendizaje de un idioma nativo y combate a las dificultades de concentración, inclusión social, la facilidad de almacenamiento, la drástica familiaridad con la tecnología insuflada en la pospandemia, las chances que igualan a las pequeñas y grandes editoriales por el comportamiento “voraz” del consumidor de plataformas, y la posibilidad de elasticidad a la hora del consumo, aparecen en el horizonte que pronto tendrá a Spotify Premium ofreciendo quince horas mensuales para escuchar más de 350 mil títulos. 

Estudios en España señalan que la comunidad audiolectora en castellano en 2026 alcanzará los 30 millones. Desde ese mismo país se lee en un foro de lectores, “Leyendo un libro tú eres el protagonista, tanto en la narrativa como en los diálogos. Tú eres quien sufres, ríes, discutes… usando tu propio yo poético y narrativo. Cuando escuchas un audiolibro, aunque el contenido es el mismo, el continente ya no lo es. Ya no eres protagonista sino un mero espectador”, señala un indignado lector sentado en un sillón.  

“En cualquier traducción algo siempre se pierde, pero también algo se gana. El audiolibro no vino para acabar con el libro sino para potenciarlo, al igual que diez años antes el ebook. No creo que se empobrece la literatura sino que te estoy ofreciendo un cambio de punto de vista. La diferencia radical con el audiolibro es que te está dando esa voz interior y se le debe prestar mucha atención a cómo construirla. Ahí viene el desafío en la producción”, retruca Castromán. Y comenta que en sintonía a los podcast –y a la nueva era dorada de la voz en la música urbana–, aunque el audiolibro no se diseña como un guión de podcast, o el libreto de un radioteatro; en este nuevo bravo mundo comenzaron a surgir los audiofirst, creaciones nativas del audio digital sin prever correlato en papel. Storytel fue adelantada en esta tendencia, cada vez más ostensible en las plataformas, y los nacionales de ReadingU lanzaron La virgen de la Patagonia del chileno Jorge Baradit, antes en audio que en papel, en 2022. “El audiolibro, sea nativo o adaptación, es un formato que llegó para quedarse y que comienza a dar sus primeros pasos y a ser reconocido por el público argentino”, engloba López desde Planeta. 

La inhundible sociedad de los lectores

En los próximos tiempos veremos, sostienen los jugadores de esta novísima industria cultural, cada vez a más escritores que exploren en el audiolibro un terreno de creación y experimentación, de la misma manera que ya utilizan el streaming y las redes, antes los blog y los libros electrónicos. “Es una pregunta que tenemos nosotros, algo parecido siento cuando salió el cine, que con más de cien años sigue siendo un arte muy moderno. Yo creo que es una forma de acercarse a los materiales tan reciente que ni siquiera podemos decir que nació, sino que estamos en una etapa embrionaria, donde los caminos a probar son infinitos y las opciones a cómo desarrollar el audiolibro, insospechadas”, redondea Gentile. 

“No nos preguntamos tanto qué es leer, sino quién es el que lee (dónde está leyendo, para qué, en qué condiciones, cuál es su historia). Esas escenas serían entonces como pequeños informes del estado de una sociedad imaginaria –la sociedad de los lectores– que siempre parece a punto de entrar en extinción o cuya extinción, en todo caso, se anuncia desde siempre”, desgranaba Ricardo Piglia en El último lector. 

Y más allá del fantasma de la Inteligencia Artificial colonizando la audiolectura, la compañera sónica de mi viaje en colectivo al Triángulo de las Bermudas por la avenida Rivadavia, “que no se pierda el erotismo de la voz en esas voces cyborg que están sonando lamentablemente en varios audiolibros”, anhela Castromán, regreso a una escena de El lector por horas del español José Sanchís Sinisterra. Por más que el padre de la mujer ciega quiere hacer traslúcido al profesor lector, “ha puesto demasiada intención, demasiado sentido (...) Estaba usted ahí, interponiéndose entre el texto y yo (...) Como diciéndome lo que yo debía entender del texto”, saltando al más acá de toda experiencia auditiva. 

Al fin de cuentas, porqué oímos y leemos historias desde la época de las cavernas, hagamos papel, hagamos digital, hagamos audiolibros. Porque formamos sociedades.