CULTURA

Sueño con libros

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| Cedoc

¿Cómo me siento desde hace una semana? ¿Contento? No. ¿Entusiasmado? Mucho menos. ¿Con expectativas? Muy pocas. ¿Entonces? Aliviado. Aliviado de que esta pesadilla terminó (aunque tienen todo para volver pronto. De hecho, si hubieran militado más el Conurbano y la economía hubiese estado un chiquitín mejor, con solo eso, apenas con esas poquedades, tal vez hubieran llegado al balotaje y probablemente ganado). Hablando de pesadillas realizadas, troquémosla ahora por su opuesto, los sueños. Sueño en un sentido estricto, un sueño que tuve. No sé por qué, yo que no hablo inglés, que no frecuento la literatura inglesa y que, por supuesto, al cruzar siempre miro primero para la izquierda, soñé que estaba en Londres. Tres semanas en Londres, al comienzo del otoño pero con un clima absolutamente primaveral.

Rápidamente fui a las librerías de viejo de Charing Cross Rd. Pero solo quedaban unas pocas. En cambio, un poco más allá, en Cecil Court, todas siguen funcionando. Aunque no son de viejo, sino de anticuarios o especializadas en cultura Pulp o en mapas o en otros asuntos. En Watkins Books me pasó algo raro: dedicada a temas de espiritualidad y cosas por el estilo, increíblemente encontré muy, pero muy barato, dos números de Horizon, la revista que dirigía Cyril Connolly en los ’40 (pienso regalarle uno a Luis Ch. a quien no veo hace mucho). Volviendo a Charing Cross, las tres librerías son: Quinto, un clásico, aunque muy venida a menos, en su sótano, pasando la insoportable pared sobre libros acerca de la Segunda Guerra Mundial, todavía hay una sección aceptable de poesía. Al lado, Any Amount of Books tiene una encantadora mesita de libros en la calle y adentro nada que valga la pena. Finalmente, Henry Pordes Books, la menos conocida y por lejos la mejor. La sección de libros de arte es insuperable, como la de biografías y memorias. La sección de literatura general tampoco es mala. Por £10 (lo que cuestan 3 viajes en subte con la Oyster Card) compré la primera edición de la biografía de Lewis Carroll de Walter de la Mare (Faber and Faber, London, 1932).

Como todos, de de La Mare había leído su genial Memorias de una enana (Editorial Nova, Buenos Aires, 1946, traducción de Julio Cortázar), más un par de libros de cuentos y Some Women Novelists of the 'Seventies’, un encantador ensayito de 1929, que no se si fue traducido al castellano. Pues bien: Lewis Carroll está entre lo mejor de su obra, a la que bien podríamos llamar “una introducción al Nonsense”. Carroll por un lado, pero también cierta afinidad surrealista, definen la obra de de la Mare, y es casi natural que haya encontrado en Alicia su maestra. Solo que es una Alicia que partiendo del juego y el sin sentido desemboca en el terror. La circularidad es terrible y la pérdida de puntos de referencia, un abismo. Los sonidos del bosque nos acechan oscuramente (como en Haunted, tal vez el mejor poema de de La Mare). Por supuesto que todo rima con un aire infantil, que también recuerda no a los Limericks de Edward Lear, sino a algunos de sus cuentos, como El cuento de los cuatro niños que dieron la vuelta al mundo, que año a año compro para regalar en el stand de Los 7 logos en la Feria del libro, en una edición hermosa de Pípala. Y después me desperté y me puse a ver el programa de Gustavo Sylvestre, para volver a dormirme, tal vez para siempre.

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