DEPORTES
fuera de la cancha

Los que tambien juegan a opinar

Futbolistas del pasado y del presente se involucran en cuestiones que van mas allá de la pelota. La recepción en los vestuarios y como se paran los clubes.

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Futbolistas del pasado y del presente se involucran en cuestiones que van mas allá de la pelota. La recepción en los vestuarios y como se paran los clubes. | cedoc

A Claudio Morresi la tribuna de River le cantaba: “Morresi es/Morresi es/De la gloriosa JP”. El volante tenía 23 años cuando se postuló para delegado barrial por la Juventud Peronista. Todavía tiene la boleta enmarcada en su casa. Siempre estuvo vinculado con la política. Lo forjó su cruda historia personal. Su hermano, adolescente y estudiante secundario, desapareció durante la última dictadura militar. Morresi se comprometió con el peronismo hasta llegar a ser secretario de Deportes durante casi toda la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner.

Aquella militancia de Morresi desaparecía en los entrenamientos de River. Allí no se hablaba de política: “Charlábamos con un grupo muy pequeño en época de elecciones nomás”, cuenta. La mayoría de los vestuarios del fútbol argentino no son escenarios de debates ideológicos. Los jugadores no suelen mezclarse con la política. Están alejados, como dos archipiélagos incapaces de encontrarse. Son pocos los que rompieron el cascarón. Jesús Dátolo, en una entrevista con el periodista Roberto Parrotino en Tiempo Argentino, dijo que él es “del pueblo, y el pueblo es de Perón”. Carlos Tevez le aseguró a Alejandro Fantino que su amigo Mauricio Macri “es el hombre que puede cambiar la Argentina”. En Italia, Germán Denis mostró una K tachada mientras festejaba un gol del Atalanta.

Otros sí hablan, y lo hacen fundamentos sólidos. Juan Cruz Komar tiene 23 años, una gran madurez y analiza la realidad como un joven militante universitario. El defensor de Talleres de Córdoba hace trabajos territoriales en el barrio Villa Boedo de la capital cordobesa. Habla de Eduardo Galeano, sabe de historia y se informa con los diarios. Pero no comparte sus inquietudes con otros futbolistas ni evangeliza su vestuario: “No hablo de política con mis compañeros. Sí lo hago con otros colaboradores, como kinesiólogos o utileros”, dice. “Yo no creo que tengan la decisión de esquivarle adrede, sino que no conocen algunos temas. Me parece que es algo que también ocurre en toda la sociedad: hay un sector muy grande que está desinteresado y tampoco opina. Ahí también están metidos los jugadores”, agrega mientras ensaya una explicación para la apatía general. “Están muy relacionados con lo que hacen. En general piensan las 24 horas en su cuerpo”, aporta Morresi.

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No siempre fue así. Antes era habitual verlos con figuras públicas en eventos o en actos electorales. En el 89, Morresi participó de una foto con Claudio García, Gerardo Martino, y los hermanos Killer apoyando la precandidatura de Antonio Cafiero para ser presidente de la Nación por el PJ. En aquellos días, Ricardo Bochini expresaba su simpatía por el presidente radical Ricardo Alfonsín. Nahuel Guzmán, casi 30 años más tarde, dice que el gobierno de Néstor Kirchner lo marcó, viste remeras que preguntan por el paradero de Santiago Maldonado y sus guantes de arquero piden Memoria, Verdad y Justicia.

En estos tiempos, los futbolistas y la política convergen en momentos específicos. Varios equipos salieron a la cancha con pancartas contra el 2x1 cuando la Corte Suprema quiso llenar de impunidad el pasado. Con los organismos de derechos humanos hay una relación más fluida. Morresi, desde su función pública, los acercó a la Selección argentina. En el 2003, Estela de Carlotto y las Abuelas de Plaza de Mayo visitaron al plantel que comandaba Marcelo Bielsa. La última vez fue en 2014, cuando el grupo encabezado por Alejandro Sabella se preparaba para el Mundial de Brasil. Lionel Messi, Ezequiel Lavezzi y Javier Mascherano posaron con una bandera de Abuelas que dio la vuelta en todos los medios nacionales. Desde la llegada de Mauricio Macri a la presidencia de la Nación, esas acciones se cortaron.

“Los futbolistas entienden lo que significan ese tipo de causas y tienen un afecto por ellas. Hay otros temas que son más complejos y por ahí eligen no involucrarse”, explica Morresi. Komar coincide: “Los jugadores tienen sensibilidad social. Quizás no entienden de dónde vienen las diferencias de clase o por qué hay algunas injusticias, pero sí sienten dolor cuando ven situaciones dramáticas”, señala. En un reportaje con Enganche, Walter Erviti señaló que le “duele ver a los chicos pidiendo plata en los semáforos”. También dijo que le gustaría trabajar en política porque “es la única herramienta para cambiar a las sociedades”.

Komar cree que la influencia de los jugadores en la opinión pública es “un poder”. Sabe que no es sencillo conseguir que se metan en cuestiones políticas o sociales, “pero sí estaría bueno que conozcan otras realidades”. “Al futbolista se le pide más, pero otros sectores sociales tampoco están comprometidos”, opina Morresi. Cuando la sociedad no sabía dónde estaba Santiago Maldonado, varios integrantes del plantel de Talleres de Córdoba se le acercaron a Komar. Querían saber qué pasaba. Komar les contó lo que sabía. Sembró dudas. Sin embargo, todo quedó ahí. No pudieron hacer nada: ni siquiera mostrar una bandera en el campo de juego. “Es que la imagen del club no la manejamos los jugadores. Y está bien, es así”, se lamenta.