El último partido de Boca antes de la final de la Copa Libertadores contra Fluminense habla mucho de lo que fue su semestre o su año: aburrido, muchas veces mal jugado, pero siempre con un estímulo grande en su horizonte más cercano. Anoche, contra Estudiantes en la Bombonera, el equipo de Jorge Almirón volvió a dejar más sombras que luces. A casi nadie le importó: lo que verdaderamente importa se jugará este sábado en Río de Janeiro. Quedó claro sobre el final, cuando la Bombonera estalló y pidió ganar en la ciudad carioca.
No jugó el equipo titular que se había anunciado en primer momento, porque por la mañana, los referentes le pidieron al técnico no arriesgar y repetir lo que hicieron contra Racing: que algunos titulares ingresaran en el segundo tiempo, para tener algo de rodaje, pero no sufrir el cansancio de ser titulares. Así fue.
Hubo criterio en la decisión, sobre todo si se evalúa lo mal que la pasó Valentín Barco cuando entró en el segundo tiempo. El pibe de Boca recibió más de una patada y estuvo varios minutos en el piso. Había algo de dolor, pero sobre todo preocupación en las tribunas por lo que podría significar eso.
¿Hubo algún jugador destacado dentro de los suplentes xeneizes? Quizás algunas pinceladas de Saracchi en el costado (sobre todo los centros); cierto entusiasmo de Langoni y Janson en el ataque; y la confirmación de que Saralegui es otro buen proyecto de la cantera. El pibe tuvo una clara en el primer tiempo, pero respondió bien Andújar, que juega sus últimos partidos como futbolista profesional: con 40 años, el arquero anunció que en diciembre se retira.
¿Y Estudiantes? Casi no pateó al arco. Tuvo la más clara al final, con un doble tiro de Benedetti. El Pincha volvió a evidenciar grandes problemas a la hora de generar juego en el mediocampo. Rollheiser está bajo y solo encuentro algo de alivio cada vez que la toca el Corcho Rodríguez. Algo que, por ahora, no alcanza para mucho más que un cero a cero.