En el programa Cueste lo que Cueste, se analizó una de las etapas más duras en la carrera de todo deportista: el retiro. El disparador fue un testimonio de Matías Almeyda, quien expuso con crudeza la soledad que llega cuando el fútbol deja de ser el centro de la vida. “Cuando se deja de jugar al fútbol, el 95% de los futbolistas al otro día no reciben más llamados. Los amigos desaparecen. Mientras jugás sos un banco, todos te buscan. Pero cuando se termina, te quedás solo”, confesó Almeyda.
El exjugador y actual entrenador reconoció que incluso él, pese a una carrera brillante, vivió en carne propia esa pérdida de sentido. “Presión no es jugar una final. Presión es tenerlo todo y de golpe no tener nada”, expresó. El retiro es un duelo. Nadie prepara al jugador para eso. Es como la pérdida de un ser querido: se termina una vida entera construida alrededor de una pelota.
La foto de Moretti escapando de San Lorenzo, la metáfora de un club sin conducción
El desafío de reinsertarse
El exdefensor comparó la vida del futbolista con una montaña rusa: “Estás arriba del tren fantasma, entre la adrenalina y la diversión, y de pronto alguien te dice: ‘Hasta acá llegaste’. ¿Qué hacés cuando todo eso se apaga?”.
La preparación para ese momento debe empezar mucho antes. Habría que hacer un cambio de enfoque educativo para los futbolistas jóvenes, que muchas veces se ven forzados a abandonar la escuela o desmotivarse por un sistema que no contempla su realidad. Si los clubes tienen escuelas, deberían adaptar la formación al mundo del deporte: enseñar nutrición, finanzas, idiomas, gestión deportiva. Así, si no llegan o cuando se retiren, tienen herramientas para reinsertarse.
La falta de acompañamiento, de educación y de planificación convierte el retiro en un salto al vacío. Algunos logran reinventarse —en los medios, la política, los negocios o el entrenamiento—, pero la mayoría se enfrenta a una crisis de identidad profunda, como advirtió Almeyda: “Si le pasó a Maradona, nos puede pasar a todos”.
Más allá del fútbol
Casos como el de Facundo Diz, hoy intendente de Navarro, o el de exjugadores que se volcaron a la gastronomía, la docencia o el emprendedurismo muestran que hay otros caminos. Pero no todos logran encontrarlos.
El análisis deja una conclusión clara: el día después de colgar los botines no es solo un problema deportivo, sino una cuestión humana, educativa y emocional. Preparar al jugador para ese momento no debería empezar cuando se retira, sino cuando todavía sueña con debutar.