“Número uno se nace más de lo que se hace”. David Nalbandian suelta la idea después de unos segundos de pausa que utiliza para elegir las palabras justas. Participante de una carrera en la que corren muchos y pocos llegan, el mejor tenista argentino acepta que alcanzar ese lugar forma parte de su lista de tareas pendientes. “Es mi gran objetivo, obviamente, aunque soy consciente de que es muy alto”, concede.
—¿Planificás el año pensando en eso?
—No al mil por mil, porque si no habría dejado de priorizar la Copa Davis y jugado más torneos. Eso influye bastante. Igual, tengo claro que Federer y Nadal están un escalón arriba.
—Cuando le ganás a Federer, ¿pensás que podés estar en su lugar?
—No, no alcanza con ganarle al número uno para aspirar a serlo. Para derrotarlo puede ser suficiente que él esté en un mal día, pero para ser número uno necesitás regularidad a lo largo del año. Es lo más difícil de conseguir. Roger tiene todo: talento, gran mentalidad, un físico ideal, y encima juega fácil. Va ser el mejor tenista de la historia.
—¿Te respeta más que a los demás?
—Sí. Lo noto en la actitud que tiene en la cancha cuando lo enfrento, en su comportamiento, en que festeja los puntos, algo que en general no hace.
Año Nuevo en el aire. La charla transcurre en un momento particular: en medio de la temporada que acaba de concluir –con su gran actuación en la final de la Davis– y la que comenzará el 2 de enero, cuando ponga sus pies en el cemento de Chennai, donde también estará presente Rafael Nadal, aunque no el suizo. Será parte del calentamiento para el Abierto de Australia, una parada del tour tenístico que a David le despierta deseos: “De todos los torneos de Grand Slam, ése y el de Estados Unidos son los que más me gustaría ganar, porque en las superficies rápidas me siento más cómodo”, cuenta, a contramano de la tradición argentina de jugadores que prefieren Roland Garros por haber sido formados sobre polvo de ladrillo. Se sabe: en Unquillo, el cordobés aprendió a pegarle a la pelota sobre la cancha de cemento que ayudó a construir su abuelo paterno .
—No hiciste pretemporada para 2007. ¿Te puede perjudicar?
—No sé, se dio así. La Davis terminó muy tarde y no hubo tiempo. Por eso decidí jugar algunas exhibiciones, para mantenerme en forma y enganchar un año con el otro.
—¿Cómo hacés para motivarte?
—Es difícil. Trato de encontrarle la vuelta porque soy consciente de que esta carrera es corta, hay que estar a full todo el tiempo.
La nueva estrategia –jugar mayor cantidad de torneos por temporada– aún no tomó forma ni entrenador que ayude a diseñarla: Nalbandian todavía no terminó de armar su calendario, y apenas acepta que “es probable que pronto elija un nuevo coach”. Desde que en marzo cortó su relación con Pancho Mastelli –en medio del Master Series de Miami–, anda por el mundo sin un técnico. El dato no le preocupa demasiado: ni siquiera se vislumbra un candidato firme para ocupar ese puesto.
—¿Te cuesta mucho mantenerte concentrado en el circuito?
—Sí, muchas veces fantaseo con tomarme un mes sin hacer nada (se ríe). Pero eso no existe, en general no podés olvidarte del tenis por más de una semana. De todas maneras, en algunos momentos del año necesito parar y cargar las pilas otra vez.
En eso anda en estos días. En su casa cordobesa, donde pasará la Navidad junto a su familia, poco después de haber ganado el Olimpia de Plata y haber quedado cerca de llevarse el de Oro, que había levantado en 2005. Con una decisión por tomar: si estará o no en la primera ronda de la próxima Davis, contra Austria. Con una novedad: en febrero se lo podrá ver en vivo en la Copa Telmex de Buenos Aires. Con una certeza: en 2007 va a enfocarse en su propia carrera hacia el número uno. Esa en la que nunca dejará de anotarse.
Cuando ser top ten ya es un estilo de vida. El único top ten argentino del momento (hoy está octavo en el ranking de la ATP) sabe que a la mayoría de sus colegas le es difícil permanecer en ese sitio. A él no: desde el 27 de enero de 2003 –cuando se colocó allí por primera vez– hasta hoy, David Nalbandian estuvo 167 semanas entre los diez mejores (Vilas y Clerc son los únicos argentinos que sobrepasaron esa cifra) y sólo 35 afuera, aunque nunca más allá del puesto 19. A partir de que ganó el Master de Shanghai de 2005, acumula 56 semanas seguidas sin salir del top, una cantidad que solamente superan Federer, Nadal y el ruso Nikolay Davydenko.
El mérito de Nalbandian se explica a partir de un concepto que, no por repetido, deja de tener vigencia: “Cuando estás abajo tenés muchas más motivaciones que cuando te afianzás entre los mejores. Los de atrás te quieren comer crudo, por eso es tan difícil mantenerse”, analiza el propio David.
Hay un punto en el que sólo Guillermo Coria –si se repasa la actual generación de argentinos– lo pudo superar: la cantidad de semanas consecutivas entre los top ten. Entre mayo de 2003 y abril de 2005, el santafesino alcanzó las 99 semanas. Aunque no se sostuvo en el tiempo: su caída en picada lo empujó hasta su actual puesto 116.
La falta de otros compatriotas en lo más alto del listado de la ATP tiene, para Nalbandian, una doble explicación: “Lo del doping influyó en algunos casos (Puerta y Cañas), y en otros se debió a bajones. Es que si no estás al ciento por ciento, te pisan. Igual, confío en que en poco tiempo vamos a recuperar la cantidad que hubo entre los primeros cincuenta”.