DEPORTES
angel cappa

“Siempre ganan los mismos”

no habla de futbol, sino de los dirigentes que lo manejan. explica, además, como el capitalismo le quitó valor al juego.

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Sin corbata. El ex DT de River, Racing y Huracán cuestiona un sistema que se sostiene en el miedo y la presión. | Cedoc Perfil
Como todos somos muy fáciles de ridiculizar, Ángel Cappa aparece en el lobby del hotel con un saco hermoso y la típica polera filosofal; parece un profesor (que de hecho lo es: enseñó filosofía en un Secundario de Bahía Blanca, donde nació), un sociólogo que viene a decirnos cuáles son, dónde están las goteras por las que se agrietará la sociedad. “Hacer silencio siempre es más fácil”, dirá en un momento, ya sentado a una mesa mínima, bajita, del restorán del hotel. El ex entrenador estuvo unos días en la Argentina para presentar También nos roban el fútbol (Editorial Akal), un libro que escribió con su hija María, periodista, quien realizó una investigación para putear como lo hacía su viejo, indignarse por las verdades que cuenta su trabajo fundamental: los negocios de la televisación en las grandes ligas, la explotación en las fábricas que producen la ropa deportiva, la diversión de los jeques en Inglaterra, la marea de futbolistas a la que no le pagan los sueldos y debe emigrar. “Y cómo, además, el capitalismo influye en el juego”, firma Ángel, el hombre que escribió su obra insigne con Huracán en 2009 y que ahora, mientras diserta sobre la corrupción en la FIFA, es acompañado por una ópera que baja lenta por los altoparlantes del restorán.

“Estamos en un fútbol en el que siempre ganan los mismos. Un dirigente de la FIFA ha dicho hace poco que para organizar un Mundial convienen los gobiernos autoritarios, no los democráticos, por las condiciones que hay que imponer. En Brasil, la FIFA y el oficialismo arrasaron con barrios, hasta modificaron un artículo de la Constitución. Han robado escandalosamente –se enoja Cappa, frente a un café– y ahora, para el de Qatar, Infantino quiere meter 48 equipos, va a hacer 40 y pico de grados de calor, ya se han muertos cientos de obreros construyendo los estadios, es un país al que se lo ha denunciado de financiar el terrorismo y… nada… los jugadores no dicen nada”.
—Pero es un silencio histórico, ése.
—Porque mientras se juega, se vive con mucha tensión. El jugador tiene miedo de lesionarse, miedo de que el técnico no lo ponga, miedo de perder un contrato; hacer silencio siempre es más fácil. Pero deberían reclamar, claro, si son los que juegan; a Infantino se le ocurre un Mundial con 48 equipos para tener más votos y los que ponen el cuerpo son ellos, a mí me gustaría que dijeran algo alguna vez. Estar en contra del capitalismo parece que significara abrir la puerta del infierno y es sólo un sistema, un sistema como hubo otros también. El negocio hizo que el juego perdiera valor. El capitalismo desplazó al juego.
—¿Cómo es eso?
—El capitalismo desplazó al juego porque genera presiones que son ficticias.
—¿Por ejemplo?
—Hay que ganar porque hay mucho en juego. Hay que ganar, tenemos que ganar. Y, sí, obvio, ya sé que tengo que ganar, ¿qué querés que haga? No, porque el descenso es un drama... No es ningún drama el descenso, se han ido muchos equipos, inclusive importantes, y han vuelto, ¿de qué drama me hablás? Entonces, ¿qué pasa? Hay pibes que después entran a la cancha y fallan pases de dos metros, hay tipos que juegan temblando en una situación así. Lo que era una frase ficticia se transformó en una presión real. Ganar es lo más importante, ganar es lo único. Entonces, al decir lo único, el juego dejó de tener valor. Vivimos el fútbol desde el sacrificio, el temor.
—Los hinchas de Gimnasia pensarán en este momento, Ángel, luego de lo que dijo, que se fueron al descenso con usted.
—Mirá…(se reacomoda en la silla) yo estuve en Gimnasia diez partidos, y el descenso se venía fraguando desde no sé cuánto. Hasta Guillermo lo dijo: hace 15 años que Gimnasia viene así.
—Se lo pregunto para subrayar que, más allá de las visiones del juego, una de las tareas del técnico es buscar soluciones, cambiar.
—Pero esto es como la vida. Vos sos un tipo decente, te preparás, estudiás, y como resulta que no te dan trabajo, entonces decís “esto no va” y te ponés a vivir de cualquier manera. No es un capricho: yo creo que al fútbol se debe jugar como lo intenté. Si a mí me dijeran “vos poné siete defensores y tirale pelotazos al 9 que ganás”, bueno, genial, pero no es así. ¿Qué te garantiza ganar? Nada te garantiza ganar. Entonces yo juego como lo creo mejor.
—A lo que yo iba era a esto, mire. En River, Gallardo arrancó fabuloso, luego algunos jugadores empeoraron el nivel y ¿qué hizo él? Cambió la manera de jugar. La Libertadores la ganó así. O sea, se adelantó a un bajón, pensó otro plan.
—¿Y por qué no siguió jugando de esa manera? Si ganó así, ¿por qué después volvió a cambiar? Ganó así porque se le dio. En el fútbol, las cosas ocurren un poco porque las creás y otro poco de casualidad.
—Inclusive su Huracán.
—Por supuesto. Inclusive mi Huracán.
—Porque en el del torneo siguiente no pasó nada.
—No, no, el segundo Huracán… bueno, eso sí que no... Me tendría que haber ido, anímicamente estaba muy mal; que se hubiera desarmado el equipo de Pastore y Defederico, luego de una campaña que podría haber reencauzado la historia de Huracán, me destrozó. Seguí por la gente, pero no estaba bien.
—¿Usted no estuvo nunca dos años en un equipo, no?
—Falso orgullo. Me calentaba y me iba. Bueno, en River me echaron, pero generalmente me fui yo. Los dirigentes no saben nada. Mientras un jugador tiene alegría, ilusión, esperanza y miedo, los dirigentes sólo tienen miedo. “Yo quiero ganar”. Yo también quiero ganar, pero cómo. “No, no sé”. Bueno: eso son. Hay que disfrutar del proceso de un partido, lo que significa el juego, intentarlo, ¿para qué jugás, si no? Obvio que hay momentos que te pelotean y sufrís, pero acá nos queremos ir a la mierda cada dos minutos. ¡Es un juego! La Juventus jugó como 14 finales de Champions y ganó dos. ¿Qué hacemos, nos suicidamos en masa? ¿Les gritamos fracasados? Perdió, y un día va a ganar y quizá se suelta y gana dos finales más. Es un juego, un juego, por favor.