DEPORTES
Revanchas del destino

La increíble historia de Federico Vilar, el arquero que dejaron ir en Boca y Maradona convocó a la Selección

A los 31 años, el guardavallas del Atlante de México vive un presente soñado luego de un pasado nada fácil. Él mismo lo contó en una entrevista.

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| CeDOC

"Perseverá y triunfarás": ése bien podría ser el lema de Federico Vilar, el arquero del Atlante de México a quien sorpresivamente Diego Maradona convocó el pasado viernes a la Selección Nacional. Y es que la de este joven nacido hace 31 años en Rojas (Provincia de Buenos Aires) es una historia de esfuerzo y superación como pocas, de esas que sólo el fútbol parece capaz de producir en estos tiempos.

Así lo reflejó hace casi dos años la revista mexicana Fútbol Total, en un reportaje a fondo en el que el guardavalla narra con pelos y señales los trances a los que debió sobreponerse para llegar a ser hoy en día la figura incuestionable que es en el campeonato azteca. Problemas que comenzaron poco después de que en 1993, con apenas 15 años, cumpliera un sueño al quedar fichado en las inferiores de Boca, el club del que es hincha y donde había brillado su máximo ídolo, Hugo Gatti.

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Así, Vilar comenzó a entrenarse todos los días en La Candela, el histórico predio de las inferiores xeneizes, luego de viajar una hora desde la casa de una tía donde vivía en Ituzaingó. Al principio, debió ponerse a punto físicamente: "Pasaron meses en los que me mataba entrenando pero nunca jugaba", recuerda.

Una vez que se consolidó en las inferiores xeneizes, llegó el gran espaldarazo: Carlos Salvador Bilardo, por entonces DT de la primera xeneize, lo llevaba a entrenar en 1996 con la primera del club, en la que alternaba un tal Diego Maradona. "Tuve la suerte de estar algunos partidos oficiales en el banco de Primera, y si bien no debuté, entrenar bajo sus órdenes y convivir con los jugadores, a los 18 años, era gratificante", evoca.

Tras aquel prometedor inicio como suplente, sin embargo, Vilar encontraría un nuevo obstáculo. "Luego de Bilardo llegó el Bambino Veira, pero no me tuvo en cuenta -dice-. Además compraron arqueros (Sandro Guzmán, Roberto Abbondanzieri, Oscar Córdoba). Yo me mantuve jugando en la reserva todo 97 y 98. A fines de ese último año llegó otro técnico (Carlos Bianchi) y tampoco tuve posibilidades porque en Boca es muy difícil jugar, sobre todo para los arqueros surgidos del club".

Fue entonces que el hoy arquero de la Selección tomó una decisión drástica: "Al ver que no tenía posibilidades, pedí mi pase y me puse buscar dónde jugar", rememora. Al principio, casi se arrepiente: "Fue complicado. Pasé dos meses sin conseguir equipo, entrenando por mi cuenta, en Rojas. Estuve a la espera del llamado de un representante, de esos que cuando estás en las malas, desaparecen...", castiga.

Finalmente, una semana antes del cierre del libro de pases fichó para defender en la B Nacional la valla de Almirante Brown de Arrecifes, donde recuerda haber tenido dos años "muy buenos" con Roberto Mariani como DT. Luego de ello, y cuando según él ya tenía "todo arreglado" para pasar a Banfield, que justo había ascendido a Primera, una oferta para jugar en México lo sedujo más, y así fue como partió hacia el país azteca en 2001.

Allí, sin embargo, las cosas tampoco le fueron fáciles de entrada. Pensaba que iba a jugar en un equipo de Primera, pero el grupo inversor que lo había contratado lo quería en realidad para que jugara en el Potros de Zitácuaro, que recién había subido a la principal categoría de ascenso del fútbol mexicano. Sin embargo, decidió quedarse, pese a que -dice- "tampoco lo económico era como me dijeron".

Según él, al término de esa primera temporada en México vivió "la desilusión más grande" de su carrera después de hacer una larga pretemporada con el Atlante, donde parecía que iba a quedar. "Ya tenía todo arreglado, el técnico me quería... y cuando iba a firmar, me dijeron que otro arquero (Damián Grosso) tenía contrato y se quedaría aunque el técnico no lo quisiera", cuenta. 

"Nunca lloré tanto como ese día", dirá luego Vilar en la entrevista, donde seguirá recordando que tras ello pensó en regresar a la Argentina, pero finalmente decidió jugársela seis meses más en otro equipo del ascenso mexicano (el Acapulco FC) siguiendo el consejo de su padre y tras prometerle a su abuelo Abel que jugaría en Primera... como lo haría finalmente desde el 1º de diciembre de 2003 en el Atlante.

Hoy, el arquero vive un presente soñado en ese club mexicano, al que mucho ayudó a obtener un campeonato local en 2007 y para el que incluso ha convertido ya cuatro goles de tiro libre, vía por la que ningún otro guardavallas había marcado antes de él en la historia del fútbol azteca. Tal es su éxito que en 2008 hasta publicó un libro, "El Arco de la Vida", donde además de dar consejos para jóvenes arqueros cuenta su particular historia. Esa que, sin dudas, valía la pena conocer.