Diez segundos quedan para que termine el primer tiempo. Nada. Se van los dos minutos que agregó Juan Pablo Pompei. Todo es cuestión de rechazar ese tiro de esquina que acaba de tirar Gimnasia, de revolear esa pelota que ya cae en el área del Rojo y esperar el pitazo del árbitro. Entonces Independiente se irá al descanso relajado, con un 1-0 que le dará aire para encarar lo que falta del partido. Pero esa pelota que vuela por el cielo de Avellaneda cae en la cabeza de Alvaro Fernández, la peina al segundo palo y Maxi Coronel, solo de toda soledad, sentencia al Ruso Rodríguez.
Antes, apenas cinco minutos antes, Lucas Albertengo había convertido para el Rojo. Matías Pisano sacó a pasear a Coronel, llegó al fondo y mandó un centro al corazón del área. El goleador sacudió de primera. El Libertadores de América se desahogó. Uno a cero sobre el cierre, a pedir de Jorge Almirón. Y convertido por Albertengo, que así llegó a su sexto gol en ocho fechas. Una sorpresa: en Rafaela, el delantero había convertido solo 16 en 70 partidos. Pero en el Rojo, se sabe, las alegrías son efímeras. Duró hasta ese tiro de esquina en tiempo de descuento.
Los 45 minutos que quedaron fueron una muestra más de este Independiente modelo 2015, que se queda en intentos, que llena el campo rival de camisetas rojas que no provocan el más mínimo riesgo, que intenta jugar por abajo pero no lastima. Que depende de Federico Mancuello como si fuera el único jugador que puede revertir la intrascendencia.
El de anoche fue el cuarto partido de local que jugó Independiente. Solo ganó uno. Ni siquiera puede sacar diferencias en su estadio, aprovechar ese plus de una cancha plagada de hinchas propios. Así, el equipo de Almirón da demasiadas ventajas.