CULTURA
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Signos de un lenguaje a descifrar

La muestra “Ciudades imaginarias” de Edgardo Nelson Rodríguez, en el Museo del Agua y curada por Solange Guez, es “la posibilidad de ciudades llenas de color y abundancia”, como refiera ella en su texto. Entrar al mundo artístico de Rodríguez significa acceder a un sistema autosuficiente en términos estéticos y de sustentabilidad. Porque, todo lo que vemos durante el recorrido tiene un pasado en la vida real, que el artista ha torcido el rumbo del deterioro y el abandono y lo ha vuelto arte.

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Búsquedas. Rodríguez es arquitecto y con sus “edificios-tótems” construye la posibilidad de una ciudad vivible en el medio de una, que no lo es tanto. Recorrer la muestra es una manera de ir en busca de la felicidad y encontrarla a cada paso. | Gza Museo del Agua. Palacio de las Aguas Corrientes

En “Las ciudades invisibles”, Italo Calvino se pregunta “¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? Creo haber escrito algo como un último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades. Tal vez, estamos acercándonos a un momento de crisis de la vida urbana y ‘Las ciudades invisibles’ son un sueño que nace del corazón de las ciudades invivibles.” Ese libro es la gran respuesta, el poema de amor que el escritor italiano admite no haber escrito nunca y que cada capítulo comienza con unas reflexiones y comentarios de Marco Polo y Kublai Kan sobre viajes y ciudades. Estos arman una serie de relatos de viaje que Marco Polo hace a Kublai Kan, emperador de los tártaros que como explica Calvino: “en la realidad histórica, Kublai, descendiente de Gengis Kan, era emperador de los mongoles, pero en su libro Marco Polo lo llama Gran Kan de los Tártaros y así quedó en la tradición literaria” que es un punto de partida imaginario que no intenta seguir el itinerario del mercader veneciano sino apunta a la invención literaria. 

Edgardo Nelson Rodríguez en la buena senda de Calvino, también, escribió su “poema de amor” a la ciudad. La muestra “Ciudades imaginarias” en el Museo del Agua, curada por Solange Guez, es “la posibilidad de ciudades llenas de color y abundancia”, como refiera ella en su texto. Entrar al mundo artístico de Edgardo Rodríguez significa acceder a un sistema autosuficiente en términos estéticos y de sustentabilidad. Porque, todo lo que vemos durante el recorrido tiene un pasado en la vida real, que el artista ha torcido el rumbo del deterioro y el abandono y lo ha vuelto arte. 

Productos finales de un meticuloso modelo de reciclado, esas materias primas que han sido otra cosa, muchas veces deshechos y desperdicios, son capturados por Rodríguez que las construye, las ilumina y las hace súbditas del reino de su imaginación. Una monarquía que se basa en los ojos de su mente y que solo intenta dominar al imparable ejército de la basura, de lo que ya no sirve para los humanos comunes y corrientes, pero que formaran una legión poderosa cuando se sometan a los dictados de sus ideas y sus conceptos.

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Rodríguez es arquitecto y con sus “edificios-tótems” construye la posibilidad de una ciudad vivible en el medio de una que no lo es tanto. La idea de vida, entonces, no es relativa a la posibilidad de habitarla, es arte, está un museo, sino a la aventura de soñarla, de hacerla posible para nuestra esperanza. Seguimos a Calvino: “La crisis de la ciudad demasiado grande es la otra cara de la crisis de la naturaleza. La imagen de la ‘megalópolis’, la ciudad continua, uniforme, que va cubriendo el mundo, domina también mi libro. Pero libros que profetizan catástrofes y apocalipsis hay muchos; escribir otro sería pleonástico, y sobre todo, no se aviene a mi temperamento. Lo que le importa a mi Marco Polo es descubrir las razones secretas que han llevado a los hombres a vivir en las ciudades, razones que puedan valer más allá de todas las crisis”.

Se sabe que los chamanes son, dicho de manera muy general, individuos a los que se les atribuye la capacidad de modificar la realidad o la percepción de colectiva de ésta. De ahí que cumplan esa función tan importante en algunas comunidades por su capacidad de adivinar, curar y comunicarse con los espíritus. 

No es casual que Edgardo los tenga en cuenta, al momento de su trabajo.  Creador de un mundo, inventor de un estilo, recolector y cazador de objetos, monarca con una imaginación desbordante y fabricante de una realidad perceptiva nueva son todas las instancias que se cruzan en los trabajos. Porque el artista tiene algo de artesano en un sentido particular. Si el artesano aporta un componente estético sobre el valor de uso del objeto, Rodríguez opera cuando este ha sido eliminado por completo. Sus materias primas no deben servir para nada, justamente, para que empiecen a servir para el arte.

“Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos. Mi libro se abre y se cierra con las imágenes de ciudades felices que cobran forma y se desvanecen continuamente, escondidas en las ciudades infelices”, cierra su prólogo el autor de “Seis propuestas para el próximo milenio”. Recorrer la muestra de Rodríguez es, nuevamente, una manera de ir en busca de la felicidad y encontrarla a cada paso.