Ni Nigeria, ni Corea del Sur ni Grecia. En la fase inicial del Mundial 2010, el peor enemigo de Argentina será... Argentina. O, mejor dicho, esa tendencia a agrandarse y subestimar a los rivales que suele caracterizar al mundillo futbolístico local en la previa de acontecimientos que, en vistas de algunos antecedentes cercanos o no tanto, resultarían moco de pavo para el Seleccionado.
La historia habla por sí sola de cuán pernicioso puede ser ese agrande que, casi milagrosamente teniendo en cuenta los últimos pésimos desempeños del equipo nacional, nuevamente amenaza con tornarse una contra que impida tomar con la seriedad del caso la preparación táctica, física y psicológica del equipo, pero también -y sobre todo- la necesidad de afirmarse en el juego.
Lo cierto es que, de continuar transitando Diego Maradona por el mismo camino de soberbia y renuencia al trabajo que viene mostrando al frente del equipo, todo bien podría terminar como en los mundiales de Suecia '58 y Corea-Japón 2002, en los que Argentina quedó eliminada en primera fase cuando muchos la daban como gran candidata a ganar el campeonato.
Esta vez, al menos, nadie se animaría a decir que el conjunto albiceleste es favorito para llevarse el Mundial. Pero aún el considerar "fácil" la clasificación a segunda fase puede ser una trampa mortal para el Seleccionado en Sudáfrica. Especialmente, si por ello no se hace la cirugía necesaria para que el equipo deje de ser un puñado de individualidades desconcertadas.
En ese sentido, será fundamental entender la importancia de ir definiendo una base de jugadores titulares y un mínimo patrón o idea de juego, que permita dejar de "manosear" futbolistas sin ton ni son y no depender exclusivamente de la suerte, el "fuego sagrado" o un rapto de inspiración individual como en los últimos tiempos.
Así, con esas únicas armas a las que Maradona viene apelando, se pudo obtener el pasaje al Mundial y se podrá -tal vez- acceder a la segunda fase. Pero con seguridad no se llegará mucho más lejos. Por eso, malo sería esperar hasta Sudáfrica para saber con qué jugadores-base y de qué forma jugará Argentina. Y mucho peor, terminar la ronda inicial sin haber respondido a esas preguntas.
Esa es también la razón por la que, si bien no hay que subestimar a Nigeria, Corea del Sur o Grecia, tampoco es bueno dejarse llevar por algunos consejos excesivamente precautorios y respetar demasiado a esos rivales, apostando exclusivamente a clasificar y no a construir una identidad como equipo de cara al resto del certamen.
Se trata, en definitiva y como siempre, de ser equilibrados, sin subestimar al rival pero al mismo tiempo creyendo en las propias fuerzas y asumiendo el rol que por historia tiene que cumplir el equipo, más allá de las muchas contras que -Maradona aparte- tienen hoy muy devaluada a la Selección y al fútbol argentino. Y, por supuesto, más allá de cualquier rival.
(*) De la redacción de Perfil.com.