Messi siente un respeto reverencial por la figura de Iniesta (elegido, por otra parte, mejor jugador europeo en 2012) y quiere dejar constancia de la estima que siente por él: “Andrés es una persona sencilla, tranquila, es tal y como se muestra en la cancha, como se lo ve. Hace sus cosas, su trabajo, procurando no hacer daño a nadie, teniendo cuidado con lo que dice, de modo que todo el mundo lo quiere, los suyos y los rivales. Se gana nuestro respeto”.
Messi habla despacio, con calma. Ha reservado un momento de la mañana para hablar de su compañero, los minutos que sean necesarios. Después de entrenar ha pasado por la ducha y ahora se muestra inesperadamente locuaz: “Desde que llegué al Barcelona oí hablar de Andrés. No lo conocí en la Masía. Yo iba a comer allí, pero apenas nos cruzábamos porque él ya cursaba el bachillerato, nos llevamos tres años. Después lo veía más en los entrenamientos, pero siempre ha sido el mismo, la misma persona y el mismo jugador”, prosigue el argentino. Según él, lo asombroso de Andrés es que a veces parece no tener edad.
“Siempre lo he visto con la pelota pegada al pie. Me he acostumbrado a verlo así. Lo hace todo fácil y bien. A veces puedes pensar que no hace nada, pero resulta que lo hace todo. En él todo es diferente. Lo más difícil en el fútbol es lograr que cada jugada parezca sencilla, fácil, como si no costara nada, ningún esfuerzo”. A Messi no lo incomoda que lo comparen con Iniesta, pero tampoco le agrada, sobre todo cuando se le pregunta si le puede quitar protagonismo en el equipo, si rivalizan por el puesto de gran figura: “Para nada. Es cierto que ha jugado en varias posiciones y yo también, pero es que él está más en contacto con la pelota que yo, Andrés es un armador del juego. Sé lo difícil que es eso. Su juego es distinto, son cosas que vienen desde que eres chico, pero lo ha mejorado con el tiempo, con los entrenadores. Tal vez los dos tengamos rasgos de jugadores de calle.
”En la calle, cuando eres un pibe, agarras cosas que te sirven mucho cuando creces. Acostumbras a jugar con mayores, pero siempre actúas igual, juegas de la misma manera. Ahora cada vez es más raro que un futbolista salga de la calle. Yo diría que somos parecidos porque jugamos mucho con el cuerpo, a esquivar, pero tiene algo que me maravilla: hay un momento en que piensas que lo vas a atrapar, que le vas a quitar la pelota, pero luego resulta que no puedes. Aunque no es muy veloz, siempre se acaba yendo, más por su técnica que por su rapidez.
”Nos parecemos más en lo de hablar poco. El suele estar en un rincón del vestuario y yo en el otro. Nos cruzamos, nos reconocemos, nos juntamos. Con una mirada ya sabemos. No hace falta más. En el campo me gusta tenerlo cerca, sobre todo cuando el partido se pone raro, duro y áspero. Entonces le digo: ‘Acércate, vente, ponte a mi lado’. Agarra al equipo, lo maneja, me busca, me la da. En las finales siempre nos juntamos Andrés, Xavi, Busquets y yo para levantar al equipo. Hemos vivido grandes alegrías. Recuerdo ahora un abrazo muy emocionante en el Bernabéu después de meter un gol. Tuvo un gesto muy bonito conmigo”. Ocurrió en noviembre de 2015 y el partido acabó con victoria azulgrana por 0-4. Después de marcar el 0-3 en el minuto 54, Andrés se fue derecho al banquillo, donde estaba Leo, para abrazarlo y festejar el tanto. Para Messi fue una sorpresa conmovedora.
Ambos pertenecen ahora al grupo de los capitanes: “No es un detalle cualquiera, sino una cosa muy linda después de tanto tiempo juntos. Nos entendemos enseguida, no hace falta gritar, cada uno sabe lo que debe hacer. Alcanza con la mirada. Aunque a veces sí habla –señala el argentino–. Cuando Andrés dice algo es para gastar una broma o por algo muy concreto. Lo escuchamos y lo respetamos. Yo el primero. Al fin y al cabo somos parecidos en nuestros valores, quiero decir que la familia es fundamental, nos sentimos cercanos. Hemos ido agarrando confianza y nos soltamos más. Es una persona muy modesta y eso es admirable porque como futbolista es mágico, todo lo que hace con la pelota es increíble y parece no darle importancia. Con naturalidad, como si nada. Todo lo hace bien”.
El otro argentino. En el vestuario del Camp Nou hay pocas voces tan autorizadas como la de Mascherano. Se explica con gran precisión, de manera que es un hombre muy respetado por los aficionados, los periodistas y, naturalmente, sus compañeros. También por Andrés Iniesta, con quien comparte la capitanía del equipo.
Futbolista con mucha memoria y espíritu combativo, Mascherano admira el juego de Iniesta: “Es diferente al resto, un medio ofensivo que tiene la capacidad de armar el juego, desequilibrar ofensivamente y también ayudar en defensa. Es muy difícil encontrar un prototipo de jugador como él. Puedes ver a muchísimos en la misma posición, pero Andrés es único, es brillante. Es muy difícil quitarle el balón, tiene un cambio de ritmo muy personal: cuando vas a su encuentro, él ya se ha ido. Siempre tiene una velocidad más. Parece que no va a llegar nunca, pero siempre llega”.
Mascherano cree que Iniesta tiene un don: “Cuando llegué al Barça, durante el primer año, lo hablaba mucho con Pep Guardiola. Le explicaba su capacidad para engañar con el cuerpo. Va siempre con la pelota hacia un lado, conduciéndola con calma, la cabeza siempre arriba, y nadie sabe lo que puede hacer. Te va regateando con el cuerpo, no tiene la necesidad de hacer el regate físico. Te cimbrea con su cuerpo, ni siquiera necesita mover el balón. Sólo lo hace él, es muy especial”.
“¡Andrés te llena los ojos! –exclama el jugador argentino–. Lo hace todo tan lindo, tan bonito, que te ilumina. No hace ningún gesto técnico que no quede bien. Es vistoso, elegante. Muy pocos jugadores en el mundo se pueden dar ese gusto. Quizá Zidane, pero el francés tenía una elegancia distinta. El otro día oí a Xavi decir: ‘A mí me habría encantado tener el cambio de ritmo de Andrés en el uno contra uno. Yo tengo la pelota, giro, no la pierdo, pero Andrés te mata cuando arranca’. Tiene la capacidad de hipnotizarte, te atrae con el balón en los pies y, de repente, cuando te acercas, lo pierdes de vista. Yo, como defensa, lo sufro. Parece lento, pero no lo es. Parece débil, pero no lo es. Había un jugador en Argentina, Bochini, que tenía un juego parecido. A otro nivel que Andrés, claro. Físicamente parecía endeble, pero no le podías sacar el balón. Además, Andrés lleva el balón pegado a su pie. No lo separa ni diez centímetros, nunca se le va. Es como Leo. Lo llevan pegado, como si el balón fuera una parte de su cuerpo. Muy pocos tienen ese don”.
“De Andrés se recuerdan los seis o siete últimos años de su carrera, pero antes se lo ha tenido que ganar a pulso –finaliza Mascherano–. Yo, a mi manera, también, rodando por el mundo hasta llegar al Barcelona. Mi camino ha sido muy largo y el suyo, aunque sin moverse de aquí, también. Lo normal, en su caso, habría sido no resistir ese duro viaje y decir ‘me voy’, pero este es un lugar para los elegidos, y no sólo hablo de fútbol. Con lo de ‘elegidos’ no me refiero a quienes poseen una técnica, una capacidad táctica o un físico excepcionales, me refiero a la cabeza. Para permanecer en un club como este tanto tiempo como lleva Andrés y a ese nivel debes ser muy sólido mentalmente, mucho más de lo que la gente supone. Por más que des una imagen de tranquilidad, como puede ocurrir con Andrés, todo va por dentro. La cabeza debe ser muy fuerte para resistir todo eso.