A veces hay que mirar a los costados para dimensionar el valor de los triunfos. Y ayer, en los cuatro costados del Nuevo Gasómetro, lo que sobraba era desahogo y felicidad. San Lorenzo, asfixiado hace meses por una crisis institucional que incide directamente en lo deportivo, festejó ante Boca, justo ante Boca, en un clásico que lo mantiene arriba en el historial.
El resultado fue 2-1, pero el desarrollo del partido explica en buena medida la alegría del pueblo azulgrana. Se sufrió, pero también se disfrutó. También se le puso fin a una extraña racha: hacía cinco años que San Lorenzo no ganaba un clásico en el Bajo Flores, donde tampoco había vencido en este 2022 (el último triunfo fue ante Newell’s el 13 de diciembre).
En poco tiempo, el fútbol invierte situaciones. Porque Boca pasó de ser un campeón efectivo a un equipo frágil que se derrumbó en dos semanas. Sumó tres caídas seguidas en la Liga Profesional, la eliminación de la Copa Libertadores y el despido de su técnico Sebastián Battaglia. Ayer, en el estreno del interinato de Hugo Ibarra, algunos jugadores actuaron por lo menos raro: sin actitud, sin entrega y con un nivel impropio de futbolistas de renombre. La exclusión del capitán Carlos Izquierdoz puede entenderse como parte de una trama que nadie sabe cuándo ni cómo termina. En cambio, San Lorenzo olvidó su crisis al menos por un rato y gozó de una tarde necesaria para oxigenarse.
Planteos. El local se plantó con una línea de tres, que se transformó en una de cinco a la hora de defenderse para ensanchar el fondo y tapar así las subidas de Fabra por la izquierda y de Advíncula por la derecha.
La primera clara estuvo en los pies de Bareiro tras una indecisión entre la dupla central xeneize. El paraguayo –que luego haría un gol y erraría un penal– quedó mal perfilado y definió a las manos de Rossi.
El capitán Marcos Rojo conectó un tiro libre de Villa luego de anticipar a Jalil Elías y a Sebastián Torrico, que salió a destiempo con los puños, y abrió el partido para el equipo de Hugo Ibarra.
El festejo dejó en claro la postura del plantel sobre la salida de Izquierdoz. El ex Estudiantes fue a abrazar a su compañero y se sacó la cinta en una demostración de respeto.
La alegría bostera duró poco. Es que Giay atacó a espaldas de Fabra y después de un rebote estampó el merecido empate. La tarde agregó su primera polémica cuando el árbitro Espinoza, luego de revisar una jugada a instancia del VAR, le anuló el segundo a Fernández Mercau.
Ya en el segundo tiempo, la revancha para San Lorenzo llegó con un cabezazo de Bareiro, que aprovechó la asistencia de Cerutti, la figura del partido.
La diferencia notoria pasó por la intensidad con la que se enfrentaron en los duelos mano a mano los futbolistas de San Lorenzo frente a los de Boca, que solo encontró intenciones en Romero.
Con esa misma intensidad terminó el partido la hinchada del Ciclón. El festejo en las tribunas así lo dejó demostrado.
El sueño del pibe
Para Agustín Giay fue la concreción de un sueño, una de esas fantasías que ocupan la cabeza de todos esos pibes que se desvelan con las imágenes de un gol decisivo en un partido importante. Ayer, con el tanto que le convirtió a Boca, ese sueño se hizo realidad.
“Estoy muy feliz, tengo una alegría inmensa porque es algo soñado desde que llegué al club. Imaginaba todos los días convertir un gol en esta cancha, y después de tanto tiempo sin ganar como local es muy bueno hacerlo con Boca”, valoró el autor del empate.
San Lorenzo volvió a ganar como local después de siete meses, ya que la última victoria en su cancha había sido en diciembre del año pasado ante Newell’s por 3-2.
“Se me pasó de todo en la cabeza cuando marqué. Le quiero dedicar el gol a mi familia, que vino a verme”, reconoció Giay, de apenas 18 años. Y contó además que el entrenador Rubén Darío Insúa les pide que sean “protagonistas en todas las canchas”.