Hay unas viejas imágenes del programa Todos los goles que estremecen: se ve al Bocha –camiseta, pantaloncito y medias rojos– que recibe la pelota en tres cuartos de cancha, de espalda al arco de Estudiantes; se ve, también, que apenas la acaricia a un costado y gira el cuerpo para dejar en el camino a Pablo Erbín, que viene de atrás a la carrera quién sabe con qué intenciones; y se ve, al final, el golpe en la rodilla derecha que lo voltea. Y el Bocha cae como nunca había caído. Se retuerce en el piso de dolor, con la mano derecha se toma la pierna y con la izquierda pide ayuda. El árbitro Manuel Jácome no duda: roja para el defensor de Estudiantes. Mientras, Bochini se sigue revolcando. Hay tumultos y reclamos, alrededor del caído aparecen compañeros preocupados y rivales curiosos. Erbín enfila para el túnel visitante, ahí nomás de la popular local, en un vía crucis que –aunque todavía no lo sabe– lo va a atormentar por siempre. El doctor Ugalde revisa al Bocha y pide el cambio. Silvio Rudman trota para entrar en calor. Una camilla se lleva al Maestro. Es el final.