Erráticas y cambiantes, las formas posibles que deambulan por el mundo aparecen, se transfiguran y desaparecen en los contornos difusos de la materia; por ello, en tanto creador de formas (o conjurador de arquetipos), el artista establece una apuesta contra la tendencia del universo hacia la indistinción y la entropía: aliado de las posibilidades entre lo visible y lo invisible, su lucha permanente es contra la in-significancia.
Esta muestra antológica de grabado y técnicas mixtas de Sebastian Fund (Buenos Aires, 1985) permite calibrar los cimientos de un artista radicado en México desde la infancia, quien de alguna manera regresa a un origen improbable, trazando un camino de norte a sur que recuerda los desplazamientos y trayectos de algunas especies y arquetipos animales que atraviesan el continente, engendrando formas nuevas con un pie en lo mítico y otro en lo terrenal, tal como lo expresa con rigor histórico y conocimiento de causa el historiador mexicano Roberto Martínez González en su fascinante obra El nahualismo: “En el pensamiento mesoamericano el hombre no era concebido como un simple ser unitario hecho de carne y hueso, sino como un complejísimo y mutable producto de la influencia de las diversas entidades y fuerzas sobrenaturales que actuaban sobre la tierra en distintos tiempos y circunstancias. El ser humano es concebido como la unión temporal de diversos componentes de diferente orden y naturaleza. Unos son vistos como materiales y extracorporales; otros como intangibles e inevitablemente atados a su envoltura corporal. Los hay inmortales, hereditarios y efímeros; de origen telúrico, celeste e infraterrestre. Todos tienen en común el hecho de encontrarse estrechamente ligados al devenir y al desarrollo del sujeto en el interior de la sociedad y su entorno sobrenatural”.
Los grabados mestizos de Fund –y cuya hechura demuestra que la impureza más que una estética es un modo de producción– delatan no sólo un oficio macerado sino también un imaginario propio, oscuro, lujurioso (con algunos ecos muy nítidos de la obra y el magisterio de Francisco Toledo), pleno de resonancias que remiten a extravagantes de la creación, donde algunos animales extraños tienen cuellos demasiado largos o patas demasiado cortas, proporciones insólitas que rondan lo imposible, colores alucinantes, texturas abigarradas, expresiones macabras y una presencia cuasisobrenatural en su silencio de gran formato que asediar los espacios con resonancias añejas como venidas de otro planeta: por ello no es casual en lo absoluto que algunas de sus figuras zooantropomorfas recuerden a bestias prehistóricas de tiempos remotos que, a través de sus grabados, perfilan todas las mañanas del mundo: no tanto figuraciones imposibles como variantes insospechadas de un génesis particular.
Con piezas tomadas de muestras anteriores expuestas en México como Identidad, Huellas lejanas, o Bestias negras, este bestiario en movimiento –que también explora la textura del desecho en las composiciones más logradas– combina las técnicas del grabado (xilografía, colografía y chine-collé) ensanchando y presentando los límites de su materialidad, tendiendo puentes de diálogo para dar cuenta de un presente múltiple. Enrarecido.
En esta muestra se dan cita formas antropormorfas, extrañas fábulas sin lengua que comunican con insólitas cámaras mentales; bestias mestizas desubicadas por los trazos que dispersó la danza: por eso en estos seres y en las composiciones en gráfica, tinta y acuarela hay deseo y hay cópula: promiscuidades y colindancias que revelan su plenitud y potencia a través de máquinas de grabado que permiten sentir el peso pleno de la imaginación en la materia.
Entre otras avenidas, las creaturas animilazadas –y animalizantes– de Sebastian Fund son también una invitación a calibrar la omniprescencia en la vida cultural mesoamericana de las especies con las que hemos compartido y aún compartimos la región, explorando su presencia desde aspectos ecológicos y simbólicos, lo mismo que estéticos, políticos o religiosos, consideraciones que si bien parten de una perspectiva más o menos biológica del conocimiento se expanden de manera directa hacia la filosofía y la epistemología, tal como lo demuestran algunas tentativas de análisis recientes de los debates especistas contemporáneos por parte de especialistas como Bruno Latour, Alvin Kernan, Donna Haraway o Eduardo Viveiros de Castro.
Jirones de una mente sensible, pero sobre todo auténtica y coherente, esta panorámica de un artista cuyo imaginario acaso linda con las distorsiones y dilucidaciones de algunos seres surgidos del hipotético de Leonora Carrington, apuntala con la solidez de su obra que la suya es una apuesta que se resuelve en otra promesa que no claudica ni se consume: Sebastian Fund o la inminencia de una animalidad iluminada por venir.
El sendero alucinado del nahual
Sebastian Fund
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