Hasta anoche, la ecuación que definía a Independiente era: gana de visitante, sufre de local. Pero después del 1-1 con Unión, ni siquiera suma fuera de Avellaneda. Sin Mancuello, el Rojo volvió a padecer problemas defensivos e ineficacia en la definición.
Ritmo. Ida y vuelta. Velocidad. Imprecisión, también. Y roces. Así se podría sintetizar el primer tiempo entre Unión e Independiente. El equipo santafecino propuso, se animó desde el principio a encerrar al Rojo, que tuvo que trabajar horas extras para controlar una pelota cada vez más ajena. En ese intento por agobiar a la visita, Unión sacó provecho de la última línea de Independiente, que mostró dificultades varias en lo que va del torneo.
Hasta que a los veinte minutos el Rojo lo hizo: una jugada que arrancó en el círculo central y después de un toque, y otro, y otro más terminó con una definición poco ortodoxa pero efizaz de Albertengo. Un gol que pagó la intención del equipo de Jorge Almirón. Pero el festejo fue efímero: un minuto después una infracción de Tagliafico dentro del área le costó un penal que convirtió Malcorra.
En el segundo tiempo el ritmo bajó. Entonces Independiente intento hacer la suya. Controló la pelota, buscó espacios, aprovechó las subidas de Toledo, el atrevimiento de Pisano y la búsqueda de Albertengo. Pero el unipersonal llevó el sello de Almirón: control de la pelota con poca profundidad. Entonces se tuvo que conformar con un punto. Mereció más, es cierto. Pero no supo cómo.