Qué habrá sentido Juan Barrera, el capitán de Nicaragua, el mediocampista del Club Social y Deportivo Municipal, cuando Lionel Messi le estiró la mano y lo saludó, un instante antes de iniciar un partido que para los argentinos era un compromiso tedioso y para los nicaragüenses uno de los mayores desafíos de sus carreras? Quizás Barrera sintió lo mismo que Marlon López, cuando a los 29 minutos barrió a Leo y lo abrazó con una sonrisa para pedirle perdón. O lo que sintió Justo Lorente, el arquero que ya había presagiado la humillación: unos días antes dijo que un gol de Messi era casi inevitable. Al final no fue uno: fueron dos.
Los dos goles de anoche quizás fueron los goles más baratos que ofreció el crack del Barcelona en su carrera: los sanjuaninos y sanjuaninas que los vieron y festejaron desde las tribunas apenas pagaron 100 pesos (¡dos dólares!). Un precio low cost acorde a la expectativa que había generado el partido, pero también una oportunidad para cumplir un sueño, o para considerarlo una inversión a futuro: al fin y al cabo, la goleada del equipo de Scaloni y los dos festejos de Messi significaron el regreso de Leo al país con la camiseta de la Selección luego de la frustración de Rusia. El inicio de una reconstrucción que ya tiene muchos capítulos, pero que nadie sabe en qué puede terminar ahora. Messi siempre ilusiona, incluso cuando dice que este equipo no es candidato a ganar la Copa América de Brasil.
¿Para qué sirvió este partido, entonces, además de para cumplirle el sueño a muchos futbolistas nicaragüenses? El rival quizás no sea un parámetro para trazar un diagnóstico –figura 129º en el ranking FIFA–, pero sí para tomar algunos apuntes: a Messi le hace bien tener a Lo Celso al lado, y eso quedó demostrado en su primer gol; Messi sigue entendiéndose con Agüero, y eso quedó demostrado en el segundo; Messi también se encontró un par de veces con Matías Suárez, en una sociedad inesperada que puede ser el inicio de algo interesante. Decir algo más sería darle entidad a un partido demasiado demasiado desigual, que se sintetizó en el final, cuando todos los nicaragüenses corrieron para sacarse una foto con Messi.