DEPORTES
una guerrera en la cancha

Afrodita, la heroína del fútbol

Alba Palacios es la primera futbolista transgénero federada de España. Escribió su historia y la publicó en el libro Pelota de papel 3, que reúne narraciones escritas por jugadoras.

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Fútbol femenino. | Salatino

Erase una vez una pequeña, inquieta como un polvorín, extrovertida y risueña, con muchas ganas de jugar al fútbol.

En su urbanización, los chicos mayores se juntaban todas las tardes para dar toques al balón bajo las galerías. Daba igual que hiciera frío o calor, que lloviera o saliera el sol, ellos siempre estaban ahí, divirtiéndose. Así que, un buen día, cuando tenía sólo cuatro años, con su sonrisa y sus ganas de jugar, a ellos se unió.

Al principio no veía más que las piernas de sus compañeros, que se le aparecían de frente como si de un bosque repleto de inmensos árboles se tratara. La pelota era enorme, en comparación con su estatura. Pero disfrutaba. Ese juego la llenaba, la hacía sentirse realmente especial.

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Como era más bajita que el resto, y técnicamente la superaban, encontró su ventaja en la velocidad. Iba a todos lados corriendo. Por los pasillos del colegio, donde más de una vez le llamaron la atención. En casa, escaleras arriba y abajo. Por las praderas que había junto a la casa de sus abuelos. Cada vez que le encargaban un recado. Y en verano corría en la playa sin parar. Todo eso hizo que fuera ganando fuerza en las piernas y que cada día corriera un poquito más.

Jugó en el equipo del colegio, con los chicos de su clase. Luego pasó a formar parte del club de su ciudad. Pequeña y delgada, sorprendía a todos cuando enfilaba por la banda, empezaba a acelerar y le quedaba corto el espacio.

En cuanto entraba en la cancha y tocaba el balón, parecía conectar con la parte más profunda de sí misma.

Se transformaba en una auténtica guerrera. De hecho, los padres de sus amigos la empezaron a llamar Mazinger, como el superhéroe, porque nadie conseguía avanzar por su lado. Ella siempre estaba ahí, alerta, para cortar cualquier jugada del equipo contrario y generar una nueva oportunidad para los suyos.

Sin embargo, algo no encajaba. ¿Por qué, si era una guerrera, tenía que jugar siempre con los chicos? La pregunta, que estaba en algún lugar lejano, en su interior, resonó con más fuerza el día en que vio a un grupo de chicas jugando a su deporte, el fútbol, justo en el campo de al lado. Estaban ahí, tan cerca y a la vez tan lejos. ¿Por qué no estaba con ellas? ¿Qué la hacía diferente?

Y entonces lo descubrió: era una chica, pero el mundo no la veía. Por el contrario, se dirigían a ella como si fuera un chico. Sin dudar ni un instante.

Sintió una profunda presión en su pecho. Era tristeza y desconcierto. Tristeza al darse cuenta de que la gente no la conocía de verdad. Y desconcierto porque no sabía qué hacer para cambiar aquella situación. Para evitar que el temor y la desconfianza se apoderaran de ella, decidió seguir haciendo lo que más le gustaba: jugar al fútbol. Porque en el terreno de juego era libre. Porque en ese espacio y durante el tiempo que duraba cada partido se reconocía. Era, simplemente, futbolista.

Y así siguió por mucho tiempo.

Hasta que, años más tarde, gracias a su valentía y a su tesón, y con la ayuda de muchos que vieron en ella sus ganas de vivir y su auténtica pasión por el fútbol, descubrió cómo quitarse el disfraz y derruyó la fachada que durante tantos calendarios había llevado consigo y que ya le suponía una gran carga.

Entonces, Alvaro se convirtió en Alba.

Ya sabía quién era, lo había sabido siempre, pero había llegado el momento de decírselo a los demás. La que ellos veían correr tras el balón era Afrodita, la heroína de Mazinger Z. Y esa heroína tenía clara una cosa: quería seguir jugando al fútbol, ya fuera fútbol sala o el fútbol que le dejaran.

Ahora corre, no más rápido, pero sí mucho más ligera.

Se quitó el peso del miedo y de la culpabilidad inmerecida. Si bien jamás perdió su sonrisa, hoy sus ojos brillan como nunca antes, porque ha logrado lo que se merecía: ser feliz, sintiéndose ella y practicando el deporte que le ha dado el oxígeno que necesitaba para vivir.