Diego Simeone empezó el año como jugador de Racing sin imaginarse que al poco tiempo su vida daría un cambio impensable. Primero se iba a bajonear por tener que irse del club de sus amores por caprichos dirigenciales, pero después iba a inflarse el pecho por entrar en la historia de un club histórico como lo es Estudiantes de La Plata.
El 17 de febrero jugó su último partido en Racing y horas más tarde se convertía en el entrenador de ese equipo que le quitaba el sueño, que lo hacía reír y llorar y al que había llegado en diciembre de 2005 sin exigencias económicas tras una emotiva despedida de otro de sus amores, el Atlético de Madrid.
La “Academia” no estaba pasando su mejor momento y el gerenciador de Racing de ese momento, Fernando Marín, le sugirió si podía adelantar su retiro y hacerse cargo del equipo titular. Con la convicción que lo caracteriza, dijo que sí porque sus compañeros lo necesitaban y nadie mejor que él podía sacar a Racing de la crisis.
Simeone sabía que había demasiadas urgencias y creía que la gente lo iba a bancar. Las cosas no salieron como se pensaba, Racing no levantó cabeza y terminó el torneo Clausura por el fondo en la tabla de posiciones pese a ganar los últimos cuatro partidos. Junto con el final del torneo, llegó el adiós de Marin, que de esa manera le soltaba la mano al Cholo, a ese al que le había pedido tanto y le había dado tan poco.
A Racing llegó Fernando De Tomaso y sin reconocer los méritos del entrenador, l o invitó a Simeone a que se fuera porque él le había prometido a Reinaldo Merlo que cuando asumiera iba a darle la posibilidad de volver a dirigir al equipo de Avellaneda, y le quitó al Cholo la oportunidad de quedarse y pelearla, al menos por un torneo.
Atentos como pocos, los dirigentes de Estudiantes hablaron con Simeone y lo contrataron. Si bien no tuvo un buen arranque nunca perdió la fe y tuvo el apoyo de jugadores, dirigentes y simpatizantes para seguir adelante. Además contaba con un referente que estaba de su lado: Juan Sebastián Verón.
Con mucho esfuerzo y trabajo, llegó el partido donde el entrenador les demostró a muchos por qué había sido contratado. Ante Gimnasia y Esgrima La Plata, el clásico rival, logró un contundente 7-0 que selló para siempre el idilio en la mitad de la ciudad platense. Luego de ese partido se prometió a sí mismo luchar el campeonato hasta el final y esa convicción que lo caracteriza se la transmitió a sus jugadores. Y ellos no le fallaron.
Hoy, algunos de los dirigentes de Racing deben sentir un gran arrepentimiento y deberían, al menos, llamarlo a Simeone para felicitarlo y reconocer que el haberle dicho que se fuera fue un grave error que pueden pagar muy caro si en el próximo torneo la Academia no lidera las primeras posiciones.
Pero poco deberá importarle todo esto a Simeone, quien siempre mantuvo su bajo perfil y le respondió a quienes lo invitaron que se fuera con un campeonato, pero más que nada se lo debería dedicar a sí mismo por no haber dejado nunca de ser un gran ganador.