Angel Di María vive un presente único: en poco más de un año se coronó campeón con la selección Sub 20 en Canadá, dejó Rosario Central para jugar en el Benfica portugués y ahora se convirtió en una de las principales figuras de este Sub 23 que se coronó como bicampeón olímpico en Beijing.
Aunque no aparecía como un posible titular en el equipo del Checho Batista, Di María se fue ganando su lugar a fuerza de buenas actuaciones. En la primera fase, cuando la Selección se complicaba, sus ingresos en el segundo tiempo le aportaban otra velocidad al equipo y mayor profundidad en ataque.
Tal vez fue eso lo que hizo que Batista se terminara decidiendo por él y, a pesar de que Ezequiel Lavezzi finalmente se había reconciliado con la red –convirtiendo el gol de la victoria contra Australia y otro contra Serbia- el pibe de Central se ganó su lugar entre los once iniciales.
Y en la segunda fase Di María fue clave. En los cuartos de final, cuando el 1-1 ante Holanda parecía tener destino de penales apareció el “Angel del Gol” y en el minuto 14 del primer tiempo del alargue puso el 2-1 definitivo con un remate cruzado.
Es cierto, contra Brasil no marcó, pero Di María volvió a ser clave por la izquierda, con su habitual ida y vuelta, aunque esta vez un poco más preocupado en controlar la subida del peligroso lateral Rafinha.
El 3-0 contra los brasileños puso a la Argentina en la final contra Nigeria y ahí el chico de Central volvió a ser clave. Bajo un calor sofocante y en un partido con pocas situaciones de gol, aprovechó un pase de Messi que encontró mal parada a la defensa africana y la empaló magistralmente ante la salida del arquero para poner el 1-0 que sería definitivo y le daría la medalla de oro a Selección. Un gol que valió oro. Dios te salve Di María, lleno eres de gracia.
* editor de Perfil.com