Julio Humberto Grondona nunca quiso ni intentó ser el presidente de la FIFA. Cuando le preguntaban, o incluso cuando lo postulaban desde adentro del edificio de Zurich, además de reconocer que no hablaba inglés, siempre decía lo mismo: “Tendría que vivir arriba de los aviones y extrañaría horrores Sarandí”.
A Grondona no le interesaba ese cargo porque desde la vicepresidencia ya tenía todo lo que podía pretender. Un poder colosal, desmesurado, que ni siquiera él llegaba a dimensionar: al viejo líder de la AFA no le interesaban los 15 mil dólares mensuales de sueldo, ni el bono anual de 300 mil, ni los 500 dólares diarios de viáticos, sino la estructura que había construido para firmar y negociar ingresos por derechos televisivos y sponsors, y a la vez conducir e incidir en las 211 federaciones del fútbol internacional.
Es por esa estructura discrecional, que quedó expuesta cuando la FIFA eligió a Rusia y Qatar para organizar los mundiales de 2018 y 2022, que hoy, siete años después de su muerte, su nombre y apellido aparece por primera vez mencionado en los portales de todo el mundo en el marco del Fifagate: el banco suizo Julius Baer admitió haber lavado al menos 25 millones de dólares para Grondona provenientes del pago de sobornos. Es lo que indica la documentación presentada por el Departamento de Justicia, que detalló que la institución financiera suiza admitió ante la jueza federal de Brooklyn, Pamela Chen, que ayudó a lavar 36 millones de dólares en sobornos pagados a jerarcas de FIFA y otras federaciones.
Hasta esta semana, la familia de Grondona podía jactarse que Don Julio nunca había sido nombrado en la investigación que se conoce como Fifagate. Grondona siempre apareció como el Co-conspirador #1, un eufemismo que en Estados Unidos se utiliza para nombrar a personas que no fueron acusadas formalmente.
El fin del enigma Grondona en esta megacausa de corrupción se debe a otro argentino, Jorge Luis Arzuaga, un ex empleado de Julius Baer que trabajó en las filiales de Montevideo y Zúrich y que reconoció que transfirió más de 25 millones de dólares en sobornos (de los 36 admitidos) al exvicepresidente de la FIFA, fallecido en 2014.
Por ese motivo, Arzuaga fue sentenciado a tres años de libertad condicional en noviembre pasado. Ahora, la Justicia estadounidense aceptó poner fin al litigio con Julius Baer a cambio del pago de una multa de 43,32 millones de dólares y de 36,37 millones de dólares, equivalentes a las coimas que transitaron por sus cuentas.
Acusado de gobernar mediante el tráfico de favores, siempre sospechado pero nunca condenado, Grondona alguna vez se refirió a este dinero por el que hoy su nombre recorre el mundo: fue después del congreso de FIFA que eligió a Rusia y Qatar como organizadores de mundiales, y dejó sin esa posibilidad a Inglaterra. “Hablan de millones de corrupción y yo escucho y no digo nada -declaró Grondona-. Pero a veces me canso. Hablaron de 78 millones de euros en soborno, después de veinte. Sí, sí, los estoy contando con mi esposa Nélida en Buenos Aires”.
Quizás, lo que parecía un chiste, una ocurrencia de las tantas que esbozó en sus 35 años al frente de Viamonte 1366, era una pista.