Alvarez: Ezequiel Fernández Moores es uno de los periodistas deportivos más respetados y queridos de Argentina.
Principi: Su libro sobre Ringo Bonavena, Díganme Ringo, es un ejemplo de texto deportivo que deberían atesorar las escuelas y las bibliotecas populares. Fuente de información e inspiración, lleno de testimonios que son documentos imperecederos.
A: ¡El gran Ringo Bonavena! Recuerdo que el país se paralizó en la medianoche del 7 de diciembre de 1970 cuando enfrentó a uno de los grandes boxeadores de todos los tiempos, el norteamericano Muhammad Ali, ni más ni menos que en el Madison Square Garden de Nueva York. Canal 13 registró un rating de 79,3 puntos, el país entero estaba viendo esa pelea.
Fernandez Moores: Es un caso interesante el de Ringo, porque más allá de sus innumerables éxitos deportivos y su incandescente personalidad, fue su trágica muerte en manos de un asesino a sueldo en la puerta de un burdel en Nevada lo que perdura en el recuerdo de muchos. Así que antes de escribir el libro me encontré ante un dilema. Le pedí a la editorial viajar a Estados Unidos para encontrarme con los rastros de aquella muerte absolutamente cinematográfica, con todos los condimentos mafiosos. Y me contestaron: “Ezequiel, tenés razón, pero si viajás a Estados Unidos, el libro va a ser sobre la muerte de Ringo, vas a investigar tanto que entonces el final de Bonavena será el tema central, y la idea nuestra es hacer un libro que sea un homenaje a Bonavena”. Tenían razón.
P: Y dentro de la relectura que generalmente harás de esta obra, ¿cuál sentís que fue el entrevistado que más brilló?
FM: Es difícil, el relato se fue construyendo con todos ellos. Algunos me hablaron de situaciones que tenían que ver con cuestiones familiares. Se llevaban bien con la familia y no querían tener problemas, confiaban en mi buena fe y entonces, en esa confianza mutua, me contaron algunas intimidades que escribí sin que quedara claro quién dio la información. Las mejores fuentes en realidad fueron las del off the record. La mayor alegría que recibí fue cuando me llamó Héctor Ricardo García porque quería publicar el libro en fascículos en Crónica. En ese momento, los domingos tenía una tirada de trescientos mil ejemplares. Con Crónica llegué a los kioscos, que era lo que yo quería. Soy un best seller decía. Cuando fui a firmar el contrato, me dijeron que una persona pedía que le firmara el libro. Resultó ser el hijo de Ringo Bonavena, que trabajaba allí en Crónica. Me dijo algo que me quedó muy grabado: “Gracias por haber respetado al viejo”. Para mí fue muy importante, porque cuando te metés en la intimidad de una persona, te enterás de veinte mil cosas. Y uno tiene que decidir qué vale la pena contar, y qué pertenece a la vida privada. Fue un debate muy fuerte que tuve conmigo mismo.
A: ¿En el proceso de escribir este libro se modificó en algo tu visión del boxeo?
FM: Antes de empezar el libro, tenía una visión mucho más dura, más crítica, más impiadosa, inclusive yo había ido al Borda a ver a ex boxeadores, había hecho informes sobre el estado en que quedaban muchos de ellos, en su mayoría desconocidos. Entrar por el personaje me dio otra mirada, me hizo ver la parte humana. Para eso me sirvió esencialmente escribir el libro de Ringo. Y de él, lo que más me atrajo fue cómo un tipo se convierte en un multimedios en sí mismo, en tiempos en los que no había internet y teníamos solo cuatro canales de televisión que transmitían apenas diez o doce horas en el día. Bonavena fue su agente de prensa y marketing, patrocinador, fue vendedor de sí mismo, de sus derechos, de todo. A mí me impresionó cómo ese tipo se hizo a sí mismo.
P: ¿Creés que Bonavena vivió en el momento justo para crear esta imagen?
FM: Yo te diría que sí, cuando veo los tiempos actuales en los que un boxeador es campeón mundial mucho más rápido y de modo mucho más fácil. Ringo perteneció a los tiempos del apogeo del boxeo, cuando nos sabíamos de memoria cómo formaba nuestro equipo favorito de fútbol y los nombres de los campeones mundiales de cada categoría. Además peleó contra figuras míticas. Vivió y combatió en el momento justo.
A: Fue el tiempo adecuado para ese Bonavena mítico que, además, entró en la leyenda por su personalidad, por sus características no solo como boxeador sino como persona. En el equilibrio que uno puede llegar a imaginar entre el Bonavena personaje y el Bonavena boxeador, ¿cuál de los dos te parece que tiene más peso propio en la historia y en el presente que él vivió?
FM: Uno requería del otro y viceversa. Por un lado, sería injusto decir solo el personaje, porque si combatió contra los mejores del mundo, y de igual a igual, entonces sería minimizar al deportista; pero por otro lado, decir que Ringo fue solo un boxeador sería injusto con el personaje. Fue mucho más que un púgil. Cuando murió, Rodolfo Terragno (que dirigía la revista Cuestionario, cerrada por la dictadura en 1976) se asombraba por la multitud que había ido a despedir los restos de Ringo y se preguntaba: “¿Qué es este boxeador? ¿Puede ser un boxeador un arquetipo de la Argentina?”. Entiendo que le costaba entenderlo en ese momento, pero un boxeador podía ser un arquetipo de una argentinidad, tal vez de una porteñidad. Y para llegar a ser un arquetipo, algo tenés que representar, en el bien y en el mal, pero algo representás.
P: Leo de Díganme Ringo, página 70, sobre aquel 21 de septiembre de 1966, Bonavena-Joe Frazier, la primera de las dos peleas que sostuvieron: “En el pesaje, muy tranquilo, Ringo se dirigió a Frazier con una de sus típicas bravuconadas, ‘Llevate un colchón que te voy a dormir’, apenas un aperitivo para el gran despliegue circense que ofreció horas antes del combate. En el Madison Square Garden había un show de rodeo, Ringo se llevó un novillo, lo sacó a la Séptima Avenida y lo metió a trompadas, y a grito pelado dijo en el Chase Manhattan Bank: ‘Así sufrirá Frazier, así le pegaré a ese negro imbécil’, al que tuvo a un paso del knock out. ¿Por qué la gente recuerda tanto Bonavena-Ali y no aquella primera, de Bonavena-Frazier, donde la locomotora de Filadelfia estuvo a un paso del knock out?
FM: Supongo que Muhammad Ali es un personaje más mítico que Frazier y entonces nos queda en la memoria esa pelea de Ali y Bonavena. Pero aquel Ringo le decía “negro”, le decía “chicken” y ese tipo de cuestiones hoy son absolutamente imposibles en términos de corrección política, eran otros tiempos en los que todo aquello estaba permitido. Creo que el Ringo que enfrentó a Frazier estaba en su apogeo de boxeador, era mucho más sólido, mucho más fuerte. Porque el Ringo de la pelea que más recordamos, que es la pelea con Ali en el Madison Square Garden –en realidad vos sabés decirlo mucho mejor que yo, Osvaldo–, es el Ringo ya en el ocaso.
P: Sí. Eran Ringos distintos. Había tenido un gran año en el Luna Park, en un 68 con triunfos ante Zora Folley y Leotis Martin. La revancha con Frazier, en Filadelfia, le costó mucho castigo físico. El de Frazier era un Ringo pibe y el de Ali, uno maduro. Para mí el ocaso se evidencia después de la derrota con Floyd Patterson en 1974.
A: Hablábamos de las bravuconadas publicitarias de Ringo por aquellos años y pensaba en los boxeadores de los últimos años, argentinos y no argentinos. A partir de todo el avance tecnológico y las redes sociales, tengo la sensación de que todo lo que vino después son como malas copias.
FM: Sí, pero también es cierto que en aquellos tiempos teníamos solo un canal que podía transmitir eso, eran pocos periodistas que iban a cubrir una pelea. Hoy todo está multiplicado, entonces, aunque por un lado se potencia, por otro lado todo pierde valor. Y además: ¿cuántos campeones tenés?, ¿cuántas peleas tenés al año de títulos muchas veces inexistentes o categorías que son creadas por un canal de televisión de cable? Me parece que se ha perdido un poco de magnetismo.