DEPORTES
Anlisis tras la cada

La final de la Copa Davis: del favoritismo y la alegría a la tristeza y el fracaso

El manejo político por la sede y la foto que no fue mancharon un suceso deportivo histórico. La falta de unión también influyó. Las causas de la derrota.

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| Pablo Cuarterolo y Ricardo Stinco

El dolor por haber dejado pasar la oportunidad inmejorable de ganar por primera vez la Copa Davis es enorme. Todas las condiciones estaban dadas: la localía, la baja de Rafa Nadal y dos top ten para los singles. Sin embargo, además de lo tenístico hubo otros factores que en menor o mayor medida contribuyeron a este triste final.

Todo comenzó allá por finales de septiembre. El joven Juan Martín Del Potro le ganaba a Igor Andreev en tres sets el quinto punto de la semifinal ante Rusia, en el Parque Roca, y Argentina se metía por tercera vez en su historia en la final de la Davis. El rival sería España, con Nadal a la cabeza.

Esa misma tarde, luego de la victoria ante Davydenko y compañía, la política comenzó a aparecer en el medio buscando su rédito. Sin perder tiempo, el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, llamó a David Nalbandian para felicitarlo y ofrecerle la posibilidad de disputar la final allí. Otro tanto hizo el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli.

Cada uno comenzó a mover sus fichas para lograr la aprobación de la Federación Internacinal de Tenis (ITF) y convertirse en la sede de la final, sin escatimar en estrategias y promesas políticas. Hasta el mismo Nalbandian, intentando usar su peso como abanderado del equipo, dejaba en claro dónde quería que se jugara.

Cuando todo indicaba que se llevaría a cabo en el Orfeo de Córdoba, la ITF designó de manera sorpresiva al Polideportivo Islas Malvinas como escenario para la gran final. Todo un manejo político que dejó en el medio a los jugadores, haciendo casi evidentes algunas diferencias entre Nalbandian y Del Potro por la designación. Una situación que, a la larga, también terminó perjudicando al equipo y manchando la final.

Luego llegaría la noticia de la baja de Nadal y las chances de Argentina que se acrecentaban. Sin el número uno del mundo en cancha, el sueño de ganar por primera vez la Ensaladera de Plata era cada vez más real. Algunos en nuestro país ya descontaban el triunfo local.

En el primer día de la gran final la alegría no fue completa. Nalbandian aseguraba el primer punto frente a un desconocido David Ferrer pero Del Potro, con lesión incluida, caía ante Feliciano López. Las dudas se hicieron manifiestas en el equipo argentino, mientras que del otro lado comenzaban a creer que podían sin su as de espadas.

El sábado empeoró la situación. El unquillense junto a Calleri cayó en el dobles frente a López y Verdasco y el malestar en el seno del grupo comenzó a aflorar. Es difícil la tarea del capitán de mantener unido a un equipo de tenis, uno de los deportes más egocéntricos e individualistas del planeta. Algo sobre lo que tendrá que trabajar mucho el próximo que venga.

El domingo llegó la tristeza y la desilusión. Acasuso perdió el cuarto punto frente a Verdasco, dejando escapar así la posibilidad de levantar por primera vez la Copa Davis. Y Scioli, que gastó más de 35 millones en la organización , se quedó sin su foto con los jugadores victoriosos.

Para encontrarle una respuesta a este fracaso, aunque Manicini no lo considere como tal, habrá que reveer todo. El “miedo a ganar” pudo haber influido, aunque la falta de unión verdadera en el grupo (algo que sí tuvo España) fue vital. Todos (periodistas, dirigentes, jugadores, políticos y público) debemos hacer la autocrítica necesaria para ver en qué se falló, pero la mayor razón de la derrota es tenística. No hay vuelta que darle.

(*) Redactor de Perfil.com

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