¿Cómo analizar el triunfo de Juan Martín del Potro ayer ante Rafael Nadal? O mejor: ¿cómo analizar un no-partido, un duelo de élite que al poco tiempo de empezar se desplomó en lo visual y en lo deportivo: la agonía del español hasta abandonar al término del segundo set, cuando su rodilla estaba maltrecha y ya no tenía respuestas físicas. Es cierto que nada de todo esto le debe importar al tandilense ahora, más allá del lamento pospartido y las fuerzas retóricas que le dirigió a Rafa: Delpo ya disfruta de haber llegado a la final del US Open –su segunda final en Nueva York– y de estar a un paso de convertirse –al menos desde la estadística– en el segundo jugador más importante en la historia del tenis argentino.
Porque será así: si el domingo Del Potro se queda con su segundo Grand Slam frente al serbio Novak Djokovic o el japonés Kei Nishikori (se enfrentaban al cierre de esta edición) se convertirá en el único argentino –salvo Guillermo Vilas, que 40 años después sigue lejos del resto– en alzar dos torneos de los cuatro más importantes. Para lograrlo mañana corre con dos ventajas: la que marca la preclasificación, en la que quedó como el mejor colocado; y el resto físico, debido a que anoche, en lugar de un partido maratónico como muchos esperaban, solo jugó dos horas y un minuto para imponerse 7-6 (3), 6-2 y abandono.
Ya desde el inicio, Del Potro, que solo había cedido un set en todo el torneo (en cuartos ante el local John Isner), arrancó mejor que su contrincante: le quebró el saque en el primer game, pero no pudo confirmar el quiebre y el español lo neutralizó inmediatamente. Nadal requirió atención médica en el séptimo, perdió su saque en el noveno (5-4) y, aunque lo recuperó a continuación, no pudo sostenerse en el tie break tras varios errores no forzados.
Ese tie break fue decisivo no solo por el resultado, sino por lo que significó para la psicología de un jugador –Nadal– que ya estaba en inferioridad física. Las postales, aparte, dejaban en evidencia el fastidio del español: el número uno del mundo fue vendado debajo de la rodilla en el cambio de lado del 4-3 y en el siguiente se quitó el vendaje. Sin protección jugó la definición del set y los primeros tres games del segundo, cuando recibió de nuevo atención médica y le colocaron otra vez la cinta debajo de la rodilla.
A esa altura, ya no había partido. Nadal siguió porque quería ver la reacción que encontraba enfrente. Pero enfrente no encontró fisuras: Del Potro ganó cuatro de los siguientes cinco juegos para asegurarse el segundo set. Dolorido en la rodilla, ante un rival que lo superaba y con la obligación de ganar tres sets para volver a una final, Nadal entendió que ya no era posible seguir en la cancha y resolvió abandonar, tras hablar de nuevo con el médico. Del Potro se dio cuenta ahí de que, otra vez, la gloria eterna volvía a estar en su horizonte.